El mes de octubre no deja ningún resquicio de optimismo.
Pareciera que todos los diablos se han concertado contra nosotros. Primero fue
la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), el día 22, y pocos días después, el 26, la Encuesta de
Población Activa (EPA), ambas realizadas y publicadas por el Instituto Nacional
de Estadística (INE).
Los datos de desempleo han sido divulgados por medios y
agencias y suscitado múltiples interpretaciones. Tras la reforma laboral y el
conjunto de medidas incluidas en el paquetazo neoliberal, con el “rescate”, o
en expresión del movimiento popular, “el atraco”, a la vuelta de la esquina, el
número de parados asciende a 5.778.000 personas en el conjunto del país, lo
cual supone un 25.2% de la población activa. Siendo para el colectivo de
jóvenes, del 52%. En 1.739.900 hogares ningún de sus miembros obtiene ingresos.
Hasta aquí las cifras.
Muchas veces nos quejamos de que los números o las
estadísticas son frías y por este motivo no expresan el drama humano que se
está viviendo. Pero la realidad es tan dramática, tan catastrófica, tan
apabullante, que ya sí nos vemos retratados en ellas. Han cobrado cuerpo y alma
por la simple razón de que todos estamos inmersos en una realidad que nos
salpica; nuestro entorno más directo, nuestros vecinos, familiares, compañeros
de trabajo o amigos, están “tocados”. La juventud pulula en nuestros barrios y
plazas sin alternativas ni esperanzas, sólo hay que salir a la calle. Las familias
desahuciadas de sus viviendas por los bancos criminales habitaban en nuestra
propia calle, tienen nombres y rostros conocidos. Hasta es posible que alguna
vez hayamos entrado en el quiosco de prensa de José Miguel Domingo, el hombre
que se suicidó pocas horas antes de ser desahuciado por Caja Rural de Granada, en el populoso y obrero barrio de “La
Chana”. Vemos todos los días a las abuelas salir de la tienda del barrio
cargadas de alimentos para dar de comer a tres generaciones. Ya han bajado las
temperaturas pero el camión del gasoil de calefacción no para en ninguna
puerta; a media tarde, la gente se
atrinchera alrededor de una mesa, con la televisión puesta como único punto de
luz. Nadie puede evitar el contacto con la realidad en una provincia, la de Granada , con un
37.19% de desempleo. En el resto de las ciudades la situación es similar.
De madrugada, parejas de jóvenes caminan por las
carreteras que conducen a los olivares, con la esperanza de que un coche pare y
los recoja. Trabajan una jornada por 20 euros. Nunca trabajaron en la
agricultura, sector que fue abandonado por la población autóctona cuando el
boom en la
construcción. No llevan ropas adecuadas para el trabajo que
van a realizar, son “urbanitas” desesperados. Esta campaña se espera que la
cosecha de aceituna descienda un 60% por condiciones climatológicas; lo cual se
traducirá en la pérdida de más de 1 millón de jornales.
En mi barrio, cada mañana, el contenedor de “pequeños
enseres”, aparece con los despojos de una vivienda abandonada por sus
inquilinos o por sus propietarios desahuciados. Mucha gente, incluso, desarma
las viviendas antes de que aparezca la autoridad: se llevan puertas,
instalaciones de calefacción, ventanas… para conseguir algo de dinero
vendiéndolas o como reacción primitiva contra la entidad bancaria criminal. Ha
aumentado el número de mascotas abandonadas a su suerte.
En
las ciudades, en Madrid, por ejemplo, decenas de estos hombres jóvenes, esperan
en la puerta de un café con el mismo objetivo: un trabajo no reglado y una
limosna como salario. Entre ellos predominan los emigrantes.
Son
imágenes de la crisis del capitalismo en España. Pronto vendrán otras, mucho
más crueles si cabe. Intentan retrotraernos a una suerte de feudalismo en pleno
siglo XXI.
Leyendo
con detenimiento la Encuesta de Condiciones de Vida encontramos algunas
conclusiones. Esta Encuesta que cuantifica el “riesgo de pobreza”, es decir, el porcentaje de personas que está por debajo
del umbral de pobreza, nos ayuda a comprender las imágenes descritas. En 2012
la tasa de riesgo de pobreza se sitúa en el 21.1% de la población residente en
España. Un seguimiento por sectores la hace especialmente cruda: entre los
menores de 16 años, por ejemplo, asciende al 25.9%, disminuye según el nivel de
formación alcanzado, aumenta hasta el 38.9% para los hogares compuestos por 1
adulto con 1 ó más niños dependientes, y se dispara hasta el 43.5% entre los
extranjeros no comunitarios.
Es
terrible el panorama: por primera vez desde la postguerra, los hijos y los
nietos vivirán peor que sus padres y abuelos. Una auténtica regresión
histórica, de insondables consecuencias futuras (al condenar a la juventud de
especial manera), frente a la que los sectores populares tienen la responsabilidad
histórica de rebelarse porque nadie vendrá a salvarnos.
La
alianza de clases que se ha mantenido en el poder desde tiempos históricos no
ha variado sustancialmente: Monarquía, Ejército e Iglesia, como aparatos de dominación al
servicio de los intereses de clase de la oligarquía financiero-terrateniente,
hoy más transnacional que nunca. Estos poderes económicos y políticos, tienen
en común su carácter retrógrado, oligárquico, antinacional y antidemocrático.
Por
eso, en nuestra historia contemporánea, cualquier intento de romper con esta
alianza de clases, para intentar la modernización, democratización y desarrollo
social y humano de la mayoría de la población, ha tenido como referente a la
República como forma de gobierno.
El
hundimiento económico, las terribles cifras de paro, la condena para tantas
generaciones de jóvenes, el ataque a los derechos laborales y sociales
adquiridos, el uso de la fuerza y la represión para acallar las protestas, el
descrédito del sistema político heredado de la “Transacción Política ”,
el saqueo de los recursos públicos, la corrupción o el enriquecimiento ilícito
de determinadas élites, etc., son responsabilidad de esta alianza de clases y
su mayor beneficiario: la
Casa Real. La fortuna amasada por el Rey, valorada en unos
1.800 millones de euros, no es una anécdota.
Dentro del marco
de la Monarquía
Borbónica , estamos todos desahuciados.
Para buscar una salida a la crisis capitalista
debemos superar el sistema político actual que pretende que volvamos al
feudalismo en pleno siglo XXI; luchando por rescatar la soberanía, por la
ampliación de la democracia, entendida como ampliación de los derechos cívicos,
sociales, económicos, culturales y nacionales, con justicia fiscal y social; una democracia efectiva basada en la participación y el protagonismo
del pueblo, es el único camino.
Como se ha escrito desde la Asociación Plataforma
Cívica por la República de Granada: la salida a la crisis del
capitalismo que soportamos, será República o no será.
Roete Rojo
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