(Aproximación a través de las artes)
En el marco de la actual crisis económica
internacional, muchas miradas y análisis se vuelven hasta otra crisis, la de
1929, cuyo punto simbólico fuera el descalabro de la Bolsa de Valores de Nueva
York, ocurrida en octubre de 1929.
Salvando algunas distancias, entre otras
tecnológicas, las causas de la crisis actual no difieren especialmente en
relación a las de 1929.
Podemos avizorar que la profundidad y
efectos de la actual crisis sean más catastróficos, debido al alto nivel de
desarrollo del proceso de trasnacionalización del capital. A lo que habría que
sumar problemas estratégicos que han eclosionado en las últimas décadas, y que
apenas eran percibidos en la década de los años 20 del siglo anterior; a saber:
la crisis alimentaria y la crisis ecológica; ambas de difícil solución en el
marco del sistema económico capitalista actual.
Proponemos una aproximación a la crisis de 1929, a través del cine, la
poesía, la prosa poética y el dibujo; las cuales, sin menospreciar la
rigurosidad, permiten una comprensión novedosa y amena, según nuestra opinión.
1929. Nueva York
Como en la actual crisis, en la de 1929, la
euforia marcó la mentalidad colectiva de amplias capas de la sociedad en los
países industrializados, hasta los días previos de evidenciarse la catástrofe.
Eduardo Galeano resume de modo pedagógico la psicología social de los momentos
previos:
“Millones de lectores tiene El hombre que nadie conoce, el libro de
Bruce Barton que sitúa el Cielo en Wall Street. Según el autor, Jesús de
Nazaret fundó el moderno mundo de los negocios. Jesús fue un empresario
conquistador de mercados, dotado de un genial sentido de la publicidad y bien
secundado por doce vendedores hechos a su imagen y semejanza.
Con fe religiosa cree el capitalismo en su
propia eternidad. ¿Qué ciudadano norteamericano no se siente un elegido? La Bolsa es un casino donde
todos juegan y nadie pierde. Dios los ha hecho prósperos. El empresario Henry
Ford quisiera no dormir nunca, para ganar más dinero”. Eduardo Galeano. Memoria
del fuego- III (El siglo del viento). Madrid. Siglo XXI. Edición para Uruguay,
1987. p.96.
1929.
Nueva York. La crisis.
“La especulación crece más que la
producción y la producción más que el consumo y todo crece a ritmo de vértigo
hasta que estalla, súbita, la crisis. El derrumbamiento de la Bolsa de Nueva York reduce a
cenizas, en un solo día, las ganancias de años. De pronto las más valiosas
acciones se convierten en papeluchos que no sirven ni para envolver pescado.
Caen, en picada, las cotizaciones, y en
picada caen los precios y los salarios y más de un hombre de negocios desde la
azotea. Cierran las fábricas y bancos; se arruinan los granjeros. Los obreros
sin trabajo se calientan las manos ante las fogatas de basura y mascan chicle
para consolar la boca. Las más altas empresas se vienen abajo; y hasta Al
Capone se desploma sin levantarse”.
(Op.cit, p.97).
1930.
Nueva York. La vida cotidiana de la crisis
“De mala manera, a las bofetadas, la crisis
despierta a los norteamericanos. La catástrofe de la Bolsa de Valores de Nueva
York ha roto el Gran Sueño, que prometía llenar todos los bolsillos de dinero,
todos los cielos de aviones, todas las tierras de automóviles y rascacielos.
No hay quien venda optimismo en el mercado.
Se entristece la moda. Caras largas, ropas largas, largos cabellos: se acabaron
los alocados años veinte y con ellos acabaron las piernas a la vista y el
cabello corto de las mujeres.
Verticalmente baja el consumo de todo. Sólo
aumentan las ventas de cigarrillos, horóscopos y bombillas de veinticinco
vatios, que dan luz mortecina pero gastan poco.
Hollywood prepara películas sobre
gigantescos monstruos desatados, King Kong, Frankestein, inexplicables como la
economía, imparables como la crisis, que siembran terror en las calles de las
ciudades” (Op.cit, p.103).
