miércoles, 20 de febrero de 2013

ANTIFRANQUISMO Y GÉNERO (IV Y ÚLTIMA).


(Esta última parte de la entrevista tiene como contenido sacar algunas conclusiones sobre la situación actual)

1.¿Se podría hacer alguna analogía entre la Transición y la situación actual?

Yo prefiero pensar que todo lo que estamos viviendo ahora es la crisis de ese modelo, su descomposición. Crisis a todos los niveles, pues la económica ha evidenciado los límites también del modelo político e institucional. Utilizando un símil, “la crisis económica ha desatado todos los diablos”.
Han cambiado muchas cosas desde los años 70. La misma composición de la clase obrera, por ejemplo, ha sufrido una gran transformación. En todos los años de las reconversiones industriales, los años del gobierno de Felipe González, fue desapareciendo ese proletariado industrial, agrupado en imponentes fábricas, explotaciones de yacimientos o polígonos industriales; igual pasó con los cientos de miles de empleados de las empresas públicas de todo tipo que fueron privatizadas.
Ahora por primera vez, desde la crisis que supuso la guerra y la postguerra, los jóvenes vivirán peor, sustancialmente peor, que sus padres o abuelos. Hecho que culturalmente es también de gran impacto y trascendencia. Lo que llaman “el ascensor” social no sólo se ha detenido para millones de jóvenes sino que los ha bajado al sótano y ahí se quedó parado.
Otro elemento que diferencia aquel período del actual es la crisis de valores que ha vivido la sociedad española. Todas las injusticias y arbitrariedades que la crisis pone de manifiesto han sido posibles, entre otras cosas, por la gran hegemonía cultural que el modelo neoliberal consiguió en amplísimos sectores de la ciudadanía. El modelo consumista, individualista, el aislamiento del individuo fuera de la clase a la que pertenece (me refiero a las clases explotadas); el “todo vale”, la corrupción, la economía sumergida, la apisonadora de los grandes medios de comunicación, como la TV, que han impuesto una escala de valores (me gusta matizar, “antivalores”), en la que el esfuerzo, el estudio, la solidaridad, han sido arrinconadas. Son elementos muy preocupantes pues el cambio, como todos los cambios, tendrá que partir de lo viejo para parir lo nuevo.
De otras partes de la entrevista se desprende también que la crisis nos encuentra en una situación de desvertebración social impresionante. Ya no existen aquellas formidables organizaciones sindicales que paralizaban un polígono industrial completo en solidaridad con los trabajadores de determinada empresa; ni qué decir de las organizaciones estudiantiles capaces de hacer llamamientos a huelga general que afectaban a todos los distritos universitarios del Estado y se mantenía durante semanas o meses; o las potentes Asociaciones Vecinales quienes trabajaban día a día, en sus barrios, organizando a las vecinas y vecinos para defender sus derechos sociales y una mejor calidad del vida. Este es otro handicap al que se deberá hacer frente.

2. ¿Qué piensas cuando oímos hablar de que “lo que se necesita es una segunda Transición”?, ¿A qué piensas que se refieren?

Creo que sienten como peligrosa la situación de inestabilidad en la que vivimos y buscan otro gran pacto político y social para mantener sus intereses. Bueno, creo que lo tienen difícil, entre otras cosas porque este país no está saliendo de un período largo de cierto aislamiento internacional, como en los 70, sino que está atado a sus compromisos como miembro de la Unión Europea y fuertemente militarizado por su pertenencia a la OTAN y por las bases norteamericanas. La pérdida de soberanía ha sido extraordinaria; creo que tienen poco que ofrecer en una pretendida negociación.
Difícil también porque la crisis está arrastrando con ella a la credibilidad del sistema, de sus instituciones, poderes y castas.

3. ¿Ves algún partido que pueda tener potencialmente el apoyo popular que tuvo el PCE?

