jueves, 28 de agosto de 2014

EL ESPEJISMO DE LA IZQUIERDA CAUTIVA (Comentarios a los resultados electorales en España, 2003)

Estoy rescatando textos antiguos. Me encontré con éste, justo cuando estaba escribiendo sobre los últimos resultados de la Encuesta de Población Activa (EPA) y sobre los resultados del último estudio sobre intención de voto, realizado por el Instituto Nacional de Estadística. ¡Resulta tan difícil comprender lo que hoy está pasando a niveles políticos en el Estado español, sin echar una mirada reflexiva a nuestro pasado más reciente! Por eso decidí publicar en el blogs mis comentarios sobre los resultados de las elecciones municipales de 2003; también autonómicas en algunas Comunidades. Recuerdo muy bien la coyuntura: estaba harta de ser la agorera de todas nuestras amistades que vaticinaban un triunfo de las izquierdas, dado el nivel de movilizaciones populares que se habían sucedido. Por desgracia, los peores augurios se confirmaron. Con un 32.33% de abstención, el PSOE obtuvo 7.999.178 votos (34.38%), el PP, 7.875.762 (33.85) e IU, 1.394.871 (5.99), respectivamente. Por las características de nuestra Ley Electoral, el PP obtuvo mayor número de concejales, ganando en 35 de las 52 capitales de provincia, en 27 de ellas por mayoría absoluta; ganó igualmente en 9 de las 13 Comunidades Autónomas, que fueron a elecciones.


