Con motivo de las actividades programadas por la Asociación
“Plataforma Cívica por la República” (Granada), para conmemorar el 87
Aniversario de la Proclamación de la IIª República Española, tuvo lugar la presentación
del libro, escrito por la profesora de la Universidad de Granada (UGR),
Enriqueta Barranco Castillo, “La Tía del abanico. 1938: Espionaje en Granada”,
editado por Aratispi, con la colaboración de la historiadora Maribel Brenes. La
actividad realizada contó con el apoyo del Seminario “Otro Pensamiento Es Posible”
de la UGR.
El libro viene avalado por la trayectoria, como investigadora
de la Historia de la Medicina, de la Dra.
Barranco, que ha sido hasta su jubilación profesora de la UGR y ginecóloga
clínica. En su haber cuenta con la magna obra “Alejandro Otero”, escrita en
colaboración con el Dr. Fernando Girón Irueste. Libro imprescindible para
conocer al personaje que fue Catedrático de Ginecología y Obstetricia de la
UGR, dirigente del PSOE, concejal del Ayuntamiento electo el 12 de abril,
Diputado Constituyente, Rector Magnífico, Presidente del Comité de Huelga en
1934 (por lo cual estuvo preso); subsecretario de Armamento durante la Guerra
Civil, etc., y que murió en el exilio
mexicano, en 1953. Alejandro Otero sería la personalidad más determinante
durante dichos años en la ciudad y, seguro, el más odiado entre los odiados por
las derechas de todo tipo. Si “salvó el pellejo” fue por la sencilla razón de
que no se encontraba en Granada el 18 de julio de 1936. Libro imprescindible
también para conocer la historia de la ciudad durante los años 20 y 30 del
pasado siglo. Imaginamos que durante esta investigación Enriqueta Barranco
encontró el hilo del que ha tirado para escribir este último libro.
“La Tía del abanico” narra con rigor científico y documental
el fenómeno del espionaje y el contraespionaje en Granada durante los años de
la Guerra Civil, en una ciudad donde el golpe militar fascista triunfó;
fenómeno que resultó un motivo más para que las autoridades golpistas
desarrollaran una terrible represión indiscriminada, que acabó con el
fusilamiento de 37 personas, entre ellas las llamadas “8 rosas de Granada”, un
grupo de mujeres jóvenes.
La fecha de 1938 es definitoria como centro de esta historia
porque fue el 6 de junio de 1938, cuando el capitán de la Guardia Civil,
Mariano Pelayo, fue objetivo de una carta-bomba, que abrió en su despacho, en
el Cuartel de las Palmas (lugar de funesto recuerdo para los militantes republicanos
y antifascistas de cualquier ideología). La bomba le destrozó la cara,
perdiendo un ojo y un brazo. Así quedó vivo, aunque lisiado, no un simple mando
de la Guardia Civil, sino el Jefe de los Servicios Secretos de Andalucía
Oriental. Quien le hizo entrega de la carta, José Yudes Leyva, soldado del
Ejército Nacional, y espía republicano, sería fusilado. El atentado desató la
venganza y la atroz represión que se relata en el libro.
La tía
del abanico, por su parte, fue una espía republicana que,
detectada por Mariano Pelayo, éste consiguió alistar como contraespía al
servicio del “Glorioso Movimiento Nacional”. Movimiento que como en el caso de
otros fascismos europeos como el alemán o el italiano, consiguió conformar una
ideología que recogía, aunque de modo pérfido, parte de la cosmovisión de la
clase obrera de influencia anarquizante; de aquí, la denominación de
“nacional-sindicalismo”.
La tía
del abanico, en sus recorridos por la ciudad de Granada,
solía taparse la cara con el movimiento de su abanico, y de aquí el mote que
recibió. La traidora promovía reuniones en su propia casa (vivió en distintos
lugares pero siempre en barrios populares), o en tabernas de la ciudad, con
personas republicanas, a las que luego iba denunciando al capitán Mariano Pelayo;
personaje este último que llegó a acumular hasta 16 medallas por méritos,
incluida la “Cruz de tercera clase del mérito de la orden del Águila alemana
con espadas”, que le concedió Hitler en 1941.
El nombre verdadero de la tía
del abanico es hasta ahora
desconocido. Es previsible que por su actividad
utilizara distintos nombres; en el Sumario aparece como Alicia Herrera Baquero,
nombre con seguridad falso. Como es normal su pista se pierde cuando abandona
Granada.
El libro permite, como cualquier libro, distintas lecturas.
Desde nuestro punto de vista, abordar la historia local de una ciudad como
Granada, imaginario colectivo de muchas generaciones en todo el mundo, envuelta
entre el mito, la realidad y la tragedia (desde el punto de vista cultural
universal, por el asesinato de Federico García Lorca), no habrá sido un trabajo
fácil, pero sus resultados son apasionantes.