Yo, de momento, no veo nada. Literal. Busco explicaciones en la historia de los pueblos y lo que encuentro es que en situaciones de crisis orgánica del sistema, siempre, siempre, ha surgido un nuevo movimiento político. Las “vanguardias” históricas, o bien han desaparecido o bien se han sumado a este proceso o se han pasado al lado de la contrarrevolución. Es lo que pasó en Rusia, en Cuba… lo que está ocurriendo en los países bolivarianos de América Latina. Y los liderazgos, por cierto, también nacen de movimientos nuevos. Evo Morales, antes de presentarse a las primeras elecciones en Bolivia, era un dirigente sindical, bien arraigado entre los campesinos indígenas cultivadores de hoja de coca. Hugo Chávez, respondía a un movimiento clandestino dentro del ejército, con años de trabajo y de elaboración ideológica y política. Lula da Silva llegó desde el movimiento sindical, en un país con una fuerte clase obrera. Si pienso en estos ejemplos, y busco en la realidad española actual… sólo encuentro silencios.
Últimamente ando seria, como ensimismada, dándole vueltas a todo lo que estamos viviendo. El otro día, alguien en casa, planteaba el mismo interrogante. Como si hubiese esperado la pregunta, contesté instintivamente: “la Historia nos arrollará”.

4. ¿Qué piensas de los nuevos movimientos alternativos en comparación con los del 70? (15M, Toma del Congreso, etc)

Creo que son expresiones de distintos momentos históricos. Los movimientos de los 70 estaban fuertemente politizados. Ahora hay una fuerte contestación a la “política”, que no es lo mismo.
En los años 70, el sujeto máximo de organización y movilización era el movimiento obrero. Creo que hoy en día ese sujeto determinante está bastante ausente.
En la dictadura se construyeron fuertes organizaciones sociales que aunaban la lucha de los trabajadores, de los estudiantes, de los vecinos y vecinas, de las mujeres, etc. En la actualidad ningún sector tiene una fuerte organización, y mucho menos una organización unitaria y democrática; y la alianza estratégica está muy lejos desde mi punto de vista.
Los movimientos de los 70 tenían un fuerte contenido estratégico, producto de la acción en su seno de los partidos revolucionarios. Creo que hoy ese referente estratégico está diluido o es inexistente.
Pero al margen de estas diferencias, digo:
Cada generación tiene que construir su propio proyecto.
A pesar de todo, nosotros fuimos derrotados. No creo que estemos en condiciones de dar una receta o de dar lecciones a nadie.

5. ¿Qué podríamos aplicar de lo aprendido en la Transición?

Lo fundamental es que el sistema exige de cambios profundos, si la salida es un nuevo “maquillaje”,  estamos perdidos; lo cual no quiere decir que no puedan ser democráticos y pacíficos (dentro de ciertos límites, pues las clases dominantes siempre defienden sus intereses mediante todas las formas posibles). Las medias tintas sólo servirán para agravar las contradicciones y el sufrimiento generalizado a largo plazo.
Este país viene postergando su proceso de modernización y depuración democrática desde hace siglos. Ningún cambio será posible en el marco de la Monarquía Borbónica, que representa a la vieja alianza de clases entre la oligarquía de la tierra y la oligarquía financiera, con sus aparatos represivos e ideológicos, Ejército e Iglesia. Una estructura heredada del franquismo, retrógrada en el plano interno, extremadamente centralista y sumisa ante las potencias exteriores.
Cuando los tenderos de mi barrio me cuentan cómo ven ellos la situación y me preguntan, ante cada escándalo o ante cada medida antipopular, ¿y ahora qué?, yo les digo: Ahora, dimisión del gobierno, nombramiento de un gobierno provisional y convocatoria a Cortes Constituyente. ¡Y a empezar de 0 o de menos 10!

6. Luchábais por una Universidad Pública, Gratuita, Democrática y Científica al servicio del Pueblo. ¿Qué importancia tuvieron esos requisitos? ¿Crees que la pérdida de este derecho social y la inminente privatización de la Educación son inevitables?

Pensábamos en otro modelo de sociedad; un modelo dependiente, rentista y especulador, como el que consagró la Transición, no necesitaba esa Universidad Pública, Gratuita, Democrática y Científica al servicio del Pueblo.
En contraposición, el impulso dado durante la II República a la enseñanza y a la educación en general, tenía que ver con el objetivo de modernizar y desarrollar al país, hacerlo profundamente más democrático; el objetivo de “regenerar” todas las estructuras retrógradas, atrasadas, feudalizantes. No existe sociedad democrática sin una educación pública, universal, gratuita y de calidad para todas y todos los ciudadanos y ciudadanas.
¿Qué están haciendo los gobiernos de izquierdas en América Latina? Pues eso: invertir en educación pública y masiva, en la formación de técnicos y profesionales, desbordando las viejas estructuras elitistas. Están construyendo, pues, otra sociedad y esa “otra” sociedad, necesita el basamento de la igualdad de oportunidades y la formación de la población para poder conseguir los objetivos de desarrollo económico y social, de independencia y soberanía.
Cualquier resquicio público, en la enseñanza o en cualquier otro sector, puede ser privatizado, ¿por qué no? Ningún derecho que no se defienda puede desaparecer.

