domingo, 20 de mayo de 2012

D. ALEJANDRO OTERO: UN EJEMPLO PARA NUESTRA HISTORIA ACTUAL


D. Alejandro Otero en su juventud


Es para nosotros un honor y una gran responsabilidad escribir estas notas sobre D. Alejandro Otero, para la revista, Ferrol Análisis, que se edita en su tierra natal, Galicia. Y si nos atrevemos a cumplir con el encargo es por la sencilla razón de que D. Alejandro fue uno de esos hombres que, sin romper con sus raíces, supo insertarse en la vida de nuestra ciudad, Granada, convirtiéndose en uno de sus mejores hijos de adopción.
Lo primero que sorprende al conocer la figura  de D. Alejandro Otero es el silencio que ha rodeado con posterioridad su historia y memoria, puesto que  no sólo fue un hombre público por las diferentes responsabilidades que asumió sino también un médico querido por los pobres y sus familias, a las que se dedicó con entrega profesional y un gran amor humano.
Si lo tomamos como ejemplo, como paradigma de las generaciones de hombres y mujeres que vieron en la proclamación de la II República, una posibilidad de modernizar a la España caciquil, corrupta y atrasada que heredaron, la sorpresa por el secuestro de la memoria acaba convirtiéndose en espanto.
¿Qué clase de violencia puede justificar que nos legaran una ciudad habitada por fantasmas? Negarnos la posibilidad de conocer el pasado, de valorarlo en su justa medida histórica, nos ha castrado para entender nuestro presente y, lo que es más cruel, para decidir  en qué futuro queremos embarcarnos.
Nos hemos acostumbrado a sobrevivir en una ciudad sin rostro, sin definición,  puesto que  sus mejores hijas e hijos fueron asesinados, encarcelados, desterrados, exilados, olvidados; quizás con el objetivo de que llegáramos a la conclusión de que las cosas siempre fueron así, mortecinas, mediocres, apáticas, inmóviles; que la única realidad posible la constituye el mundo de los  “putrefactos”, que diría Federico García Lorca.
No es nuestra intención plantear una disputa en cuanto a  represión y silencio con otros lugares de España, pero sí constatar que por determinadas características históricas de la ciudad de Granada, esta se llevó la trágica palma si nos detenemos a analizar dichos fenómenos en relación a la intelectualidad progresista. No por casualidad Federico García Lorca había declarado pocas semanas antes de su ejecución, al diario madrileño El Sol,  en Granada se agita la peor burguesía de España.
Como afirma la profesora Mercedes del Amo en su libro[1] dedicado a D. Salvador Vila Hernández, el Rector fusilado en el Barranco entre Víznar y Alfacar, en el mismo lugar donde fuera ejecutado Federico García Lorca y tantas y tantos hombres y mujeres, en cifra aún no conocida, del claustro de la Universidad fueron asesinados cinco catedráticos y un auxiliar, el director de la Escuela Normal y un catedrático de la misma. En el acta del claustro... alguien ha marcado con una cruz (posiblemente tras el fusilamiento de estos) a cinco de los ocho catedráticos que habían votado la propuesta de Otero de hacer una moción de censura contra el Rector Marín Ocete y otras autoridades universitarias, por su pasividad ante las algaradas estudiantiles y las agresiones al profesorado y alumnado de izquierdas. Son el catedrático de Derecho Político Joaquín García Labella,; Jesús Yoldi Bereau, catedrático de Química General de la Facultad de Farmacia ...; Salvador Vila, rector durante tres meses...; José Palanco Romero, catedrático de Historia de España...; Rafael García Duarte y Salcedo, catedrático de Pediatría, Presidente de la Academia de Medicina...; José Megías Manzano, profesor auxiliar de la Facultad de Medicina; Agustín Escribano, catedrático y director de la Escuela Normal y Plácido Vargas Corpas, catedrático de la misma Escuela que también fueron fusilados.
Ser, entre otras cosas, médico y republicano, se convirtió en un acta de persecución y muerte casi seguras. Un ejemplo paradigmático lo constituyen los alcaldes que rigieron la ciudad en el paréntesis de cinco años entre ambas dictaduras. Fueron trece, los dos primeros no fueron fusilados: Pareja Yébenes, catedrático de Pediatría...y José Martín Barrales, catedrático de Obstetricia. En cambio, todos los demás alcaldes de la izquierda hasta un total de ocho fueron pasados por las armas a los pocos meses del levantamiento militar[2]. Entre ellos algunos de los catedráticos antes citados y Manuel Fernández- Montesinos Lustau, médico.
