Estoy rescatando textos antiguos. Me encontré con
éste, justo cuando estaba escribiendo sobre los últimos resultados de la Encuesta de Población
Activa (EPA) y sobre los resultados del último estudio sobre intención de voto,
realizado por el Instituto Nacional de Estadística. ¡Resulta tan difícil
comprender lo que hoy está pasando a niveles políticos en el Estado español,
sin echar una mirada reflexiva a nuestro pasado más reciente! Por eso decidí
publicar en el blogs mis comentarios sobre los resultados de las elecciones
municipales de 2003; también autonómicas en algunas Comunidades. Recuerdo muy
bien la coyuntura: estaba harta de ser la agorera de todas nuestras amistades
que vaticinaban un triunfo de las izquierdas, dado el nivel de movilizaciones
populares que se habían sucedido. Por desgracia, los peores augurios se
confirmaron. Con un 32.33% de abstención, el PSOE obtuvo 7.999.178 votos
(34.38%), el PP, 7.875.762 (33.85) e IU, 1.394.871 (5.99), respectivamente. Por
las características de nuestra Ley Electoral, el PP obtuvo mayor número de
concejales, ganando en 35 de las 52 capitales de provincia, en 27 de ellas por
mayoría absoluta; ganó igualmente en 9 de las 13 Comunidades Autónomas, que
fueron a elecciones.
Con más de un 30% de abstención , el Partido
Popular puede estar satisfecho con los resultados obtenidos en las elecciones
municipales (y autonómicas en algunas Comunidades), celebradas el domingo 25 de
mayo.
En los meses previos, se produjeron multitud de movilizaciones, con una
participación masiva y presencia importante de la juventud: contra la Ley de Ordenación Universitaria, contra la
reforma de la Ley de
Extranjería; Huelga General para frenar la última contrarreforma laboral impulsada por el Gobierno del PP. A lo que
habría que sumar el impacto que la catástrofe del “Prestige” produjo y la responsabilidad no asumida del Gobierno.
Las elecciones se convocaban, pues, en el peor momento
para el Partido Popular, en medio de una impugnación constante a políticas
internas e internacionales. La Contracumbre de Barcelona, el Foro Transatlántico o la Contracumbre de
Sevilla aguaron los “festejos” de la Presidencia española de la Unión Europea , durante el 2002.
Desde principios de 2003 mucha gente sacaba conclusiones
sobre cómo afectaría la contestación social sobre los resultados electorales de
mayo. Cierto que es difícil vivir sin esperanzas y que el optimismo histórico
es necesario en cualquier empresa transformadora. Pero ese optimismo no puede
arrasar con la experiencia y la memoria histórica de las últimas décadas.
Tan
acostumbrada la izquierda a hacer tabla rasa con el pasado sin pararse a medir
las consecuencias últimas de su irresponsabilidad, ha olvidado que durante los
años de gobiernos del PSOE, también se produjeron movilizaciones
multitudinarias (4 Huelgas Generales; luchas muy radicalizadas en las comarcas
afectadas por procesos de reconversión industrial y la más politizada de todas,
con motivo del ingreso de España en la
OTAN ), sin que ello afectara al panorama electoral.
Sociológicamente, nos guste o no, el mapa de España
rezuma conservadurismo por muchos de sus poros. Conservadurismo que es
expresión del grado de asentimiento, de consenso que diría Gramsci, alcanzado
por el sistema de dominación salido de la “Transacción Política”.
Conservadurismo acrecentado durante los gobiernos del PSOE, cuando sectores que
habían creído en la política del “cambio” comprobaron el carácter antiobrero y
antipopular de sus gobiernos. El conservadurismo, como fenómeno de masas,
sienta sus raíces, además, en una
situación de inestabilidad e incertidumbre económica, que lanza a miles de
trabajadores y trabajadoras al desempleo y la exclusión pero que permite a
otros la locura del endeudamiento en base a jornadas y condiciones de trabajo
desconocidas por las generaciones anteriores. El conservadurismo se expresa como miedo a cualquier cambio, una
necesidad de agarrarse a lo que hay, una negación al compromiso o la simple
sorpresa.
