Siempre
me gustó seguir los resultados de las encuestas y estudios procedentes de
instituciones oficiales. Las cifras en sí pueden no ser nada. Sus conclusiones
políticas, fácilmente manipulables. A pesar de ello, me gustan. Me sirven para
contrastar hasta dónde mi análisis de la realidad, eso que suelo definir como
un trabajo de psicología social doméstica, a pie de autobús y de las tiendas de
mi barrio, resulta ser mera especulación o alucinación. No es por echarme
flores pero mis conclusiones resultan ser bastante objetivas. Creo que esto se
debe a que todos esos datos que voy recogiendo en mi ir y venir entre la clase
trabajadora, de la que formo parte,
pueden ser “metabolizados” con un método, el marxismo, que me acompaña como
una segunda piel.
En
cuanto a la manipulación, no puedo dejar de poner el ejemplo más abusivo y
canalla. Nos explicaba el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, hace tan solo
unos días, después de las cifras aportadas por el Instituto Nacional de Empleo
(INEM), que en España estamos creando empleo; cuando en realidad se siguen destruyendo decenas de miles de puestos de
trabajo. La trampa es muy simple:
dadas las condiciones laborales que se han propiciado, la precariedad en el
empleo va en aumento; una de las expresiones de dicha precariedad son los
contratos a tiempo parcial, es decir, de una hora al día, de varias horas a la
semana, y mil variantes. Pero el trabajador sometido a esas condiciones de
sobreexplotación ha dejado de estar en el paro y ha pasado a engrosar las
cifras de los que han encontrado empleo. Ahora bien, si fijamos la jornada
laboral media en torno a las 39 horas semanales, por ejemplo, para haber creado un puesto de trabajo, se
necesitarían al menos 6.5 trabajadores de los que trabajan 6 horas a la semana.
Ahí está la trampa del canalla de Rajoy.
Los
resultados de la última encuesta del Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS), sobre intención de voto, son muy
apetitosos de comentar y de buscar en el comentario un análisis más de fondo.
El
sistema electoral ha quedado, según esta encuesta, “patas arriba”. La crisis
del modelo pactado en la “Transacción Política”, sigue haciendo aguas, a pesar
de que nos hayan cambiado a un Borbón por otro.
Los
partidos tradicionales, sostén del bipartidismo, siguen descendiendo; el
descrédito comienza a afectar también a organizaciones políticas como Izquierda
Unida y UPyD. Todo lo cual es producto, según los analistas, de la irrupción de
un nuevo partido llamado Podemos, que podría convertirse en la tercera fuerza
política a nivel de Estado. A esta situación la califican algunos de “burbuja
electoral”.
En
determinadas ocasiones una no tiene más remedio que sufrir de forma voluntaria.
Siempre las encuestas del CIS sobre intención de voto generan de inmediato
“debates” en los medios. Hay que tragarse de modo literal, ya que digerirlo
sería imposible, las cosas que dicen. Yo cojo una libreta y anoto frases
contundentes. Soslayo, por supuesto, los
programas más “cutres”, aquellos que
reúnen a toda una pléyade de antiguos izquierdistas hace tiempo convertidos en
repugnantes paladines del fascismo más rancio porque a estas alturas de la
vaina, mi estómago no los soporta.
En
resumen, los más “presentables” vienen a
decir lo siguiente: que el voto “transversal” de Podemos, que arranca electores
a todos los partidos sin excepción, es un voto “emocional” (opuesto al voto
racional), de rabia o castigo a los partidos tradicionales, a modo de aviso
para que dichos partidos tradicionales tomen nota del cabreo generalizado; y, a
partir de ahí comienzan las descalificaciones: populismo mussoliniano,
populismo bolivariano, populismo utopista; carencia de propuestas, generalidad
al señalar los problemas que a todos preocupan (paro, vivienda, salud, etc.); inviabilidad
orgánica. ¡En ningún caso!, se rasgan las vestiduras, el voto a Podemos puede
ser interpretado como quiebra del sistema político; como mucho, una algarada de
primavera o una subida hormonal…
Se
nota que están nerviosos, muy nerviosos.
“Cosas
veredes, Sancho”, les digo en silencio y recuerdo una anécdota que me ocurriera
en Rímini, creo que en el año 1999, cuando tuve la oportunidad de entrevistar a
Carolus Wimmer, responsable de relaciones internacionales del Partido Comunista
de Venezuela. Habíamos hablado de muchos temas que tenían que ver con la
actualidad venezolana y, entrando en el tema de la distorsión que provocaban
los medios, de las campañas de difamaciones contra Hugo Chávez, de la impunidad
con la que se comportaban, Carolus me dijo:
- Camarada, apague por
favor su grabadora. Lo que voy a decirle queda sólo entre nosotros… ¿Usted sabe
por qué Chávez es como el Güaire? Yo le contesté que no, y él concluyó su
“cuento”: - Porque cuanta más mierda le echan, más crece[i].
Al
margen de estas intenciones de voto, me interesa detenerme en algunos aspectos
sociológicos que me han llamado de modo especial la atención.
Resulta
que, entre los votantes del PP, son mayoría los que solo tienen estudios
primarios. Y entre los del PSOE, los sin estudios. Siendo los mayores de 55
años, la principal base electoral de ambos partidos tradicionales.
Comentaba
en un artículo publicado en Público,
Aníbal Malvar, en relación a estos datos que “las personas más desfavorecidas
por el sistema son las que más votan al sistema”.
