El día 21 de
Noviembre se celebraba en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada
un acto organizado por El Seminario Otro Pensamiento Es posible, dedicado a
explicar los Acuerdos de Paz, firmados en La Habana, entre el Gobierno de la
República de Colombia y las FARC-EP. Intervino como ponente principal el
periodista y activista por los Derechos Humanos en Colombia, Jaime Cedano. El
acto estuvo apoyado por un grupo de organizaciones como la UJCE y el PCE; así
como por la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada.
Reproducimos a
continuación la intervención de la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada.
Buenas tardes a todas y a todos:
PRIMERO: Como
miembro de la Plataforma “Simón Bolívar” de Granada quería hablar desde el
público pero me han solicitado que lo hiciera desde la mesa.
Desde la creación de la “Simón Bolívar”, en 1998, hemos
dedicado muchas actividades a contextualizar
la guerra que por más de 100 años azota al pueblo colombiano; a
denunciar la terrible cifra de más de 6 millones de desplazados y desplazadas que
el conflicto ha generado dentro de sus fronteras; a señalar cómo las mujeres
eran víctimas principales de la violencia política; a explicar el papel saboteador
que Colombia estaba jugando en tiempos
de “unidad bolivariana”, a denunciar la
persecución que el movimiento de solidaridad con el pueblo colombiano sufría
por el simple hecho de serlo, aquí en nuestro país, etc. Nos hicieron pagar duro el compromiso.
En julio de 2008 era detenida en Madrid, a petición del juez
Garzón y la Audiencia Nacional, antiguo Tribunal de Orden Público, nuestra querida
compañera Remedios García Albert, miembro de OSPAAAL, por pertenencia al “grupo
terrorista” de las FARC; eran tiempos de Uribe y Aznar. La prensa española y
colombiana desataron una criminal campaña contra ella, que tuvo implacables
consecuencias en su vida.
Otro juez de la Audiencia Nacional, Pablo Ruz, decidió en
2012 a instancias de la Fiscalía declarar nulas las pruebas contra nuestra
compañera.
SEGUNDO: En realidad
la guerra contra el pueblo colombiano, contra sus campesinos y campesinas, contra sus mujeres humildes, contra la niñez,
contra sus pueblos originarios, comenzó a inicios de las luchas por la
independencia latinoamericana, cuando se conforma la nueva oligarquía colombiana
de la tierra, la más xenófoba, clasista
y violenta del continente, y se
expropian en beneficio propio los campos y los recursos del país, mediante la
utilización del naciente “Estado” como su brazo armado; se traiciona el ideario
bolivariano y el Estado colombiano se convierte en vasallo estratégico del
gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, saboteando el Congreso
Anfictiónico de Panamá, convocado en 1826. Triste destino para el país que el
Libertador Simón Bolívar había soñado como corazón de la Gran Colombia, con la
generosidad extrema que siempre lo caracterizó.
La propiedad de la tierra, y posteriormente de los recursos
que contiene, son la base del terrorismo de Estado (y aquí englobo al paramilitarismo) desarrollado
desde entonces. Cualquier movimiento que haya intentado modificarla ha sido
contestado con la violencia y el tormento extremos. Ya en el siglo XX, el asesinato
de Eliézer Gaytán, Presidente del Partido Liberal y candidato a la Presidencia
de la República, en 1948; el genocidio contra la Unión Patriótica fundada en
1985 y, en los últimos tiempos, el llamado “Plan Colombia” y los 10 años de
Presidencia de Álvaro Uribe, la sobreinstalación de bases norteamericanas, los
“falsos positivos”, etc., resultaron ser los períodos de mayor violencia, con
el agravante de la imbricación del narcotráfico y el paramilitarismo en las instituciones del
Estado.
TERCERO: El debate y
posterior posicionamiento sobre la posibilidad en estas condiciones de
desarrollar la lucha política legal o no, ha sido permanente y cualquiera que haya sido la opción de unos
sectores o de otros, debemos entenderlas como legítimas. Movimientos
guerrilleros y movimientos sociopolíticos, en cualquiera de sus expresiones
(lucha sindical de los trabajadores y los estudiantes, por los DDHH, lucha
campesina, lucha de las mujeres, lucha de los pueblos indígenas, resistencia
cultual, etc), DEBEN SER ENTENDIDAS COMO PARTE DEL MOVIMIENTO POPULAR POR LA
VIDA Y LA PAZ CON JUSTICIA SOCIAL, INDEPENDENCIA Y SOBERANÍA NACIONAL.
CUARTO.- Hoy,
tras 6 largos años de conversaciones en La Habana, entre las FARC y el Estado
colombiano; diálogos en los que han participado también representantes de las
víctimas de la violencia política y la guerra, donde se han podido escuchar las
voces de los y las campesinas, de los desplazados y desplazadas, de los voceros
y voceras del movimiento por la paz y los DDHH, de los pueblos originarios,
etc., parece que se apuesta firme por una salida política a la guerra y la
violencia.
Seguro que entre los presentes queda la incertidumbre, la
duda y el dolor al preguntarnos qué pasará luego de aprobados los acuerdos por
el Congreso de la Nación. Ya sabemos quién ha defendido el NO en el referéndum
convocado. Tenemos además la experiencia y la memoria de cómo se recrudeció el
conflicto y la violencia en otros intentos (9 fijan los historiadores) fallidos
de conversaciones de paz (como las iniciadas en El Caguán en 1999 entre el
Presidente Andrés Pastrana y las FARC), o en aquellas conversaciones iniciadas
en 1982, en tiempos de Belisario Betancurt, cuando se creó la Unión Patriótica. De hecho
los asesinatos políticos siguen produciéndose en medio de los actuales
acuerdos.
Desde el movimiento internacionalista de solidaridad con los
pueblos creemos que ha sido la lucha del pueblo colombiano la que ha propiciado
los acuerdos de paz firmados en La Habana. Lo que ha quedado evidente en las
últimas semanas cuando, tras los resultados del referéndum, se han producido
extraordinarias movilizaciones en todo el territorio de la República de todos los sectores afectados por la guerra
y la violencia, a favor de la firma definitiva de los acuerdos.
EL HEROICO MOVIMIENTO POPULAR COLOMBIANO ha acumulado una
gran experiencia; esta experiencia explica su capacidad de resistir en tan
duras condiciones. En dicha experiencia debemos confiar. En ningún otro proceso
de diálogos para construir la paz en Colombia el movimiento popular ha estado
tan presente como en La Habana y en las calles de Colombia.
Al movimiento popular colombiano, pues, corresponde la
capacidad de decidir. Y por nuestra parte, la voluntad de acompañamiento y
solidaridad sin condicionantes.
Gracias
Roete Rojo
Plataforma “Simón Bolívar de Granada”
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