El listado del genocidio contra la intelectualidad republicana, residente en Granada, es interminable. También fueron ejecutados dos insignes periodistas, Constantino Ruiz Carnero, director de El Defensor de Granada y Luis Fajardo Fernández; así como el Ingeniero Santa Cruz, constructor entre otras grandiosas obras públicas, de la carretera que conecta la ciudad de Granada con Sierra Nevada.
Junto a los asesinados habría que situar a los represaliados que  fueron numerosísimos;  todos ellos,  unidos a los que pudieron escapar de Granada o no se encontraban en la ciudad en las fechas fatídicas de julio de 1936 (como fue el caso de Alejandro Otero), dejó a la Universidad diezmada intelectualmente; situación agravada por la fuerte represión ejercida sobre maestras y maestros, pilar básico de la revolución educacional y cultural  que la II República impulsara.
A la perversión de la memoria impuesta por la dictadura franquista durante 40 años sucedió el “olvido consensuado”, en el que se basó la Transición Política,  mucho más cruel y mezquino pues ha dejado dos “teorizaciones”,  falsas históricamente y perversas desde el punto de vista ético y moral, ya que conducen a la autocensura; a saber:
La guerra civil y todas sus secuelas fueron producto de la radicalización impulsada por la II República.
En todas las guerras mueren inocentes, en los dos “bandos”, se cometieron excesos.
Teorizaciones que acaban equiparando a  los defensores de la legalidad republicana con el golpismo fascista, a los agredidos con los agresores, a víctimas con verdugos.  Y en lo que a la represión contra la intelectualidad progresista se refiere, la lucha a muerte contra dicho sector no fue un error, sino una estrategia  antropológica del fascismo desde su nacimiento.
La Granada de las primeras décadas del siglo XX, seguía siendo una ciudad provinciana, reducto de clérigos, militares, leguleyos, especuladores y clases dirigentes parasitarias, siendo la Universidad casi la única instancia capaz de imprimirle un cierto dinamismo. De aquí el determinante papel que jugó su membresía en todos los acontecimientos ocurridos. La ciudad conservadora era zarandeada por los nuevos valores que profesores, intelectuales o profesionales progresistas irradiaban. Al odio no siempre bien disimulado por ser considerados “traidores a su clase”, se sumó en muchos casos, la actitud primitivista de una ciudad encerrada en sí misma frente a todo lo que llegaba del exterior, aunque ese exterior fuera Málaga.
Muchos de los nombres que hemos situado hasta ahora, y otros muchos más,  eran forasteros: Alejandro Otero, gallego; el Ingeniero Santa Cruz, madrileño; Fernando de los Ríos, malagueño, Salvador Vila, salmantino, Manuel de Falla, gaditano, etc., llegados a Granada tras ganar oposiciones públicas, acumulando excelentes curricula, en plena juventud y ansiosos de que sus conocimientos sirvieran para mejorar la vida de la mayoría de los habitantes de la ciudad y provincia. En ellos encontraron los jóvenes granadinos contestatarios oxígeno intelectual para desarrollar sus inquietudes, ejemplo, experiencia y apoyo. Dándose la particularidad entre los forasteros mencionados, la gran influencia que dos de ellos tuvieron también sobre el movimiento obrero. Nos referimos a Fernando de la Ríos y a Alejandro Otero, por el papel que desempeñaron dentro del PSOE y la UGT. Curiosamente ninguno de los dos se encontraba en Granada el 18 de julio de 1936. Circunstancia esta que según el sentir de los sobrevivientes determinó el curso trágico de los acontecimientos en la ciudad. José Fernández Castro, por entonces escribiente del Gobierno Civil, insiste en defender que de haber estado en Granada D. Alejandro Otero, los sublevados no hubieran conseguido sus objetivos.
En realidad, desde que Alejandro Otero llegó a Granada, no ocurrió acontecimiento importante en el que no estuviera implicado. La gente que le conoció así como su primer biógrafo, el citado José Fernández Castro, reiteran su fuerte personalidad y carácter, la influencia que ejercía sobre estudiantes, autoridades, etc; el prestigio y autoridad moral que acumulaba explican los cargos electos que llegó a detentar;  su nombramiento como Rector Magnífico de la Universidad, uno de los cargos de mayor trascendencia en la ciudad de Granada, etc. El activismo que desplegó durante los años que residió en Granada fue titánico y nos hablan de su soberbia capacidad de trabajo, de superación de dificultades, de un temple que lo hizo amado y odiado en extremo. Quizás tan sólo Federico García Lorca consiguió obtener idénticos “laureles”.
