miércoles, 29 de octubre de 2014

ROBERT SERRA: "NUESTRA TAREA ES HACER IRREVERSIBLE LA REVOLUCIÓN"

El 1 de octubre pasado era asesinado, junto a su compañera María Herrera, el diputado más joven de la historia de Venezuela, Robert Serra, dirigente del PSUV. Sobre la significación de este suceso conversamos con el profesor de la Universidad “Simón Bolívar” de Venezuela, Dr. Jesús Peña Cedillo.
(Realizada para El Otro País de Este Mundo)

P. Profesor, sabemos del gran impacto emocional que han provocado estos asesinatos que se insertan, seguro, en un plan estratégico de desestabilización.  Comenzamos por preguntarle,  ¿Quién era Robert Serra?
R. Robert era la representación en vida de la nueva juventud surgida en el transcurso de la revolución bolivariana. Ello lo demostró, incluso antes de su reconocimiento público, en un memorable debate desarrollado en la sede de la Asamblea Nacional, en el 2007, entre jóvenes revolucionarios y opositores (evento que culminó con la vergonzosa huida del recinto por parte de estos últimos, luego de la paliza dialéctica recibida). Antes de ese evento, Robert había participado y presidido el “Cabildo Infantil y Juvenil de la ciudad de Caracas”, organizado para incentivar la participación de los niños, niñas y ‘adolescentes’ y para avanzar en su mayor reconocimiento como sujetos sociales con plenos derechos y para que ellos mismos fuesen capaces de defenderlos.
De allí pasó al mencionado debate, y luego llegó a ser a sus 23 años el diputado más joven de la historia venezolana, al ser electo a la Asamblea Nacional, en las elecciones del año 2010. Fue durante toda esa trayectoria una destacada personalidad pública, de verbo encendido y, tal vez lo más trascendente, con gran profundidad en sus planteamientos. De él se recuerdan frases que lo definen muy bien y que aquí combino y parafraseo: “… nuestra tarea en este momento no es obtener o defender un puesto público, sino hacer irreversible la revolución; y ello es inconcebible sin el desarrollo del poder popular”. Por ello seguía viviendo en la zona popular donde fue asesinado, por ello no se le observaba como un funcionario apoltronado, disfrutando las mieles del poder, sino que se caracterizaba por ser –más que un diputado- un activista social. Por eso mismo, por su incidencia movilizadora, fue que lo asesinaron.
P. Los asesinatos  están comprendidos dentro de un plan que viene de largo. ¿Asesinatos selectivos como una nueva estrategia?, ¿un salto cualitativo?, ¿cuál es el objetivo último? 
R. Como te indiqué en nuestra pasada entrevista en la etapa de las guarimbas, parte de la estrategia opositora (ya observable en ese momento) es la infiltración de dinámicas paramilitares y terroristas en la escena política venezolana, cuya historia es ajena a ese tipo de acontecimientos.
Es claro que las enseñanzas fundamentales para ese propósito provienen de Colombia, del capo mafioso Álvaro Uribe Vélez. Los videos obtenidos recientemente por la inteligencia policial sobre las acciones que Laurent Gómez Saleh (líder juvenil opositor) estaba organizando desde Colombia y desde el Estado Táchira (Venezuela), incluían de modo expreso, sin necesidad de mayor interpretación, que uno de sus propósitos es eliminar a veinte ‘muñecos’ de la revolución; no dirigentes de primerísima línea ‘porque son difíciles de alcanzar’, sino líderes con gran incidencia operativa. El dibujo exacto de lo que era Robert Serra (y antes que él, el de Eliecer Otaiza, también asesinado durante este año). Cuadra igualmente con el perfil del primer muerto de las guarimbas, el 12 de febrero de este año, uno de los líderes populares del barrio “23 de enero”. Demasiadas coincidencias como para seguir siendo ingenuos.
Debemos insistir en que no es un plan hecho de retazos que se van cumpliendo de vez en cuando. Hay otros elementos de los planes documentados en los videos de Saleh, que han estado ejecutándose durante todo el año: el uso de francotiradores contra las fuerzas armadas y policiales en los eventos de calle, la conformación de grupos especializados para ‘calentar’ las manifestaciones supuestamente ‘pacíficas’, el uso de ONGs, en apariencia defensoras de la libertad y la democracia, como tapaderas, etc. En Estados Unidos o en Europa, los involucrados en hechos de esta naturaleza hubiesen sido llamados a declarar o habrían sido detenidos de una vez. Aquí no ha pasado mayor cosa, salvo en contra de los autores materiales directos, que sabemos son apenas la parte inferior de la cadena.
P. El fenómeno del paramilitarismo y sus vínculos con Colombia, ¿2000 kilómetros de agresiones históricas?