7. Como luchadora social activa, ¿Qué mensaje le quieres transmitir a los nuevos movimientos estudiantiles y sociales que emergen en el contexto actual?

Que busquen en la raíces del movimiento popular en nuestro país. Nada se construye sobre la nada. Creo, desde este punto de vista, que sin volver la mirada a la experiencia de la II República será difícil buscar un camino que nos identifique. Buscar también en las décadas de lucha contra la dictadura fascista; la crisis del sistema tiene cada día expresiones más autoritarias. Cierto que la Historia no se repite pero no podemos actuar sin tener en cuenta las condiciones que se están creando.
Que no desprecien el ámbito de lo político; los movimientos sociales pueden resultar poca cosa sin una articulación de la política sobre nuevas bases.
Que hay que construir formas estables de organización, el riesgo de que aparezcan expresiones dirigistas o patrimonialistas de las luchas es sólo eso, un riesgo. Pero un riesgo que hay que correr mediante fórmulas cada día más democráticas y abiertas, más participativas, más representativas.
Que huyan, como de la peste, del dogmatismo y del sectarismo. Sólo con una política de alianzas amplia, respetuosa con las distintas expresiones de lucha, tanto sociales como políticas, se podrá construir el nuevo Frente para combatir al sistema capitalista.

Roete Rojo

viernes, 1 de febrero de 2013

ANTIFRANQUISMO Y GÉNERO (III)


La tercera parte de la entrevista está dedicada a mi experiencia personal en los acontecimientos y sus consecuencias.

Prolegómenos de la Transición Política

1.¿Cuál fue tu papel dentro del movimiento estudiantil de la época?

Os comentaba en otra parte de esta entrevista que en general los dirigentes estudiantiles pertenecíamos a organizaciones políticas. Hay que entender la mentalidad, creo que correcta, de cómo eran las cosas en la época a la que nos estamos refiriendo. Militar en un partido antifranquista eran algo muy serio, te jugabas la libertad y también la vida. La disciplina era muy pronunciada, de su cumplimiento dependía tu seguridad y la del conjunto de camaradas. En este contexto tiene sentido la contestación que te doy inmediatamente: Mi papel dentro del movimiento estudiantil fue el que el Partido decidió. Así se sencillo.
¿Cómo llegué al PCE? Muy fácil, perdonad la expresión pero yo era “carne de cañón”. Estaba deslumbrada al comprobar que había otros jóvenes que pensaban como yo, que eran antifranquistas y revolucionarios. Desde la primera reunión a la que asistí en el edificio de Puentezuelas, una reunión de la Comisión de Información, todos los partidos me echaron el ojo. La primera persona que se me acercó se llamaba Isabel Alonso Dávila, conocida como “la valenciana”, pues había llegado a la Universidad de Granada procedente de Valencia, de cuya Universidad había sido expulsada. Esto era muy frecuente, que llegaran estudiantes expedientados de otras Universidades. Ella buscó hablar conmigo a solas y en ese primer contacto, me entregó el “Manifiesto Programa” del PCE, con la propuesta de que lo leyera y fuéramos comentándolo por partes; me dijo que tenía que esconderlo siempre, hasta cuando lo tuviera en mi casa. Yo seguí sus instrucciones al pie de la letra; en la habitación donde yo estudiaba había una mesa muy grande, “de alas”, dentro de los tableros escondí aquel material que leí concienzudamente. Creo que al segundo contacto ya acepté ser miembro del PCE. La importancia de la militancia política de los estudiantes universitarios era tal dentro del PCE que no pasábamos por las Juventudes Comunistas, ingresábamos directamente al Partido. Antes de mi primera reunión Isabel me explicó todas las medidas de seguridad que debía conocer.
Mi ignorancia política era atroz. Recuerdo aún con vergüenza mi primera reunión de célula, éramos 5 chicas. Nuestra responsable política me presentó, me pidió que eligiera un “nombre de guerra”, elegí el de Diego, en honor a mi abuelo paterno. Me pidió que leyera un papel que estaba escrito a máquina. Comencé a hacerlo, al llegar a un párrafo en el que estaban las siglas P.S.O.E., yo leí: “pe punto, ese punto, o punto, e punto”…¡No sabía que aquellas siglas significaban, Partido Socialista Obrero Español. Claro que yo sabía que existía un partido socialista durante la República y la guerra … pero no sabía que sus siglas y denominación fueran esas.
Así pues, en el curso 1973-74 era la única estudiante de primer curso de licenciatura miembro del PCE. Por tanto se me encargó defender la política del Partido en 1º, siendo elegida representante por mis compañeros y compañeras. Cuando la gran represión de 1975, en que se nos aplicó el Decreto Ley Antiterrorista, ya era miembro del Comité de Universidad y del Comité Provincial del PCE; el verano del 74, lo pasé asistiendo a un curso clandestino de formación ideológica y política. Sigo con las dobles intenciones: tuve una carrera “meteórica”.