Las anécdotas de su personalidad y vida que han llegado hasta nosotros a través del libro de José Fernández Castro[3], también nos lo presentan como a un hombre cuya vida podría ser motivo de una magnífica novela, no digamos ya, de una película. Vista desde cualquier perspectiva, su vida fue una lucha permanente contra la estulticia, la mediocridad, la hipocresía, el oscurantismo.
Acabada la dictadura franquista, con no poca cautela, comenzaron las “rehabilitaciones”. Las calles de Granada recibieron a gran parte de los nombres, un aula en la Facultad de Medicina pasó a llamarse Alejandro Otero; en el Salón de Rectores de la Universidad apareció el retrato de Salvador Vila, etc. Pero hubo que esperar bastantes años más para que se produjeran los primeros actos reivindicativos de la memoria de estos personajes. Y es aquí donde la Asociación Plataforma Cívica por la República de Granada, desempeñó un papel innegable, realizando en 1989, el 14 de abril, el primer homenaje público al Rector fusilado, Salvador Vila Hernández. En aquella ocasión pudimos  contar con la colaboración inestimable de la profesora Mercedes del Amo quien, ya por entonces, había comenzado a investigar la vida del que fuera Catedrático de Cultura  Árabe e Instituciones Musulmanas de la Universidad de Granada y Director de la Escuela  de Estudios Árabes, discípulo predilecto de D. Miguel de Unamuno.
Al aproximarse la fecha del cincuenta aniversario de la muerte de D. Alejandro Otero, nuestro muy querido gallego universal, nos pusimos a trabajar para organizarle un homenaje que trascendiera lo más posible. El Rectorado de la Universidad asumió el reto y el compromiso, materializándose dicho homenaje el día 15 de mayo de 2003, en el Salón Rojo o de los Rectores de la Universidad de Granada, situado en el Hospital Real.
En dicho acto tomaron la palabra, el Excelentísimo Rector de la Universidad de Granada, D. David Aguilar (médico); el Ilustrísimo Decano de la Facultad de Medicina, D. José María Peinado (médico); el catedrático D. Luis Álvarez (médico), profesor del Departamento de Ciencias Morfológicas  y Roque Hidalgo, catedrático de Física Aplicada y secretario de la Asociación Plataforma Cívica por la República de Granada.
Por motivos del protocolo de la Universidad, el orden de las intervenciones fue el que se describe a continuación; de las cuales intentamos compartir con las lectoras y lectores de Ferrol Análisis, lo que entendemos como las ideas principales:
El profesor Roque Hidalgo resaltó la valentía y vigencia del discurso realizado por D. Alejandro Otero, en el acto de toma de posesión como Rector Magnífico de la Universidad de Granada, en 1932.  La comprometida apuesta por educar al pueblo porque un pueblo culto era un pueblo libre.
Haciendo pública la propuesta de que el nuevo Campus de la Salud que está diseñado, lleve el nombre de D. Alejandro Otero.
El profesor Luís Álvarez, recordó la figura de D. Alejandro como maestro de varias generaciones de médicos y médicas granadinos, entre ellos su padre, y de las penalidades que sufrieron sus discípulos por el simple hecho de serlo; remarcando con énfasis la admiración que dichos discípulos le profesaron. Fue una intervención muy emotiva, hecha desde el recuerdo directo del hijo de un discípulo agradecido a este gran maestro que fue D. Alejandro Otero.
El profesor José María Peinado, resaltó la talla científica de D. Alejandro, las innovaciones que introdujo en el tratamiento de los tumores, citando en varias ocasiones la Tesis Doctoral de la profesora Dña. Enriqueta Barranco.
Por último, el profesor David Aguilar, Rector de la Universidad de Granada, explicó la situación tan difícil que le tocó vivir a la generación de D. Alejandro Otero. Recordó los logros conseguidos durante su rectorado, así como el diseño de políticas de desarrollo para la Universidad de Granada, que aún tienen vigencia y se están aplicando. La Facultad de Medicina, recordó el profesor David Aguilar, fue un proyecto diseñado por D. Alejandro, un sueño que por desgracia no pudo vivir; como tampoco pudo vivir su propuesta de construir el un Hospital Clínico que permitiera una mejor formación hospitalaria de los médicos.
Entre el público presente se encontraban hijos de exilados granadinos en México, llegados al lugar de acogida gracias a las gestiones realizadas por D. Alejandro quien nunca se olvidó de sus paisanos de adopción.
El cuadro de D. Alejandro Otero brillaba más que nunca y parecía sonreír socarrón al sentir cómo la gente joven de la Asociación le colocaba un lazo con los colores de la bandera republicana y se hacían orgullosos multitud de fotografías, cubiertas las espaldas por el maestro, el médico, el compañero, el amigo.
