jueves, 13 de septiembre de 2012

J.J. ROUSSEAU: INSTRUMENTO PARA SOBREVIVIR


(Dedicado a Dña. María Luz Escribano Pueo, mi maestra)

Imagen de Jean Jacques Rousseau

            En el curso académico 1970-71, las alumnas de 1º de Magisterio, tuvimos la fortuna de descubrir el teatro de títeres, por dentro y por fuera. Se nos impulsó a escribir pequeños guiones que luego pasaban a concurso, aprendimos el manejo de los “cristobicas” e incluso a construirlos.
            En aquel invierno largo y frío, en muchos hogares, las ollas repletas de papel de periódico hervían esperando el resultado final de una pasta horrible que mezclada con cola de caballo – como nos enseñara Dña. Nené-,  permitía dar forma a las cabezas que la imaginación convertiría en multitud de personajes:
-Yo soy Patatín, el que quiere corregir el defecto de Papán de comer moscas con sal.
Jamás tuve habilidades manuales, siempre fui un desastre y lo sigo siendo.  Mi cabeza de muñeco, a pesar de la ayuda de alguien de la casa, quedó como una espléndida caca. Ni pintado, ni decorado, ni vestido mejoró ostensiblemente. Mas no tuve otra posibilidad que aceptar su físico y adoptarlo  a pesar de su fealdad. Quizás por eso le puse un nombre importante, significativo, en el que se expresaba por entonces eso que llaman amor platónico: Jean Jacques Rousseau, en honor al librepensador y filósofo ginebrino, al que yo adoraba y sigo adorando.
Gracias a los “cristobicas” nos sentíamos protagonistas de la gran farsa de la vida y del teatro, siempre cargando con aquellos seres polifacéticos dispuestos  a irrumpir en nuestras conversaciones y anhelos.
Acabado el curso, la mayoría de nosotras optamos por hacer el “albergue” y superar cuanto antes el período de internamiento forzado, requisito imprescindible para obtener después el título de Magisterio.
Llegábamos por centenares, con nuestra adolescencia a cuestas, al pueblo de Víznar. Uniformadas de manera ridícula nos veríamos obligadas a 4 semanas de doctrina en los “Principios del Movimiento”, sometidas a una disciplina y parafernalia militares, a cargo de la Sección Femenina.
Doce jovencitas compartían habitación en cuatro literas triples, agua fría para la ducha y deficiente alimentación. De buena mañana, a desfilar, brazo en alto,  leyendo frases de José Antonio Primo de Rivera, misa en ayunas…
Dos mujeres, a nuestros ojos mayores, venidas desde Almería, una de ellas embarazada, se sentaban solas en una mesa y dormían aisladas del resto en habitación propia. Eran casadas y, por tanto, no debíamos tener contacto con ellas.
Largas caminatas, marcando militarmente,  para fortalecer el cuerpo, e imagino que  también para agotar nuestras ansias e impulsos:
- Respirar, a pleno pulmón, la brisa marina que sale del fondo del agua del mar.
Toque de silencio, luces apagadas, cada quien sobre su colchón, esperando el momento trágico del “registro”, para el cual habíamos urdido durante todo el día tácticas y estrategias que nos permitieran salvar de la deshonra una cajetilla de tabaco, un chorizo o un salchichón, la carta de un novio o cualquier pequeño objeto que nos vinculara con nuestras familias, el barrio o el pueblo de origen.
Aquellos silencios, muchas veces teñidos con suspiros y algún que otro llanto o lloriqueo, eran rotos por la presencia enigmática de JJ. Rousseau, la marioneta humilde, de rostro tópico y narizota rosada, que surgía de su escondite debajo de mi almohada, cambiando nuestro abatido presente.
Sus palabras y gestos eran seguidos con pasión por las doce muchachitas. JJ. Rousseau parecía conocer al dedillo nuestras inquietudes y secretos, para cada una tenía la conversación precisa, el chiste adecuado, el consuelo exacto. Nos devolvía la esperanza, rompía todas las cadenas que nos oprimían con su sonrisa franca y el timbre aflautado de su voz. Cuando el creía que los estragos del día estaban superados, bajaba de su litera y aprovechando la duermevela nos besaba en la mejilla, nos arropaba si era necesario, y nos dirigía las últimas palabras al oído: El hombre ha nacido libre y, sin embargo, vive en todas partes encadenado.
Luego supimos, se llamaba JJ. Rousseau por mera rebeldía.
Llamarlo “instrumento” me resulta ingrato pero es posible que el sustantivo sirva para definirlo.
Gracias, profesora, gracias, maestra, por haber puesto en nuestras manos de adolescentes éste y otros instrumentos que nos ayudaron a sobrevivir.