En el
subconsciente quedan aún demasiados sedimentos producto de décadas de fascismo
paternalista. Pervive la pleitesía ante el poder, la aceptación de la
corrupción generalizada; el caciquismo ha sobrevivido como superestructura una
vez desaparecidas las condiciones económicas que lo sustentaban. Sólo desde
este análisis resulta comprensible el apoyo electoral al PP en Galicia o el
castigo recibido por el Bloque Nacionalista Gallego en las zonas más afectadas
por el chapapote. La pregunta que se han hecho los afectados por la marea negra
ha sido: ¿Quién va a gestionar las ayudas prometidas? La respuesta en forma de
apoyo electoral es clara y significativa.
No quiso la izquierda cautiva hacer una valoración
rigurosa de los límites de las movilizaciones contra la intervención en Irak.
De haberlo hecho hubiese sido más cautelosa en sus expectativas; craso error
electoralista pues un gran sector de los movilizados no estaba pensando su
protesta y lucha en esos términos. Muy al contrario su protesta y lucha incluía
también su desprecio a un sistema
electoral en el que para nada se sienten representados, así como su desprecio
más o menos elaborado a los partidos del sistema. En un cartel de una
organización estudiantil granadina, tras las movilizaciones contra la LOU , pudimos leer: “Yo voto,
tu votas, el vota, nosotros votamos, vosotros votáis y ellos deciden”.
Las movilizaciones, objetivamente extraordinarias,
deberían haber servido, por el contrario, para un cambio de mentalidad y estrategia
de aquellos que se reclaman de izquierdas. Cambios en profundidad y no
“afeites” engañosos que resultaron engañar solo a ellos mismos…¿Cómo olvidar
que los que hoy levantan la bandera contra la guerra ayer nos metieron en la OTAN ? Los estudiantes pudieron
comprobar cómo los Claustros que defendieron la desobediencia ante la LOU pasteleaban meses después
con el Ministerio de Educación para su aplicación; los trabajadores y las
trabajadoras movilizadas por los sindicatos han visto cómo sus derechos son suprimidos
a nivel de empresa, etc. Todos hemos podido comprobar cómo Gobierno y oposición
atacaban los derechos democráticos del pueblo vasco, incluidos los de
asociación con fines electorales.
Magníficas movilizaciones que reclaman otro modo de
entender la democracia y la participación democráticas. Que señalan la
necesidad de bajar al cuerpo social y desplegar todos los esfuerzos en el
camino de la vertebración y estabilización del movimiento popular. En fin: el
siempre camino difícil de organizar al pueblo para disputarle la hegemonía al
bloque en el poder.
Todo hijo de vecino se ha permitido una valoración de los
resultados electorales. Ninguno ha mencionado la curiosa situación producida en
relación a las elecciones municipales de 1931 que, sin haberlo propuesto nadie,
acabaron proclamando la II República :
la derecha ganó en número de votos pero en las zonas rurales y en el interior
del país; las izquierdas ganaron en las grandes ciudades donde supuestamente,
pasados más de 70 años, siguen viviendo, y en mayor número, los sectores de
mayor vitalismo político y social. En estas elecciones municipales de 2003, la
derecha ha barrido en las grandes ciudades y la izquierda, a duras penas ha
mantenido su mayoría en las zonas rurales y en el interior. Curiosos resultados
que exigirían algo más que palabras altisonantes.
En Andalucía los herederos del fascismo histórico han
reconquistado, entre otras ciudades, la de Granada. Los datos definitivos se
hacían públicos justo el 26 de mayo, en el 172 aniversario de la ejecución a
garrote vil de Mariana Pineda por haber defendido los ideales republicanos y la
libertad.
En
Granada, mayo de 2003
Roete
Rojo
¿Podrá Podemos cambiar ese panorama electoral?
ResponderEliminarEn casi afirmativo, ¿qué consecuencia políticas tendrá ese cambio electoral?
Abrazos múltiples de un librepensador