            Con más de un 30% de abstención , el Partido Popular puede estar satisfecho con los resultados obtenidos en las elecciones municipales (y autonómicas en algunas Comunidades), celebradas el domingo 25 de mayo.
            En los meses previos, se produjeron  multitud de movilizaciones, con una participación masiva y presencia importante de la juventud: contra la Ley de Ordenación Universitaria, contra la reforma de la Ley de Extranjería; Huelga General para frenar la última contrarreforma laboral impulsada por el Gobierno del PP. A lo que habría que sumar el impacto que la catástrofe del “Prestige” produjo y la responsabilidad no asumida del Gobierno.
            Las elecciones se convocaban, pues, en el peor momento para el Partido Popular, en medio de una impugnación constante a políticas internas e internacionales. La Contracumbre de Barcelona, el Foro Transatlántico o la Contracumbre de Sevilla aguaron los “festejos” de la Presidencia española de la Unión Europea, durante el 2002.
            Desde principios de 2003 mucha gente sacaba conclusiones sobre cómo afectaría la contestación social sobre los resultados electorales de mayo. Cierto que es difícil vivir sin esperanzas y que el optimismo histórico es necesario en cualquier empresa transformadora. Pero ese optimismo no puede arrasar con la experiencia y la memoria histórica de las últimas décadas.
Tan acostumbrada la izquierda a hacer tabla rasa con el pasado sin pararse a medir las consecuencias últimas de su irresponsabilidad, ha olvidado que durante los años de gobiernos del PSOE, también se produjeron movilizaciones multitudinarias (4 Huelgas Generales; luchas muy radicalizadas en las comarcas afectadas por procesos de reconversión industrial y la más politizada de todas, con motivo del ingreso de España en la OTAN), sin que ello afectara al panorama electoral.
            Sociológicamente, nos guste o no, el mapa de España rezuma conservadurismo por muchos de sus poros. Conservadurismo que es expresión del grado de asentimiento, de consenso que diría Gramsci, alcanzado por el sistema de dominación salido de la “Transacción Política”. Conservadurismo acrecentado durante los gobiernos del PSOE, cuando sectores que habían creído en la política del “cambio” comprobaron el carácter antiobrero y antipopular de sus gobiernos. El conservadurismo, como fenómeno de masas, sienta sus raíces, además,  en una situación de inestabilidad e incertidumbre económica, que lanza a miles de trabajadores y trabajadoras al desempleo y la exclusión pero que permite a otros la locura del endeudamiento en base a jornadas y condiciones de trabajo desconocidas por las generaciones anteriores. El conservadurismo se expresa como miedo a cualquier cambio, una necesidad de agarrarse a lo que hay, una negación al compromiso o la simple sorpresa.
            En el subconsciente quedan aún demasiados sedimentos producto de décadas de fascismo paternalista. Pervive la pleitesía ante el poder, la aceptación de la corrupción generalizada; el caciquismo ha sobrevivido como superestructura una vez desaparecidas las condiciones económicas que lo sustentaban. Sólo desde este análisis resulta comprensible el apoyo electoral al PP en Galicia o el castigo recibido por el Bloque Nacionalista Gallego en las zonas más afectadas por el chapapote. La pregunta que se han hecho los afectados por la marea negra ha sido: ¿Quién va a gestionar las ayudas prometidas? La respuesta en forma de apoyo electoral es clara y significativa.
            No quiso la izquierda cautiva hacer una valoración rigurosa de los límites de las movilizaciones contra la intervención en Irak. De haberlo hecho hubiese sido más cautelosa en sus expectativas; craso error electoralista pues un gran sector de los movilizados no estaba pensando su protesta y lucha en esos términos. Muy al contrario su protesta y lucha incluía también su desprecio a un sistema electoral en el que para nada se sienten representados, así como su desprecio más o menos elaborado a los partidos del sistema. En un cartel de una organización estudiantil granadina, tras las movilizaciones contra la LOU, pudimos leer: “Yo voto, tu votas, el vota, nosotros votamos, vosotros votáis y ellos deciden”.
            Las movilizaciones, objetivamente extraordinarias, deberían haber servido, por el contrario, para un cambio de mentalidad y estrategia de aquellos que se reclaman de izquierdas. Cambios en profundidad y no “afeites” engañosos que resultaron engañar solo a ellos mismos…¿Cómo olvidar que los que hoy levantan la bandera contra la guerra ayer nos metieron en la OTAN? Los estudiantes pudieron comprobar cómo los Claustros que defendieron la desobediencia ante la LOU pasteleaban meses después con el Ministerio de Educación para su aplicación; los trabajadores y las trabajadoras movilizadas por los sindicatos han visto cómo sus derechos son suprimidos a nivel de empresa, etc. Todos hemos podido comprobar cómo Gobierno y oposición atacaban los derechos democráticos del pueblo vasco, incluidos los de asociación con fines electorales.
            Magníficas movilizaciones que reclaman otro modo de entender la democracia y la participación democráticas. Que señalan la necesidad de bajar al cuerpo social y desplegar todos los esfuerzos en el camino de la vertebración y estabilización del movimiento popular. En fin: el siempre camino difícil de organizar al pueblo para disputarle la hegemonía al bloque en el poder.
            Todo hijo de vecino se ha permitido una valoración de los resultados electorales. Ninguno ha mencionado la curiosa situación producida en relación a las elecciones municipales de 1931 que, sin haberlo propuesto nadie, acabaron proclamando la II República: la derecha ganó en número de votos pero en las zonas rurales y en el interior del país; las izquierdas ganaron en las grandes ciudades donde supuestamente, pasados más de 70 años, siguen viviendo, y en mayor número, los sectores de mayor vitalismo político y social. En estas elecciones municipales de 2003, la derecha ha barrido en las grandes ciudades y la izquierda, a duras penas ha mantenido su mayoría en las zonas rurales y en el interior. Curiosos resultados que exigirían algo más que palabras altisonantes.
            En Andalucía los herederos del fascismo histórico han reconquistado, entre otras ciudades, la de Granada. Los datos definitivos se hacían públicos justo el 26 de mayo, en el 172 aniversario de la ejecución a garrote vil de Mariana Pineda por haber defendido los ideales republicanos y la libertad.
           
En Granada, mayo de 2003
Roete Rojo



1 comentario:

  1. ¿Podrá Podemos cambiar ese panorama electoral?
    En casi afirmativo, ¿qué consecuencia políticas tendrá ese cambio electoral?
    Abrazos múltiples de un librepensador

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