domingo, 29 de diciembre de 2013

NAVIDADES EN CRISIS


            En el bar del pueblo, el único existente, el ambiente desalentador se pega a la suela de los zapatos. A pesar de que hombres y mujeres están trabajando en la aceituna y la climatología acompaña con tiempo seco y frío, los hombres acodados en la barra o los que están jugando la partida de dominó, no parecen tener nada que celebrar.
            Antiguamente, la época de recogida de la aceituna era de trabajo duro pero de cierta alegría y esperanza. Con los jornales se pagarían pequeñas deudas al tendero, se haría acopio de alimentos básicos (legumbres, arroz, harina…) y se realizarían pequeñas compras imprescindibles, quizás unos zapatos para el padre o algunos utensilios para la casa. El fin de la campaña se celebraba colectivamente: al calor de una hoguera, un choto guisado en sartén de hierro, adultos y niños alrededor; una botella de aguardiente, mistela o licor café, villancicos de letras picantonas, algunos bailes; las abuelas pendientes de sus mozas y los mozos pendientes de burlar la vigilancia de las abuelas.
            Ahora cada quien resguarda sus problemas y dificultades dentro de su casa.
            Ni siquiera los más afortunados, los que no perdieron su empleo y pueden respirar algo aliviados, pueden evitar la pesadumbre.
-         Allí los tengo a los dos, viendo la tele, sentados en el sofá.
Un vecino nos está hablando de sus dos hijos jóvenes, chico y chica, que ya acabaron estudios de grado medio. No tienen trabajo y siguen viviendo en casa de sus padres.
-Pues tendrán que irse fuera a buscarse la vida, se nos ocurre comentar.
El hombre parece sorprendido y nos dedica una mirada entre sarcástica y escéptica:
-¿Esos?, ¿mis niños?... ¿dónde van a ir? Nunca les ha faltado nada, no saben lo que es trabajar ni afrontar problemas. No son como nosotros, sigue diciendo. Yo me fui con 18 años a Barcelona a buscar trabajo, con una mano delante y otra detrás…eran otros tiempos, a nosotros nos enseñaron a pelear y a buscarnos la vida desde que nos trajeron al mundo… Pero éstos, ¿a dónde van a ir? Para que se los coman los lobos, mejor están en casa, mientras nosotros podamos no les faltará un plato de comida que echarse a la boca.
            Es como si el futuro hubiese desaparecido para ellos. Es, incluso, un tiempo del verbo que ha entrado en desuso porque nadie puede utilizarlo. Y, sin embargo, el presente, bien lo sabemos, tiene sus límites y las horas contadas: en un  instante se convertirá en pasado.
            Tras un silencio la conversación retorna a un pasado pretérito.
            - Yo era un muchacho, continua el hombre, y me sentaba con vuestro padre a jugar al dominó. Me gustaba hablar con el de locomotoras diesel y hacerle enfadar con mis preguntas…

 Diciembre 2013


Roete Rojo

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