2. ¿Qué te incentivó a involucrarte en los movimientos estudiantiles?

Se trataba de una obligación como miembro del Partido. La mayoría de los militantes éramos dirigentes estudiantiles, también hacíamos trabajo para el “aparato” del Partido, lo cual era muy peligroso y nos hacía más vulnerables a la represión. Cuando alguien estaba definitivamente “quemado”, era apartado del movimiento y dedicado a tareas de organización internas.
La militancia en el PCE era una auténtica Universidad paralela. El esfuerzo de estudio era inmenso. En mi caso personal, la aproximación al materialismo histórico y al dialéctico, siendo estudiante de Filosofía y Letras, lo abarcaba todo. Para preparar cualquier materia nos hacíamos con los libros, unos legales y otros clandestinos, de los historiadores marxistas. Todos los horizontes que se abrían cada día abarcaban a toda tu vida, te ayudaban a entender el mundo, el funcionamiento de la sociedad, el comportamiento humano, etc. ¡Una maravilla!

3. ¿Qué tipo de perfiles conformaban este tipo de movimientos?

Los activistas reflejaban la composición de la Universidad: hijos e hijas de las élites, de las clases altas y medias, de los aparatos de represión del Estado (ejército, policía y guardia civil), mujeres en igual proporción que hombres. Imaginaos que era tan raro que el hijo o hija de un obrero accediera a la Universidad, que a mí me pusieron de mote, “la prole”, porque mi padre era ferroviario. Me llamaba mucho la atención el activismo de compañeras que eran hijas de policías, militares o guardias civiles.
Me pasó una anécdota muy simpática y que sirve para expresarlo de otra manera: yo había estudiado el bachiller superior en el colegio de la Compañía de María; un colegio religioso muy curioso pues las monjas de esta orden eran acérrimas del Vaticano II y curiosamente mi primer contacto con los sacerdotes de la Teología de la Liberación, que venían de América Latina, así como con los llamados “curas obreros”, los conocí siendo adolescente mientras estudiaba el bachillerato. Pues bien, este colegio tenía un internado al que asistían niñas de clase alta, procedentes de pueblos de Granada e incluso de otras provincias, dada la buena fama de la enseñanza que se impartía. Había algunas internas muy “revoltosas” que siempre nos llamaban mucho la atención a las más jovencitas; contestonas, traviesas, fumaban a escondidas, tenían revistas de rock, bueno, ese tipo de cosas propias de la adolescencia. Y ahora volvemos a mi primera reunión de célula: de las cinco chicas que estábamos sentadas alrededor de la mesa, ¡dos eran parte de aquel grupo de internas! La sorpresa fue grande, sobre todo para mí.

4. ¿Qué motivos había para que no se involucrara más gente en un movimiento de transformación social?

En primer lugar, la dictadura. Aunque éramos jóvenes y un poco inconscientes, teníamos claro que nos jugábamos muchas cosas, entre otras, la vida, no era una broma. También el nivel de conciencia; era una minoría la que estaba politizada, una minoría la que militaba en organizaciones revolucionarias.
El tema de fondo es cómo se consiguió la hegemonía y la movilización de tantos miles y miles de jóvenes en las condiciones más duras que se puedan imaginar, el fascismo. El esfuerzo que hacíamos desde las organizaciones políticas era muy grande: la obligación de un militante del PCE era, en primer lugar, ser el mejor estudiante de su curso, sacar las mejores calificaciones, tener un comportamiento ejemplar en todo. También en las otras organizaciones políticas se funcionaba con este esquema. Esa fue la base para conseguir un nivel de influencia determinante, lo que en el lenguaje teórico llamamos hegemonía.