Un período histórico en el que se fija la mirada sobre
acontecimientos relacionados con intrigas, traiciones y venganzas en el peor
escenario posible; a saber: el provocado por un golpe de Estado protagonizado
por una parte sustancial del ejército español, con el apoyo de sectores de las
finanzas, la nobleza y el clero que defendían lo que Unamuno llamó “la España
castiza”. Esa parte de España que sentía pavor ante cualquier reforma, no
digamos revolución, que pudiera mover los cimientos de su centenario estatus
económico-social y su hegemonía histórica. La “revolución desde abajo” sería
posible, a partir de ese momento, sólo para quienes consiguieron derrotar en
las calles a los militares golpistas y a sus aliados políticos de extrema
derecha, que no fue el caso de Granada.
En Granada, el golpe de Estado llegó con retraso, pero llegó.
El 20 de julio de 1936 unidades militares, con el apoyo de comandos de extrema
derecha, se hacían con el control de la ciudad, a excepción del barrio del
Albayzín, cuya población resistió durante tres días. Una ciudad de mayoría
social republicana y de izquierdas, en la que había triunfado el Frente
Popular, sería sometida a un régimen de terror en el que se aplicó con todo
rigor la “Instrucción Reservada. Base 5”, atribuida al golpista general Emilio
Mola Vidal, que decía así: “Es necesario crear una atmósfera de terror, hay que
dejar sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todo el
que no piense como nosotros. Tenemos que causar una gran impresión, todo aquel
que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular debe ser fusilado”.
En la división geográfica entre golpistas y leales al legítimo
gobierno de la República, Granada permaneció durante toda la guerra bajo el
severo control de los golpistas, ¿cómo transcurrió la vida cotidiana en Granada
durante dicho período? Algunos falsificadores de la historia han defendido que
pasados los primeros días la ciudad volvió a la normalidad, sobre todo a partir
del nombramiento de un civil, Antonio Gallego Burín, como Alcalde, el 3 de
junio de 1938. Sin embargo, la carta-bomba, las detenciones y los fusilamientos
posteriores distan mucho de esta imagen idílica malintencionada. La población
viviría sumida en un tremendo estupor; los miles de fusilados y fusiladas (los
asesinatos comenzaron a producirse desde el mismo día 20 de julio de 1936)
debieron de ser una carga imposible de digerir. El terror, seguro, fue generalizado.
“Las 8
rosas granadinas”
La tía
del abanico logró contactar, entre otras personas, con 8
mujeres granadinas. Fueron: Conchita y Gracia Peinado Ruiz, conocidas en
Granada como “las niñas del Carmen de la Fuente”, por la ubicación de la casa
en la que vivían; Concha Moreno Grados (las tres se conocían por encontrarse en
las visitas a sus padres presos: Jesús Peinado Zafra y Rafael Moreno Ayala);
Laura Ballesteros Girón, militante comunista; Mercedes Romero Robles, posible
espía republicana; Angustias Ruiz Pérez, Remedios Heredia Flores y Filomena Santoyo.
Todas ellas acusadas de dar cobertura a simpatizantes del Frente Popular para
que escaparan de Granada y lograran llegar al frente republicano.
Como manifiesta la Dra. Enriqueta Barranco, hemos podido
conocer sus nombres pero no los hechos por los que las asesinaron, tras un
simulacro de juicio realizado el 22 de agosto de
1936, sin garantías de ningún tipo, acusadas, al igual que el resto de juzgados,
de delitos de traición, rebelión militar o adhesión a la rebelión. Entre los
acusados encontramos trabajadores de tranvías y del ferrocarril, así como
Guardias de Asalto.
La larga historia de violencia de las élites sobre los
sectores populares, iniciada con la Toma de Granada, el 1 de enero de 1492, aumentaba
con 37 nuevas víctimas, que fueron fusiladas el 4 de octubre en las tapias del
Cementerio de la ciudad, de los 116 detenidos con motivo del atentado. Buscando
una explicación histórica a tanta violencia, que no sólo se impuso en Granada, por supuesto, nos parece oportuno
reproducir el pensamiento de Claudio Sánchez-Albornoz sobre las “violencias
españolas de los años 30”: “España había rechazado la revolución de siglo XVI
(religiosa, la forma propia de la época), después las revoluciones de los
siglos XVIII y XIX (políticas, también en este caso como convenía a los
tiempos), y por último la revolución social de comienzos del siglo XX (toma de
conciencia de las contradicciones de clase). Haber intentado hacer a la vez, en
diez años, estos tres tipos de revolución, explica las violencias de los años
30”.
Roete Rojo
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