(Crónica
de mi 4º viaje a la tierra liberada de Bolívar)
El
título corresponde a un poemario escrito en la ciudad de Caracas, acontecido en
2003; algunos poemas ya han sido publicados en el blogs. El que pongo, ahora, a
disposición de mis lectores y lectoras, fue escrito cuando ya había regresado a
la ciudad del desamparo. Intenta resumir el impacto de todo lo vivido durante
aquellos días pasados en la capital de la República Bolivariana
de Venezuela.
ESCRIBIRLO
SENCILLO, A PALO SECO
(A
mis compatriotas venezolanos)
Si yo pudiera escribir
"amor" sin que me temblara el pulso. Escribirlo sencillo, a palo
seco, sin metáforas ni hipérboles hipócritas. Sin necesidad de retórica
histórica o lingüística, sin miedo ni metafísica. Escribirlo sencillo, a palo
seco, como cuando uno escribe su propio nombre o el nombre de su padre.
Sería un alivio. Sería
una auténtica epopeya describir las
cosas por su nombre, sin distancias, sin fronteras.
Por no huirlo más lo
acuno en la garganta y rebelde en ella anida y crece y me invade como una
enredadera.
Está así presente en
todos los sentidos, inconmensurable, indivisible, inabarcable, expansivo.
Mis ojos no pueden mirar
sin sus colores.
Mis oídos no pueden
escuchar sin su cadencia.
Mis labios no pueden
degustar sin sus sabores.
Mi nariz no puede oler
sin sus esencias.
Mi piel no puede ser
ajena a sus dolores.
Debería aprender a
gritarlo, pregonera, perderle el miedo y someterlo con la espada certera de los
besos.
Es peor mantenerlo
clandestino mientras urde cómo derrotarme sin remedio. En cada esquina de la
vida arroja sus volantes, sus panfletos, defiende su estrategia y consigue
aliados que rompen el silencio.
Cuando lloro se ríe
divertido mientras teje la madeja de los sueños; yo lo miro interrogante y sus
respuestas son caricias que me envuelven con un velo.
Este amor
"expósito" reclama ser nombrado por su nombre, a grito limpio, a palo
seco.
En la ciudad del
desamparo, a 7 de agosto de 2003.
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