5. ¿Cómo definirías en pocas palabras a la España franquista?

Autoritaria. Represiva. Miedosa. Clasista. Dividida. Gris. Esclava de la religión.

6. ¿Cómo vivisteis los últimos años del franquismo?

Antigua Prisión Provincial de Granada

Con muchas incertidumbres y esperanzas. La represión que se desató con el Decreto Ley Antiterrorista fue muy grande, en todo el Estado y a todos los niveles. Algunas organizaciones casi llegaron a la extinción.
Fueron momentos muy difíciles; la represión contra los estudiantes comenzó el 11 de septiembre de 1975, justo dos años después del golpe de Pinochet contra el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Desde ese día no cesaron las detenciones. Una de las tareas más ingratas que tuve que asumir consistió en hacer todos los días una “ronda de seguridad”: a pie y en autobús, recorría la ciudad de Granada, para constatar quiénes seguían libres y quiénes habían sido detenidos. La posición de un periódico significaba una cosa y la posición contraria, otra.
Así fuimos cayendo como chinches, de todas las organizaciones que hacían vida en la Universidad, los responsables políticos de las Facultades, los representantes legales, etc. Aquello fue una orgía de terror. Tenía que enfrentarme a las o los camaradas que se dirigían a mí para decirme que iban a huir de Granada; la política del Partido era clara: cada quien debía permanecer en su puesto y, por lo tanto, con 21 años tenía que criticar la actitud de quienes decidían huir… Algún dirigente provincial me dijo un día: “si nos van a pillar a todos, que no nos encuentren escondidos”. Muchas veces he reflexionado sobre el contenido irracional de esta decisión.
Bajo el régimen de terror, seguíamos comportándonos como si nada pasara. El día que nos detuvieron a mi amiga Encarna y a mi, bajábamos del Hospital Real de pegar cartelones pidiendo a los estudiantes que participaran en las elecciones legales a delegados… cuando se produjeron, estábamos todos presos o huidos.
Creo que es difícil comprender desde fuera la angustia que vivíamos. Cuando sabíamos de algún camarada detenido, como gracias al Decreto Ley Antiterrorista, cualquiera podía estar secuestrado en comisaría sin que la policía diera parte al Juez de Instrucción de Guardia, nos íbamos temprano a la puerta de los Juzgados y nos escondíamos esperando ver llegar el coche oficial del Juez y gritábamos mientras corríamos, que tal o cual estudiante había sido detenido el día anterior. Los mismos que eso gritábamos podíamos estar presos al rato, en pocas horas o al día siguiente.
Experiencias muy fuertes para quienes éramos tan jóvenes, aunque tuviésemos una formación política e ideológica; hacer frente a aquella máquina de terror. Sabíamos de compañeros que habían sido duramente torturados…
También el régimen, imagino, tenía sus miedos y sus incertidumbres; en el marco de los últimos fusilamientos, optaron por la represión para generar miedo e intentar inmovilizarnos. Muerto el dictador, se produjeron movimientos muy extraños, como si cada quien moviera sus piezas sobre un tablero de ajedrez. Por ejemplo, siguió la represión pero al mismo tiempo indultaron a muchos presos y presas que estaban pendientes de pasar por el Tribunal de Orden Público, movieron a las presas políticas y a los presos políticos de las cárceles en las que estaban, de un sitio para otro… ¿fueron las presas y los presos moneda de cambio? Creo que nunca lo sabremos…
Las grandes “desilusiones” llegaron después de la muerte del dictador, los acontecimientos se precipitaron sin que pudiéramos hacer mucho para modificar el rumbo.

7. ¿Qué hacías el día que murió Franco?, ¿Cómo pasaste esos días?