De
aquí mi pregunta, que no es nueva: ¿Dónde el sujeto histórico?
Queda
claro que los sectores más vulnerables al consenso de la economía especulativa
resultaron ser los sectores populares y, muy concretamente, la clase
trabajadora. Devastada por las políticas de ajuste son ahora, también, las que
manifiestan menos capacidad crítica. En la votación que se presume según la
encuesta del CIS al Partido Popular, existe un porcentaje de voto ideológico
propio; al que se añade en mayor proporción el de los sectores de trabajadores
más castigados por las políticas de ajuste.
Por
el contrario, en ese voto “transversal” que se inclina por PODEMOS, encontramos
a sectores urbanos de las clases medias, un sector de asalariados, titulados de
grado superior, funcionarios, técnicos, jóvenes de distintos orígenes sociales,
etc.
Todo
tiene su por qué, nada transcurre en el vacío, está claro. A las
transformaciones orgánicas sufridas por la clase obrera tradicional, en el
proceso de adecuación de nuestro capitalismo periférico a los dictados del
modelo de integración imperialista europeo (lo que llamaríamos las condiciones
objetivas), hay que sumar el abandono y el maltrato al que ha sido sometida la
clase obrera, generación tras generación, por sus organizaciones tradicionales,
sindicatos y partidos (lo que llamaríamos las condiciones subjetivas). Son parte
del modelo político y económico apátrida impuesto, renunciaron hace décadas al
trabajo imprescindible de organización, articulación y formación que
históricamente hizo que la “clase obrera en sí”, se desarrollara hasta
conformar la “clase obrera para sí”. Como en tantas otras coyunturas
históricas, la crisis social, por muy aguda que sea, no conduce de modo
irremediable a la
Revolución … también es el sustento del fascismo y del
autoritarismo.
En
mi época como estudiante universitaria existía una organización, Plataformas Anticapitalistas, que tenía en el
distrito de Granada una fuerza muy considerable. Uno de sus dirigentes se
llamaba Fernando; un joven instruido y brillante con el que, pasados muchos
años, llegué a construir una sólida amistad. Siempre crítico con los sectores
del marxismo-leninismo, conmigo sin ir más lejos pues nunca dejé de serlo.
Hace
unos diez años, una tarde, pasó por nuestra casa para saludarnos; no estábamos.
Decidió esperar un rato, dando vueltas por el barrio y sus placetas, en espera
de que llegáramos. Los puntos neurálgicos estaban a esas horas repletos de
jóvenes de ambos sexos, hijos de trabajadores manuales, clase obrera pura y dura;
toda esa juventud con motos haciendo ruido con los tubos de escape preparados
para ello, recorriendo a gran velocidad las estrechas calles poniendo en riesgo
la seguridad de ancianos y niños; violentos con la gente, violentos entre
ellos, siempre consumiendo drogas a la vista de todo el mundo; ignorantes
desertores del sistema de educación; imposible el diálogo con ellos, tenían el
barrio infectado de puntos de droga y de venta de artículos robados, las plazas
sucias y peligrosas fueron abandonadas por los viejitos y sus tertulias a la
sombra de los árboles; hostigaban todas las tardes a las mujeres que se reunían
en el Taller de Manualidades, incluso a la señora Dolores la amenazaron en
muchas ocasiones y un día de Reyes, un niño en moto de 14 años se llevó a una
de sus nietas a dar un paseo y la violó en las tapias del cementerio. La
mayoría del barrio, hombres y mujeres, defendieron al muchacho. Fue una
etapa terrible la que llegó con el ladrillo. Mientras, los hijos e hijas de
las llamadas clases medias, de empleados públicos, propietarios medianos o
grandes de tierras o negocios, llegaban uniformados de los colegios privados…
Matizo
que en ambos “bandos” hubo excepciones; estoy reflejando la situación general y
les comento que no vivo en Nueva York, ni mi barrio se llama Harlem. Nuestro
pueblo es un municipio del área metropolitana de Granada, por entonces próximo
a los 10.000 habitantes, con una fuerte tradición de lucha obrera y popular. Mi
barrio, llamado “de los alemanes” porque las casas las fueron comprando los
emigrantes del pueblo que estaban en Alemania, tiene una población estable, los
vecinos y vecinas nos conocemos desde principios de los años 80.
El
ojo analítico de mi amigo Fernando observaba este panorama y sacaba sus propias
conclusiones. Conociendo mi ideología y los debates que mantuvimos en nuestra
común trinchera de la lucha antifranquista, no quiso abandonar el pueblo sin
dejarme una nota en el buzón de correos. Era simple pero demoledora: “Niña, he
estado dando vueltas por el barrio y no puedo regresar a Málaga sin preguntarte
si aún sigues creyendo en el “sujeto histórico”.
No
pude más que reírme y volver a maldecirlo con cariño pero en silencio, como
cuando éramos jóvenes y nos enfrentábamos en las asambleas de facultad.
Lo
malo, Fernando, es que tengo que contestarte que SÍ, QUE SIGO CREYENDO QUE SIN
SUJETO HISTÓRICO NO HAY TRANSFORMACIÓN Y QUE EL NÚCLEO DE ESE SUJETO HISTÓRICO
NO PUEDE SER OTRO QUE LA CLASE OBRERA.
Roete
Rojo
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