Justo el 26 de mayo, el periódico El Ideal de Granada publicaba un artículo de opinión, que reproducimos a continuación:
“El 26 de junio de 2003   se cumplieron cincuenta años de la muerte, en México,  del que fuera entre otras cosas, Rector Magnífico de la Universidad de Granada en 1932.  Como se puede leer en la biografía que debemos a José Fernández Castro, D. Alejandro Otero Fernández, nació en Redondela (Pontevedra), el 14 de diciembre de 1888. Llegó a Granada, en 1914, al ganar la Cátedra de Obstetricia de la Facultad de Medicina, convirtiéndose en una personalidad determinante por sus cualidades como médico, hombre y político. Vivió entre nosotras y nosotros en la Calle Gran Vía, número 33, lugar en que desgraciadamente no existe ninguna mención a su persona.
Entre su legado a la ciudad de Granada, además de su ejemplo, quedó el Hospital de la Salud, el Sanatorio de la Alfaguara (ya desaparecido), la innovación tecnológica en el tratamiento de enfermedades tumorales; su magisterio permitió la formación de varias generaciones de ginecólogos que desarrollaron su trabajo en Granada, algunos de ellos hasta hace pocos años; unos tuvieron que exilarse; otros, como D. José Álvarez González y D. Alfredo Daneo, padecieron persecución y cárcel. 
Su ética como médico le llevó a atender a mujeres de todas las condiciones sociales; muchas y muchos granadinas y granadinos de hoy deben su vida a los conocimientos y experiencia de D. Alejandro Otero. 
Militante socialista, el 14 de abril de 1931 es elegido Concejal del Ayuntamiento capitalino y posteriormente,  diputado a Cortes Constituyentes. Durante 1934 fue presidente del Comité de Huelga General, lo que le costó dos meses de cárcel.
Durante 1932 fue Rector Magnífico de la Universidad de Granada. En dicha responsabilidad sobresalió su contacto con las necesidades de la Universidad: favoreciendo la construcción del Albergue Universitario de Sierra Nevada; y su posición decidida a la no desaparición de la Universidad de Granada, proyecto que se planteó por parte de la CEDA, en 1933, en las Cortes Generales. Como Rector participó en el primer proyecto de construcción de la nueva Facultad de Medicina y del Hospital Clínico.
Elegido compromisario, en 1936, para la Elección de Presidente de la República. Subsecretario de Armamento en la zona republicana durante la Guerra de España. Finalizada la guerra tuvo que huir, como tantos centenares de miles de españolas y españoles, a Francia. En 1940 llega exilado a México donde funda los estudios de Obstetricia y Ginecología y  participa en la creación del Hospital Español.  Muere en el exilio, el 26 de junio de 1953. En México su memoria está viva y es reconocida con los mayores honores.
Reivindicar desde Granada su patrimonio como hombre, médico y político es una deuda ética insoslayable no sólo porque sin conocer el pasado resulta difícil explicarse el presente sino principalmente porque su ejemplo sigue estando vivo y actuando en nuestra historia actual.
1º.- Como Rector Magnífico de la Universidad brindó una extraordinaria visión a largo plazo, sin dejarse atrapar en pequeñeces cotidianas, convencido del carácter estratégico de una Institución tan determinante en una ciudad y provincia marcadas por el atraso económico, social y cultural, de graves contrastes y diferencias sociales.
2º.- Como político un ejemplo de coherencia entre las palabras y los hechos, hasta sus últimas consecuencias. Un intelectual progresista al que no le tembló el pulso al ser nombrado Presidente del Comité de Huelga ni Subsecretario de Armamento. Un político íntegro e insobornable; un hombre de aquellos que se ponían los calzones por los pies y de los que estamos tan faltos en la actualidad.
3º.- Un ser sensible ante el dolor ajeno, que no se conformaba con el estado de cosas que le rodeaba y que pensaba, y pensaba bien, que era posible otro mundo donde cualquier ser humano pudiera sentirse útil a la sociedad, rendir según sus posibilidades y recibir de ella lo necesario para vivir dignamente. Un enamorado del ser humano y sus posibilidades.
La sociedad granadina guardará por siempre el agradecimiento a este gallego extraordinario que innovó los estudios y práctica de la Medicina; que brindó su sabiduría en beneficio de la salud pública y la docencia universitaria y que como político fue todo un ejemplo de coherencia, integridad y compromiso.
En reconocimiento de la deuda que sobre Granada pesa hacia este eminente médico, reiteramos públicamente la propuesta hecha durante el Acto-Homenaje que promovido por la Asociación “Plataforma Cívica por la República” de Granada, se celebró el pasado 15 de mayo, en el Rectorado de la Universidad: que el previsto Campus de la Salud de Granada lleve su honroso nombre”.