Estaba presa en el Hospital Psiquiátrico de Granada. Me enteré de la noticia a la mañana siguiente, ya 21 de noviembre, durante el desayuno; las comidas eran los únicos momentos que compartía con las internas. No podía explicarme por qué todas aquellas mujeres lloraban; lo pregunté y me contestaron (no es un chiste): que Don Luís, el Director, les había dicho que había muerto el “Claudillo” y que era un día muy triste para España.
Esperé con mucha ansiedad la hora de la visita. Según el programa del PCE, se desarrollaría la Huelga General Política y se sacaría a los presos de la cárcel. Estaba muy nerviosa porque pensé, ingenuamente, que se habían olvidado de mí, que habrían ido a la Prisión Provincial y no se acordaron de que yo estaba presa en el Psiquiátrico. Cuando llegó mi madre por la tarde  me explicó que todo estaba en calma, que no pasaba nada en las calles…
¿Que por qué estaba en el Manicomio? Verás, a los dos días de estar en el calabozo detenida y aislada, decidí autolesionarme, lo cual no resultaba fácil en un habitáculo donde no había nada a excepción de un banco de piedra que hacía las veces de camastro. Después del segundo interrogatorio comenzaron las amenazas contra mi familia, de quien sabían toda la trayectoria. Se me ocurrió golpearme la cabeza contra el banco, con fuerza, una y otra vez hasta que, al parecer, comencé a convulsionar. La Encarna estaba en otro calabozo próximo al mío y comenzó a gritar y a pedir ayuda. Decidieron llevarme al Hospital de San Juan de Dios. Allí el médico no me quiso atender y me dijo entre otras lindezas: guarra, drogadicta, puta, qué vergüenza para sus padres … en fin, muy ético el hombre. Me volvieron a llevar a la Dirección General de Seguridad (DGS) y de allí, no sé, igual pensaron que había sufrido un ataque epiléptico, al Hospital Psiquiátrico de Granada, donde tuve la fortuna de que el médico de guardia era un joven residente, Ricardo, quien después de explorarme y comprobar los hematomas y bultos que tenía en el cráneo, les dijo que debería quedarme 72 horas en observación (después me confesó que pensó que los golpes eran resultado de una paliza). ¡Una de las mejores noticias de mi vida! Todas y todos lo que queríamos era salir de la DGS y pasar por el Juzgado. Al quedar hospitalizada, sabía a ciencia cierta, que la policía debería dar parte de mi detención al Juez de Instrucción de Guardia. Pero todavía tendría que asistir a la disputa entre el inspector de la policía y el médico de Guardia; como estaba detenida, exigían a Ricardo que diera orden de que me ataran a la cama para que no pudiera huir. El médico se negó, argumentando que yo no era una enferma peligrosa y que si debía tener vigilancia, era problema de ellos. No me ataron. Al día siguiente me llevaron a una habitación privada y en el pasillo colocaron una mesa para que la policía estuviera cómoda durante el tiempo que durara mi estancia en el Hospital. A los dos días de estar ingresada, apareció el Juez de Instrucción y el Secretario, a tomarme declaración. Como es lógico, negué todas las acusaciones que había formulado la policía contra mí: No militaba en ningún partido político, nunca había llevado propaganda ilegal, etc.
Y allí estuve hasta un día de diciembre en que, de madrugada, apareció un funcionario del Juzgado con una carta para mí, en la que se me comunicaba que había sido indultada, que podía irme a mi casa. ¡Ni loca, le contesté! Por entonces el Hospital quedaba en las afueras de la ciudad, nadie en mi familia tenía coche. Teníamos órdenes directas del Partido de evitar cualquier circunstancia que facilitara un tiro por la espalda, utilizando la Ley de Fuga. Le dije que yo era una enferma y que hasta que el médico no me diera el alta, no me movía de allí. La policía se marchó, a mí me dejaron hacer una llamada telefónica a mis padres y, a la mañana siguiente, me puse en la cola de la consulta de Don Luís, le enseñé la orden del Juzgado, me dio un papel con el alta y un “tratamiento” para cubrir el expediente. Siempre me pregunté que le diría este representante del fascismo al joven Ricardo, también me pregunté muchas veces qué sentiría cuando llegué a su consulta para que me certificara el alta.

Antiguo Hospital Psiquiátrico de Granada. Hoy Facultad de Bellas Artes.

8. ¿Podrías describirnos algunas de las actividades que llevasteis a cabo en la clandestinidad?

Bueno, todo, menos las actividades de cara al movimiento estudiantil, eran actividades clandestinas. La primera de ellas, la asistencia a las reuniones del Partido, los nombres de guerra, el pactar una justificación para explicar esa reunión. El reparto de la prensa del Partido, que era de malísima calidad material (Mundo Obrero, Granada Roja, Universidad), la tirada de panfletos… Todo era clandestino. Lo que recuerdo con más amargura, como te comentaba,  fueron las “rondas de seguridad”, a finales del 75, para saber quién había sido detenido en las últimas horas…

9. ¿Tuviste algún tipo de contratiempo esos años: cárcel, castigos físicos,…?