A la llegada de Roosevelt a la Presidencia de los
Estados Unidos de Norteamérica, en 1932, según describe Eduardo Galeano, “había
en los Estados Unidos quince millones de trabajadores sin trabajo, que miraban
con caras de niños perdidos. Muchos alzaban el pulgar en las carreteras y
peregrinaban de ciudad en ciudad, descalzos o con cartones sobre las suelas
agujereadas, teniendo por hoteles los urinario públicos y las estaciones del
ferrocarril” (Op.cit, p.143)
Las
uvas de la ira (The grapes of wrath)
Trabajadores desterrados |
Del desarrollo y consecuencias de la crisis de 1929, sobre todo de las secuelas sobre estos millones de desempleados que se han citado con anterioridad, trata la novela “Las uvas de la ira”, escrita por John Steinbeck (Premio Nobel de Literatura, 1926), y publicada en 1939. Esta novela, que fue Premio Pulitzer, en 1940, fue llevada a la pantalla de cine por el director John Ford, también en 1940, tal había sido el impacto de la novela.
La película, que recomendamos para entender
el desarrollo de la crisis económica de 1929, recibió dos Oscar (1940), al
mejor director y a la mejor actriz secundaria. Con guión de Nunnally Johson y
música de Alfred Newman, esta película, cuyo actor principal fue Henry Fonda,
se ha convertido en todo un clásico de la filmografía norteamericana.
Poeta
en Nueva York
En 1929, llega a Nueva York, el poeta
granadino, Federico García Lorca. Tiene 31 años de edad, llega huyendo de una
fuerte crisis emocional y de identidad, a pesar de que sus primeros triunfos
como dramaturgo lo han consagrado como un gran autor.
Se matricula como estudiante en la Columbia University ;
como fuera una constante en su vida, también aquí fue “un mal estudiante”. Pero
el impacto de todas las emociones que allí vivió (llegó pocos meses antes de
que estallara la crisis económica), su
mirada especial sobre las contradicciones sociales, las amistades que allí
logró establecer, etc., supusieron un vuelco en su mundo poético. Poeta en Nueva York, el poemario que
nunca llegó a publicar en vida, fue el resultado de ese tránsito vital y
poético.
Con la sensibilidad social que siempre le
acompañó y su capacidad analítica que quedó reflejada en conferencias,
entrevistas y ensayos, en Poeta en Nueva
York, podemos encontrar verdaderos hallazgos sobre la crisis de 1929.
Fuerza expresiva, metáforas e hipérboles terribles para describir un mundo
inhumano y, lo más espectacular, decrépito, agotado.
Son muchos los pasajes que podríamos
escoger para demostrar esta afirmación pero por motivos obvios, nos vemos
obligados a una pequeñísima selección:
Danza de la muerte (fragmentos)
…Cuando
el chino lloraba en el tejado
sin
encontrar el desnudo de su mujer,
y el director del banco observaba el manómetro
que
mide el cruel silencio de la moneda,
el
mascarón llegaba a Wall Street…
…De
la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que
atraviesa el corazón de los niños pobres.
El
ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico
Ignorantes
en su frenesí de la luz original…
… No
es extraño este sitio para la danza. Yo lo digo.
El
mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre
huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que
aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces.
¡Oh
salvaje Norteamérica, oh impúdica! ¡Oh salvaje!
Tendida
en la frontera de la nieve.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué
ola de fango y luciérnagas sobre Nueva York!...
…Pero
no son los muertos los que bailan.
Estoy
seguro.
Los
muertos están embebidos devorando sus propias manos.
Son
los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela.
Son
los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los
que duermen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los
que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los
que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los
que comen por las esquinas diminutas pirámides del
alba.
…
¡Que no baile el Papa!
¡No,
que no baile el Papa!
Ni el
Rey;
ni el
millonario de dientes azules,
ni
las bailarinas secas de las catedrales,
ni
constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo
este mascarón.
Este
mascarón de vieja escarlatina.
¡Sólo
este mascarón!
Que
ya las cobras silbarán por los últimos pisos.
Que
ya las ortigas estremecerán patios y terrazas.
Que
ya la Bolsa
será una pirámide de musgo.
Que
ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy
pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el
mascarón!
¡Cómo
escupe veneno de bosque
por
la angustia imperfecta de Nueva York!
Y no fue sólo la expresión poética. Federico
había llegado a Nueva York, a bordo del Olympic,
el 25 de junio. Con otro joven, Campbell Hackforth, enviado por su padre a
adquirir experiencia financiera, visitan Wall Street. Federico comenta su impresión
en una carta a sus padres, recogida por Ian Gibson:
Es el
espectáculo del dinero del mundo en todo su esplendor, su desenfreno y su
crueldad. Sería inútil que yo pretendiera expresar el inmenso tumulto de voces,
gritos, carreras, ascensores, en la punzante y dionisíaca exaltación de la
moneda. Aquí es donde se ven las magníficas piernas de la mecanógrafa que vimos
en tantas películas, el simpatiquísimo botones con pecas que hace guiños y
masca goma y ese hombre pálido con el cuello subido que alarga la mano con gran
timidez suplicando los cinco céntimos. Es aquí donde yo he tenido una idea
clara de lo que es una muchedumbre luchando por el dinero. Se trata de una
verdadera guerra internacional con una leve huella de cortesía.