No tenemos constancia de que la propuesta haya sido aceptada hasta hoy. Lo que sí podemos publicitar es la existencia de una nueva biografía de D. Alejandro Otero, realizada por la Dra. Dña. Enriqueta Barranco, ginecóloga y profesora de la Facultad de Medicina, quien ha dedicado gran parte de su vida, con absoluto rigor y extrema devoción, a los trabajos de investigación histórica sobre su vida y obra. Biografía que ha sido editada por La General de Granada, y que todos esperamos poder tener en nuestras manos cuanto antes.
Nuestro querido Alejandro Otero ha seguido dándonos que hacer después del homenaje realizado en 2003. Con motivo del 75 aniversario de la proclamación de la II República Española, la Asociación Plataforma Cívica por la República, organizó el pasado 5 de junio un acto en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada, dedicado a Los Médicos del Exilio, rescatando del olvido a uno de ellos, el Dr. D. Antonio Chamorro, discípulo de D. Alejandro Otero, investigador de primera talla durante toda su vida en el Instituto Pasteur de París, fallecido a los 100 años sin regresar del exilio y que ha donado todos sus bienes materiales, científicos y bibliográficos, a la Facultad de Medicina de Granada, siendo una de sus albaceas testamentarias, la Dra. Enriqueta Barranco que estableció contactos con él, en París, siguiendo la huella de D. Alejandro Otero.
En esta ocasión contamos con la presencia del médico madrileño, D. Francisco Tinao, miembro de la Asociación Historia Actual, quien se ha dedicado durante muchos años con gran pasión y rigor a seguir el rastro de los médicos del exilio republicano. Tituló su conferencia, Destierro y destiempo: los médicos del exilio republicano. En su intervención apareció, por supuesto, la figura de D. Alejandro Otero.
La conferencia de la Dra. Barranco, llevó el título,  Un exilado español en el Instituto Pasteur: Antonio Chamorro. Ni qué decir que D. Alejandro surgió en multitud de ocasiones durante esta conferencia. Destacando ese rasgo común en ambos hombres, lo que hemos llamado, utilizando una expresión muy popular en Granada, de aquellos que se ponían los calzones por los pies, su lealtad, su ética, su compromiso hasta las últimas consecuencias, ya que el Dr. Antonio Chamorro dejó en su testamento escrito que sus cenizas fueran arrojadas en la proximidad de las tapias del Cementerio Municipal de Granada. A buen entendedor, pocas palabras bastan: allí donde fueron fusiladas y fusilados sus compañeras y compañeros de empeños reformadores y humanistas.
En la actividad realizada con motivo del 75 Aniversario, así como en la rueda de prensa celebrada con anterioridad, contamos también con la presencia de Dña. Trinidad Ayuso Guerrero, Presidenta de nuestra Asociación y nieta del que fuera concejal del Ayuntamiento de Granada, por el Distrito Albaicín, en 1931, D. Wescenlao Guerrero, muerto de pena, según palabras de su nieta, tratado como “preso peligroso” y después de haberle fusilado a un hijo.
La Trini, como la llamamos sus numerosísimos compañeros y amigos, contó con orgullo cómo su abuelo le ganó en votos a D. Alejandro Otero, en la mesa electoral del populoso barrio del Albaicín. Ella vive en la actualidad en la casa que fuera de sus abuelos, allí, según le contaron en multitud de ocasiones los miembros mayores de su familia, se reunían a compartir charla y sangría, entre otros, aquel gallego universal, cuya cercanía era presentida por sus alumnos gracias al especial ruido que provocaban las suelas de los zapatos, de piel y hechos a mano por encargo, que cubrían los pies de D. Alejandro Otero.
Que sus huellas no se pierdan en el olvido y nos sirvan para ser mejores mujeres y hombres, mejores ciudadanas y ciudadanos de nuestra ciudad y del mundo.
Cartel de homenaje realizado en su pueblo, Redondela 


Roete Rojo
Asociación Plataforma Cívica por la República de Granada

A las lectoras y lectores: habrán podido comprobar que cuando rescatamos la memoria de las republicanas o los republicanos de Granada perseguidos, exilados o fusilados, se repiten nombres, preguntas y conclusiones. Desde nuestro punto de vista es inevitable.


[1] Salvador Vila. El rector fusilado en Víznar. Universidad de Granada. 2005.
[2] Mercedes del Amo. Op.cit.
[3] Alejandro Otero. El médico y el político. Universidad de Granada. 1995.

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