Fui detenida en noviembre del 75 junto a una compañera de curso y de Partido. Que en comisaría te golpearan o te presionaran psicológicamente era lo habitual. Lo peor, al menos como yo lo viví en esos momentos, era un sentimiento de soledad aplastante. Tener conciencia de que miles de personas en la calle seguían sus vidas con normalidad y tú estabas allí, secuestrada, en manos de la Brigada Político Social. Llegar a la cárcel era lo que todo el mundo deseaba.
Y algo muy, muy terrible: el miedo a la delación. Porque una cosa era tener claro cuál debía ser el comportamiento ante la policía y otra, hacer frente al secuestro y a la tortura. El miedo a la delación era el primer sentimiento que todas y todos sentíamos al ser detenidas o detenidos. ¡Éramos muy jóvenes, coño! Jamás hubiese sido capaz de tomar represalias o despreciar a quienes “hablaron”. Este tema he podido conversarlo algunas veces con un compañero de aquellos tiempos que fue duramente torturado y, durante 10 días, sólo dijo su nombre. Comparte mi opinión pero, fíjate si fueron situaciones terribles que, en una ocasión, me dijo: - Yo sí sería capaz de matar. Si alguna vez uno de mis hijos fuera víctima de la tortura, mataría a todo el que se me pusiera por delante… ¡¡Y HAN PASADO 37 AÑOS!!!
También me veo en la obligación de dar testimonio de todas las personas que me ayudaron. En primer lugar, del comportamiento de mi madre quien fue de un sitio para otro, hablando con autoridades académicas y que contestó de su puño y letra al médico del Hospital de San Juan de Dios. El Decano de la Facultad de Filosofía y Letras, D. Jesús Lens, al catedrático de Historia del Arte, D. José Manuel Pita, a Dña. Ana Pardo, Directora de la Biblioteca Municipal de Granada, lugar en el que yo trabajaba 6 horas a la semana… Mi padre no fue nunca a visitarme porque “no quería llorar delante de la niña”, estaba muy impactado pero me enviaba flores con mi madre.

10. ¿Cómo viviste el tiempo anterior a las primeras elecciones? ¿Qué esperanzas teníais puestas en ellas?

Fueron tiempos difíciles, aún seguíamos en el Partido, aunque las discrepancias eran fuertes. Decidimos aguantar dentro de la organización hasta pasadas las elecciones para que luego, si se producían unos malos resultados, no se echara la culpa a los estudiantes “desertores”. La tensión interna era muy fuerte: se nos acusaba de todo y ante cualquier discrepancia que hacíamos en las reuniones se descargaban baterías poco “científicas”: pequeños burgueses de mierda, quinta columna, izquierdistas, etc. Se vivieron hasta conatos de violencia física.
No teníamos muchas esperanzas. Los resultados fueron malos, teniendo en cuenta que toda la política del PCE, en los últimos meses, tenía la justificación de que se conseguiría forzar una especie de “compromiso histórico” (como en Italia), con las fuerzas reformistas.

11. ¿Qué rol consideraron que debía tener el PCE en la Transición?

