jueves, 15 de diciembre de 2016

CONSTRUYENDO LA PAZ EN COLOMBIA


El día 21 de Noviembre se celebraba en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada un acto organizado por El Seminario Otro Pensamiento Es posible, dedicado a explicar los Acuerdos de Paz, firmados en La Habana, entre el Gobierno de la República de Colombia y las FARC-EP. Intervino como ponente principal el periodista y activista por los Derechos Humanos en Colombia, Jaime Cedano. El acto estuvo apoyado por un grupo de organizaciones como la UJCE y el PCE; así como por la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada.
Reproducimos a continuación la intervención de la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada.

Buenas tardes a todas y a todos:

PRIMERO: Como miembro de la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada quería hablar desde el público pero me han solicitado que lo hiciera desde la mesa.
Desde la creación de la “Simón Bolívar”, en 1998, hemos dedicado muchas actividades a contextualizar  la guerra que por más de 100 años azota al pueblo colombiano; a denunciar la terrible cifra de más de 6 millones de desplazados y desplazadas que el conflicto ha generado dentro de sus fronteras; a señalar cómo las mujeres eran víctimas principales de la violencia política; a explicar el papel saboteador que Colombia estaba jugando  en tiempos de “unidad bolivariana”,  a denunciar la persecución que el movimiento de solidaridad con el pueblo colombiano sufría por el simple hecho de serlo, aquí en nuestro país, etc. Nos hicieron pagar duro el compromiso.

En julio de 2008 era detenida en Madrid, a petición del juez Garzón y la Audiencia Nacional, antiguo Tribunal de Orden Público, nuestra querida compañera Remedios García Albert, miembro de OSPAAAL, por pertenencia al “grupo terrorista” de las FARC; eran tiempos de Uribe y Aznar. La prensa española y colombiana desataron una criminal campaña contra ella, que tuvo implacables consecuencias en su vida.

Otro juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, decidió en 2012 a instancias de la Fiscalía declarar nulas las pruebas contra nuestra compañera.

SEGUNDO: En realidad la guerra contra el pueblo colombiano, contra sus campesinos y campesinas,  contra sus mujeres humildes, contra la niñez, contra sus pueblos originarios, comenzó a inicios de las luchas por la independencia latinoamericana, cuando se conforma la nueva oligarquía colombiana de la tierra, la más xenófoba,  clasista y violenta del continente,  y se expropian en beneficio propio los campos y los recursos del país, mediante la utilización del naciente “Estado” como su brazo armado; se traiciona el ideario bolivariano y el Estado colombiano se convierte en vasallo estratégico del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, saboteando el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado en 1826. Triste destino para el país que el Libertador Simón Bolívar había soñado como corazón de la Gran Colombia, con la generosidad extrema que siempre lo caracterizó.

La propiedad de la tierra, y posteriormente de los recursos que contiene, son la base del terrorismo de Estado  (y aquí englobo al paramilitarismo) desarrollado desde entonces. Cualquier movimiento que haya intentado modificarla ha sido contestado con la violencia y el tormento extremos. Ya en el siglo XX, el asesinato de Eliézer Gaytán, Presidente del Partido Liberal y candidato a la Presidencia de la República, en 1948; el genocidio contra la Unión Patriótica fundada en 1985 y, en los últimos tiempos, el llamado “Plan Colombia” y los 10 años de Presidencia de Álvaro Uribe, la sobreinstalación de bases norteamericanas, los “falsos positivos”, etc., resultaron ser los períodos de mayor violencia, con el agravante de la imbricación del narcotráfico  y el paramilitarismo en las instituciones del Estado.

TERCERO: El debate y posterior posicionamiento sobre la posibilidad en estas condiciones de desarrollar la lucha política legal o no, ha sido permanente y cualquiera que haya sido la opción de unos sectores o de otros, debemos entenderlas como legítimas. Movimientos guerrilleros y movimientos sociopolíticos, en cualquiera de sus expresiones (lucha sindical de los trabajadores y los estudiantes, por los DDHH, lucha campesina, lucha de las mujeres, lucha de los pueblos indígenas, resistencia cultual, etc), DEBEN SER ENTENDIDAS COMO PARTE DEL MOVIMIENTO POPULAR POR LA VIDA Y LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL, INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA NACIONAL.

CUARTO.- Hoy, tras 6 largos años de conversaciones en La Habana, entre las FARC y el Estado colombiano; diálogos en los que han participado también representantes de las víctimas de la violencia política y la guerra, donde se han podido escuchar las voces de los y las campesinas, de los desplazados y desplazadas, de los voceros y voceras del movimiento por la paz y los DDHH, de los pueblos originarios, etc., parece que se apuesta firme por una salida política a la guerra y la violencia.
Seguro que entre los presentes queda la incertidumbre, la duda y el dolor al preguntarnos qué pasará luego de aprobados los acuerdos por el Congreso de la Nación. Ya sabemos quién ha defendido el NO en el referéndum convocado. Tenemos además la experiencia y la memoria de cómo se recrudeció el conflicto y la violencia en otros intentos (9 fijan los historiadores) fallidos de conversaciones de paz (como las iniciadas en El Caguán en 1999 entre el Presidente Andrés Pastrana y las FARC), o en aquellas conversaciones iniciadas en 1982, en tiempos de Belisario Betancurt,  cuando se creó la Unión Patriótica. De hecho los asesinatos políticos siguen produciéndose en medio de los actuales acuerdos.

Desde el movimiento internacionalista de solidaridad con los pueblos creemos que ha sido la lucha del pueblo colombiano la que ha propiciado los acuerdos de paz firmados en La Habana. Lo que ha quedado evidente en las últimas semanas cuando, tras los resultados del referéndum, se han producido extraordinarias movilizaciones en todo el territorio de la República  de todos los sectores afectados por la guerra y la violencia, a favor de la firma definitiva de los acuerdos.
EL HEROICO MOVIMIENTO POPULAR COLOMBIANO ha acumulado una gran experiencia; esta experiencia explica su capacidad de resistir en tan duras condiciones. En dicha experiencia debemos confiar. En ningún otro proceso de diálogos para construir la paz en Colombia el movimiento popular ha estado tan presente como en La Habana y en las calles de Colombia.

Al movimiento popular colombiano, pues, corresponde la capacidad de decidir. Y por nuestra parte, la voluntad de acompañamiento y solidaridad sin condicionantes.

Gracias

Roete Rojo

Plataforma “Simón Bolívar de Granada”