La huella del paramilitarismo y el narcotráfico es inocultable y están ligados, claro, a esos 2000 kilómetros de frontera que compartimos con Colombia y que han sido, desde la época de la lucha por la Independencia, símbolo de la confrontación de dos proyectos estratégicos. En términos más actuales, los acontecimientos están derivando (en una de sus vertientes) hacia un intento de reedición de la masacre perpetrada contra la Unión Patriótica en Colombia. A nuestro juicio, los radicales opositores han concebido como una alternativa rentable el exterminio físico de los revolucionarios y la extensión del miedo y el terror en el seno de toda la sociedad venezolana. Por supuesto, a diferencia del caso colombiano, se espera que aquí el Estado no se haga cómplice de los actos criminales.
P.  ¿Cómo ha sido la reacción del gobierno y del pueblo ante estos horribles asesinatos?
R. La indignación y el dolor son las manifestaciones del momento actual. Siempre es terrible la pérdida de un líder, pero en este caso se conjugan dos elementos que aumentan la emotividad: la juventud del asesinado, con todo por entregar a la vida y a la revolución; y la manera en que fue asesinado, demasiado brutal para entrar en detalles; expresiones del nivel alcanzado por el odio fascista.
Por otro lado, uno de los objetivos de ese tipo de actos es buscar el descontrol popular. No les importa nada que en tal situación sean los propios opositores los destinatarios de acciones de venganza. Con ello hubiesen cantado un éxito adicional. Pero el liderazgo nacional mostró de nuevo su alcance, al controlar por completo las acciones violentas que, en respuesta, algunos sectores populares llegaron a asomar.
P. Impresiona, una vez más, que el pueblo no haya caído en la provocación ni en el error de la acción-reacción…
R. La pregunta que muchos nos hacemos es hasta cuándo ese control podrá seguir manteniéndose. Recordemos que en abril del año pasado, luego de las elecciones, decenas de personas del sector bolivariano murieron por el llamado de Capriles a desconocer los resultados. Durante las guarimbas, otros tantos muertos se contaron, también mayoritariamente vinculados al bolivarianismo o las fuerzas policiales y militares que intentaban deshacer las barricadas. Ahora los asesinatos selectivos se han hecho evidentes. Ojalá que no, pero la próxima escalada podrían ser directamente atentados terroristas.
El otro ingrediente explosivo es la institucionalidad judicial. Hasta ahora también se ha confiado en que funcione la ley. Cierto que algunos responsables materiales de todos esos crímenes, incluido el de Robert, están presos; pero la lenta y tímida actuación de la fiscalía y los jueces deja mucho que desear (sin duda, ellos mismos son sujetos de las acciones atemorizantes; al respecto, recuérdese el asesinato del fiscal Danilo Anderson, casi el único que actuaba con decisión contra los golpistas del 2002). Súmesele a todo este cóctel explosivo, el hecho de que la justicia venezolana, siempre en plan humanista, hace poco otorgó casa por cárcel a otro más de los autores principales de las masacres del 12 de abril del 2002, en este caso a  Simonovic; ya antes habían sido beneficiados también ‘por problemas de salud’, los otros dos dirigentes policiales de ese momento, Vivas y Forero.
Mi opinión es que resultará difícil seguir manejando esta situación sin que empiecen a producirse fracturas en el comportamiento hasta ahora disciplinado de los movimientos populares.
P. ¿Se tiene confianza en que las autoridades resuelvan el caso con la mayor rapidez?
R. Los autores materiales parecen ya estar plenamente identificados (algunos capturados). Pero ante tantas evidencias que apuntan hacia la autoría intelectual, en específico la vinculación existente con la banda de Uribe y Saleh (y sus lazos con María Machado y Antonio Ledezma, como mínimo), en teoría, la resolución del caso pareciese estar al alcance de la justicia. Pero sinceramente dudo  de que se vaya más allá de los autores directos materiales. No hacerlo será, a mi juicio, un nuevo error de parte de los dirigentes de la revolución (equivalente a la amnistía que en su momento les dio el Presidente Chávez); error que pagaremos en el futuro cercano con más desestabilización y con la necesidad y obligación de tomar medidas más contundentes.
P. ¿Qué hacer?
Diría que sólo una línea firme de cero impunidad puede ponerle coto al fascismo en su etapa de despliegue violento, que es en la que estamos hace tiempo.  Hasta ahora los pasos dados en esta dirección son más bien tímidos y requieren una urgente redefinición, que incluya la participación efectiva del Poder Popular en esferas como la inteligencia y la prevención de la actividad fascista, superando la fase actual en la que el Poder Popular está demasiado restringido a la acción comunitaria local. Sería, además, la mejor forma de seguir el legado de Robert Serra.
Gracias, profesor Peña.

Roete Rojo



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