Algo tan simple como respetar y desarrollar el Manifiesto Programa. Pero te digo que los acontecimientos se dieron a una velocidad de vértigo. De la “Ruptura Democrática”, se pasó a la “Ruptura Pactada” y de ella a la “Reforma Negociada”. De Huelga General Política, nada. Cuando el régimen convocó el Referendum para la Reforma, primero se nos dijo que debíamos oponernos puesto que no había garantías democráticas; a los pocos días, se nos dijo que debíamos abstenernos… si tardan en convocarlo dos semanas más, acabamos votando que SÍ.
Se ha especulado mucho sobre si hubiese sido posible otro tipo de salida; durante décadas, “intelectuales” y representantes de los partidos se han hartado de decir que no, que no fue posible la Ruptura; ahora incluso se teoriza que a todas luces (cuando ya la descomposición se ha evidenciado con la crisis económica) el modelo de Transición ha sido negativo para la sociedad española pero que no hubo otra posibilidad, echando toda la responsabilidad sobre el PSOE. Qué duda cabe de que este partido tiene una gran responsabilidad pero no en solitario, cada quien debería de aguantar su vela, como dice el refrán. Esta posición es simplista y no profundiza para llegar a verdades sustanciales, no ayuda a entender nada de lo que nos pasa ahora y, lo que es peor, la alternativa para salir de la situación actual será imposible sin conocer las bases de nuestra historia más reciente.
Todo lo que ocurrió durante aquellos años de la Transacción Política tenía sus consecuencias inmediatas sobre el movimiento estudiantil. El mayor aval del PCE en las Universidades era haber defendido siempre una política unitaria, haber defendido siempre una organización democrática y representativa para los estudiantes. Pues bien, nos convocan a una reunión (clandestina), en Madrid, con la responsable de Universidad (Pilar Bravo, quien por cierto fue con posterioridad gobernadora civil en el gobierno del PSOE); del distrito de Granada fuimos designados por la dirección del PCE dos estudiantes de Filosofía y Letras y uno de Medicina, éramos dos chicas y un chico. Nos quedamos de una pieza: la política defendida durante décadas, al carajo. Volvimos con la consigna de  constituir el Sindicato de Estudiantes Comunistas. El viaje de regreso en tren fue amargo: no nos dijimos ni una palabra. Imagino que los tres pensábamos que no seríamos capaces de defender esa política y no lo hicimos. La muerte del movimiento estudiantil quedaba certificada. Jamás se recuperó de este golpe.
En poco tiempo, la desvandada de militantes hacia el PSOE fue grandísima. Los acogieron con los brazos abiertos. Militantes con formación y años de experiencia que hacían falta en un partido que no tenía estructura de militancia ni cuadros para hacer frente a las tareas de gobierno. En todos los partidos de izquierdas se produjo el fenómeno, no sólo desde el PCE, también del Movimiento Comunista (MC), de la OIC, de Liga Comunista, se marcharon dirigentes y cuadros medios.

12. ¿Qué opinas de los acuerdos PSOE-UCD por los cuales se planificó la Transición?

Foto de familia: Pactos de la Moncloa (1977)

Tú eres venezolana. Te digo que fue un “Pacto de Punto Fijo” a la española. Los que realmente habían luchado durante décadas contra el fascismo fueron relegados. Al no cambiar sustancialmente las estructuras del poder y del Estado, todos los golpes venideros irían dirigidos a desvertebrar al movimiento popular, como pasó en Venezuela; al final, la frustración y el sentimiento de derrota afectarían a mucha gente, como pasó en Venezuela. Recuperarse de ese “pacto” costó décadas en Venezuela, desde 1958 hasta, digamos, 1989. Nosotros estamos transitando, espero, el período de descomposición del modelo…
Aclaro que dicho pacto comprometió también al PCE y, en consecuencia, a los movimientos sociales en los que era determinante su presencia e influencia. Me refiero al movimiento obrero, al estudiantil y al vecinal, principalmente.

13. ¿En qué medida crees que la población pudo incidir en que el desenlace fuera otro?

No creo que se pueda hablar de población sin adjetivarla. Si Franco murió en su cama, como suele decirse, fue porque el fascismo, mediante una estrategia de terror, disciplina y cierto grado de desarrollo económico y social, había conseguido un fuerte consenso.
La responsabilidad de que el desenlace fuera otro hay que buscarla en el campo de las organizaciones políticas, en concreto, de sus direcciones. No alentaron otra salida porque estaban comprometidas con esa estrategia.  Los únicos que se opusieron y resistieron fueron grupos de dirigentes políticos de los distintos movimientos populares, hubo muchísimas huelgas de trabajadores y estudiantes, manifestaciones legales e ilegales, mucha intervención policial, represión generalizada, acción de paramilitares, muertos… Recomiendo la lectura del libro de Alfredo Grimaldos, “La sombra de Franco en la Transición”.
La Transición fue cualquier cosa menos pacífica, como han vendido durante tantos años. Dirigentes y militantes, de distintos niveles, de todos los partidos comprometidos en la lucha antifranquista, se resistieron ante la “política oficial” de sus respectivas organizaciones,  y fueron acompañados en esta resistencia por miles de hombres, mujeres y jóvenes. De aquí el saldo de huelgas, conflictos y muertos.
Dejo un comentario para la reflexión. Hace unos días, comiendo en casa, mi madre manifestaba su cansancio por tanta corrupción, por todas las cosas que ahora con la crisis se están sabiendo, por la falta de honra de los políticos, por la injusticia y el maltrato a la gente humilde… ¿cómo es posible tanta corrupción, tanta maldad?, se preguntaba en voz alta. Yo le dije: - Mamá, no puede ser de otra manera, desde hace casi 40 años el sistema viene marginado y reprimiendo a los luchadores honrados.

Roete Rojo