Su alumna que nunca la olvidará, en nombre de las 12 almas de aquella habitación, desde Granada, la ciudad del desamparo, en este día jueves, 7 de mayo de 2009,

Roete Rojo

Notas.-
1.- “Cristobica” es la denominación que en Granada reciben las marionetas que se manipulan metiendo la mano dentro de la vestimenta. Muy populares. De hecho, Federico García Lorca escribió mucho teatro para cristobicas.
2.- Dña Nené Palacios era la profesora de “Manualidades”; mujer de trato imposible, temida por alumnos y alumnas, uno de los baluartes de la Sección Femenina dentro de la Normal de Magisterio.
El viejo albergue en la actualidad

3.- El “abergue”. Aún por los años 70, la Sección Femenina, brazo organizativo e ideológico, de la Falange Española, versión para mujeres, imponía su autoridad y doctrina en todos los ámbitos. El llamado “Servicio Social” (el Servicio Militar para las mujeres), era obligatorio para multitud de requisitos: obtener el pasaporte, obtener un título universitario, acceder a la administración pública, etc. Para el caso de las maestras se traducía en asistir al “albergue” (que debíamos costear nosotras, en general jóvenes de estratos bajos de la población). Reflejaba el especial interés del franquismo en ideologizar a quienes íbamos a convertirnos en maestras de Enseñanza Primaria. La disciplina interna reproducía el esquema del ejército. Los alumnos también debían realizar el “albergue” que estaba situado en el pueblo de Alfacar. ¡Qué terrible espacio geográfico! Justo donde se encuentran las mayores fosas de fusilados y fusiladas, circunstancia que, por supuesto, desconocíamos.
Yo lo pasé mal pues mi rebeldía, bastante primaria pero de cariz antifranquista, me condujo a negarme a desfilar con el brazo en alto y a asistir a misa. El castigo fue fulminante y se mantuvo durante todo el mes que duró el albergue. Me conducían escoltada hasta el comedor donde se celebraba la misa, y debía permanecer en pie, con la espalda pegada a la pared hasta que acababa la ceremonia, reorganizaban las mesas y todas mis compañeras estaban sentadas. Entonces recibía la orden de un “mando” de que podía ocupar mi sitio para desayunar.
4.- Era tal el silencio obligado y el olvido obligado que impuso el fascismo que nosotras, por ejemplo, no sabíamos en ese momento que Dña Mari Luz era hija del fusilado director de la Escuela de Magisterio, Don Agustín Escribano, ni que su madre, Dña. Luisa Pueo, había sido expulsada de su puesto docente y obligada al destierro con su pequeña bebé, a tierras castellanas; no sabíamos que el edificio en el que estudiábamos había sido una obra mimada de la II República, no sabíamos que los muebles que utilizábamos cada día, habían sido construidos por Hermenegildo Lanz, catedrático de dibujo durante la II República, y colaborador de las Misiones Pedagógicas, también represaliado y expulsado y quien, aunque salvó la vida, se vio sometido a terribles crueldades, muriendo de un infarto en una calle de Granada.

3 comentarios:

  1. Así escrito parece menos traumático de lo que fue en realidad.
    Librepensador

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  2. Hay muchas posibilidades literarias para reflejar una realidad. No es que intente quitarle "hierro" al asunto;creo que la realidad queda expresada con objetividad, dejando una pequeña luz de esperanza humana teñida de tristeza. Siempre agradezco tus comentarios, besos, Roete Rojo

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    1. Es asi querida amiga. Excelente respuesta.
      Un abrazo.
      Ana María
      San Ant Alt

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