El
desayuno lo tomamos en un piso 32 con el director de un banco, persona
encantadora con un fondo frío y felino de vieja raza inglesa. Allí llegaban las
gentes después de haber cobrado. Todos contaban dólares. Todos tenían en las
manos ese temblor típico que produce en ellas el dinero. Por las ventanas se
veía el panorama de New York coronado con grandes árboles de humo. Colin tenía
cinco dólares en el bolsillo y yo tres. Sin embargo, él me dijo con verdadera
gracia: “Estamos rodeados de millones y sin embargo los dos únicos verdaderos
caballeros que hay aquí somos nosotros”…
Tiempos Modernos (Charles Chaplin)
Charles Chaplin en una escena de la película |
En 1931, vuelve Charles Chaplin a Londres, ya convertido en una de las mayores referencias del cine mudo. Lejos habían quedado los tiempos de las necesidades y penurias de su infancia y juventud. Es una auténtica estrella, gracias a Charlot, personaje de su creación.
En palabras de Eduardo Galeano (Op.cit,
p.107), “Hace veinte años se fue de Inglaterra en un barco de ganado y ahora ha
vuelto convertido en el hombre más famoso del mundo. Como sombra lo sigue una
nube de periodistas y vaya donde vaya encuentra multitudes ansiosas por verlo y
tocarlo. Puede hacer lo que quiera. En plena euforia del cine sonoro, sus
películas mudas tienen un éxito arrasador. Y puede gastar lo que quiera –
aunque nunca quiere. En las películas, Carlitos el Vagabundo, pobre hoja al
viento, ignora el dinero; pero en la realidad, Charles Chaplin, que transpira
millones, cuida los centavos y es incapaz de mirar un cuadro sin calcularle el
precio. Jamás le ocurrirá lo que a Buster Keaton, hombre de bolsillo abierto, a
quien se le vuela todo lo que gana”.
En 1936, el director Charles Chaplin,
estrena Tiempos Modernos, película
que no ha dejado de tener actualidad a pesar de las décadas transcurridas desde
su estreno.
En dicha película se hace una directa y
dura crítica al “fordismo”, como forma de organización industrial y del trabajo,
base de un nuevo modelo de sociedad. La denominación procede de su genuino
defensor y ejecutor, Henry Ford.
A niveles técnicos, y de modo simplificado, el fordismo practica
la producción industrial a gran escala, en cadena y en serie. En el proceso de
trabajo impone una severísima división del trabajo y la producción mecanizada
en masa, con el objetivo de rentabilizar al máximo la inversión y la
productividad del trabajo.
A niveles ideológicos mantiene la
presunción de un mercado en permanente expansión.
Si bien el fordismo histórico permitió la
sobreexplotación de la fuerza del trabajo (es importante recordar también que
los sindicatos estaban prohibidos en las industrias Ford) y garantizó elevados niveles de
competitividad, a base de dicha explotación, la crisis de 1929, destruyó el
sueño de una permanente expansión de la producción, el mercado y el consumo.
En Tiempos
Modernos, apoyado en el expresionismo que sustenta al cine mudo, Charles
Chaplin, plantea una crítica demoledora de este sistema, así como el drama de
la masa millonaria de desempleados que afloró con la crisis de 1929, que el
salvajismo del fordismo ayudó a crear.
Nueva York, símbolo de la quiebra, vista a
través de un dibujo
El dibujo es obra de Federico García Lorca y lleva como título Autorretrato del poeta en Nueva York.
Bibliografía:
Galeano, Eduardo. Memorias del Fuego (3 vol). 2ª edic. Montevideo. El Chanchito. 1988. Edición autorizada por Siglo XXI.
García Lorca, Federico. Obras Completas (5 vol). Madrid. Galaxia Gutemberg. 1998.
Gibson, Ian. Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. 2ª edic. Barcelona. DEBOLSILLO. 2006.
Desde la ciudad del desamparo, creo que en el año 2009.
Roete Rojo y sobrina
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