Con este calor propio de nuestro clima continental es
difícil no perder la poca cordura que nos queda. Escribo ésto porque soy
consciente de que tengo el blogs un poco, o un mucho abandonado. Lo cual no
quiere decir que esté de brazos cruzados.
Hace algún
tiempo comencé a leer el libro de Marta Osorio, “Miedo, olvido y fantasía”, que
recopila la investigación realizada por Agustín Penón sobre Federico García
Lorca. El libro me impactó tanto que decidí que, en cuanto tuviera tiempo,
haría una reseña bibliográfica. Aproveché el calor que te impide hacer multitud
de cosas y, sobre todo, te obliga a permanecer encerrada. Pero el libro me
comió a mí. Quiero decir que me puse a escribir y a escribir y la reseña
bibliográfica acabó teniendo muchas páginas. Pensé, además, que tendría que
aprovechar la circunstancia de que la autora, Marta Osorio, es granadina y en
la ciudad del desamparo vive, para enviarle lo escrito y que ella me hiciera
llegar su opinión. Esto lleva su tiempo. La próxima semana ha aceptado revisar
el material. Desde aquí, ya, le agradezco que atendiera la llamada telefónica y
que lo hiciera con tanto cariño y comprensión. El profesor Julio Pérez Serrano
le ha dado el visto bueno al artículo, la reseña se convirtió en artículo, y
con buen criterio ha aceptado esperar a saber los comentarios de Marta Osorio.
Cuando este proceso acabe, será publicado en Historia Actual Online; y,
posteriormente, en mi blogs.
Mientras
espero pienso trabajar un material inédito de Juan Ramos Camarero, dedicado a
Rosa Díez, portavoz de la formación política UPyD. Un material escrito hace
bastantes años pero premonitorio. Le he dado muchas vueltas a este amplio
artículo de Juan. No era fácil hacer, después de su muerte, el trabajo que en
tantas ocasiones en vida acepté hacer. Ahora he tomado la decisión.
Hace mucho
calor. Recuerdo las anécdotas que contaba Juan, Joan, sobre su infancia, cuando
acompañaba a su madre mientras trabajaba como jornalera en los campos de
Íllora. Él se quedaba solo debajo de un chaparro, esperando que el sol
estuviera en determinada posición. Era la señal dada por su madre de que podía
bajar a las eras a buscarla y compartir la comida de la cesta… hasta que un día
se quemó los ojos, de seguir la marcha del sol con su mirada, apremiado por el
hambre.
Les narro
ahora una anécdota que me ocurrió en Caracas, en julio de 2002. Era la segunda
vez que visitaba la ciudad y la primera tras el golpe de Estado de abril.
Acudía a una reunión del Foro Social Mundial, capítulo Venezuela. Las sesiones
eran un auténtico bochinche; nunca se respetaban los horarios ni se sabía el
lugar exacto de las reuniones. Decidí, pues, “ir a mi bola”, asistir a algunas
reuniones plenarias y dedicar el resto del tiempo a recorrer el casco viejo de
la ciudad, con mi mapa en la mano; hacer unas entrevistas, etc.
Todas las
mañanas me paseaba por la Plaza Bolívar ,
en aquella época en que “la esquina caliente” estaba pero que bien caliente. Un
hombre joven vendía el periódico “Proceso”, casi en la puerta de la Alcaldía Mayor. Yo le compraba
el periódico y él me lanzaba piropos impropios para una mujer de mi edad;
cierto que no tenía que saber cuánto he aborrecido siempre los piropos y lo
violentamente que reaccionaba en la juventud frente a ellos.
Una mañana,
cansada de tanta insistencia, le dije:
-
Compatriota, un respeto para mis canas… ¡Qué puedo ser
su madre!
A lo cual, él me contestó, entre
burlón y triste:
- Ay, mami, si conociera a mi
mamá… y, sobre todo, si supiera cuántos kilos pesa…no se le habría ocurrido semejante
comparación.
En visitas
posteriores a Caracas seguí viéndolo; incluso llegué a conocer a su esposa y a
algunos de sus hijos comunes. Ambos sonreíamos en cada nuevo encuentro,
recordando nuestra confrontación cultural de julio de 2002.
Desde las
montañas azules de la Vega
de Granada,
Roete Rojo
Bien, querido anónimo, parece que los comentarios vuelven a funcionar. Dígame pues sus opiniones sobre las últimas entradas. Siempre es alentador saber cómo son recibidas por las lectoras y los lectores. Un abrazo, desde las montañas azules de la Vega de Granada. Roete Roto
ResponderEliminarLa últimas entradas son magníficas como todo lo que usted escribe.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte de un librepensador
Siguiendo sus consejos he vuelto a ponerle al texto una letra más grande pero quizás la solución definitiva sea que usted se compre unos espejuelos nuevos. Un fuerte abrazo, desde las montañas azules de la Vega de Granada, Roete Rojo
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