(Entrevista a Jesús
Peña Cedillo, profesor de la Universidad “Simón Bolívar” de Venezuela,
realizada para El Otro País de Este Mundo).
Habíamos pensado realizar una entrevista sobre los Comités
Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), como estructuras de Poder
Popular que están cumpliendo un papel determinante para combatir la guerra
económica contra el pueblo. Pero la coyuntura apremia, saltando la arremetida
de la Organización de Estados Americanos (OEA) contra la República Bolivariana
de Venezuela y el proyecto queda aparcado. Es obligado explicar el formato de
la fase golpista que se está viviendo. Los medios no sólo intoxican con sus
mentiras, también desalientan a las personas que han seguido desde el compromiso
internacionalista, o la mera simpatía, a la Revolución Bolivariana.
P. - ¿Estamos ante
una nueva tentativa de golpe de Estado?
R.- La oposición
en Venezuela jamás ha tenido otra alternativa distinta al golpe de Estado. En
medio de la terrible guerra económica contra el pueblo (desabastecimiento,
sobreprecios, inflación provocada, cerco financiero, etc.), la OEA se convierte
en la espita para el más reciente episodio del plan golpista: resolución de una
organización internacional, inicio de focos de violencia apoyada por sicarios,
medios de comunicación que diseñan una ficticia “crisis humanitaria”, provocación
de una confrontación interna, muertes, etc., todo ello para finalmente
justificar una intervención militar desde el exterior (Colombia, Brasil, Guyana
y/o el comando sur de los Estados Unidos). Su única variante es favorecer la aparición
de un Pinochet local. Contemplan todos esos eventos y escenarios aunque algunos
parezcan (y en efecto sean) aberrantes.
P.- Parece que la OEA
no ha tenido muchos escrúpulos para quitarse la careta.
R.- La OEA no ha
sido nunca un actor político autónomo en la región; por algo ha sido definida
como el “Ministerio de Colonias de los Estados Unidos”. Enemiga de Cuba, de
Venezuela y de cualquier país que intente defender su soberanía. La actitud
injerencista viene de lejos, pero en las últimas semanas hemos asistido a su
versión más radicalizada, intentado que su Asamblea General votara la
aplicación a Venezuela de la “Carta Democrática”, alegando que en el país se había
provocado una “ruptura institucional”. En una primera arremetida no
consiguieron los 23 votos necesarios (sólo contaron con 17, algunos de ellos
vacilantes). En otro intento, y violando de nuevo su propia institucionalidad, convocaron
para el 3 de abril el Consejo Permanente para forzar dicha resolución. A pesar
de que tanto Bolivia, que ejercía la Presidencia pro tempore, como su suplente
Haití que ejercía la Secretaría, suspendieron la reunión por no ajustarse a los
estatutos; el conjunto de países de la derecha anti-bolivariana pasaron por
encima de esos dos países y realizaron una reunión ilegal presidida por
Honduras, donde tampoco alcanzaron los votos necesarios para condenar
‘legalmente’ a Venezuela. Ni siquiera fueron capaces de emitir un comunicado
conjunto.
Aun así, el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ha
seguido pretendiendo que la condena se ha producido, en un hecho que no tienen
precedentes ni por el descaro de las falsedades acumuladas ni por la inmundicia
que arrastran con su comportamiento de saltarse su propia legalidad. Cuando
expulsaron a Cuba fueron más sinceros y formales, aunque igual de cobardes.
Estas acciones se enmarcan en la estrategia de oxigenar a
una oposición venezolana muy debilitada y con poca credibilidad en lo interno,
como lo demostró su fracaso general en todos sus intentos por derrocar el
gobierno constitucional durante el 2016 y el escaso poder de convocatoria a las
calles durante los últimos seis meses (más allá de la ficción que generan los
medios o las acciones terroristas que promueven). Han trasladado toda su
artillería al ámbito internacional, el más duro para nosotros, preparando
nuevos escenarios de mayor violencia. Para nosotros es fundamental mantener la
paz interna en niveles aceptables, sin desesperar ni caer en provocaciones.
En todo este proceso muchos países se han visto presionados por
EEUU descaradamente (en particular Haití, El Salvador y República Dominicana,
los cuales han sabido mantener su dignidad), en tanto en otros se han generado
fricciones entre sectores internos. El Presidente de México tuvo que afirmar
que su canciller había hablado a título personal; en Uruguay, el Vicepresidente
del país, aunque ataca al Presidente Maduro por develar que se coordinan con
los Estados Unidos en materia militar, manifestaba días después no compartir la
actitud de su paisano Luis Almagro, a pesar de lo cual, México y Uruguay
continúan votando contra Venezuela. Se destacan con claridad las
contradicciones de la “izquierda de rostro amable”, que siempre termina
asestando una puñalada por la espalda a los más decididos a impulsar los
cambios parcialmente compartidos. Para mí ha sido muy decepcionante la postura
asumida por Uruguay.
A pesar de la dureza de la arremetida imperial y de sus
malinches (quienes se ponen de lado de los extranjeros), hasta ahora hemos
sobrevivido a ella gracias a la grandeza estratégica de Chávez, quien diseñó varios
“escudos protectores” para Venezuela, entre ellos PETROCARIBE y el ALBA,
reforzando la resistencia colectiva ante el imperialismo y sus lacayos.
P.- Al margen de la
canallesca intención de la OEA, ¿se ha asistido dentro de Venezuela a un
conflicto entre poderes públicos?, ¿se ha roto el hilo constitucional?
R.- En absoluto
se ha producido tal ruptura. Comencemos por explicar que la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela contempla la existencia de 5 poderes: el
Ejecutivo, el Legislativo, el Judicial, el Moral y el Electoral; es normal que
desde fuera cueste trabajo entender su complejidad. Nuestra Constitución es,
además, la expresión jurídica de un sistema presidencialista.
Lo vivido en los últimos años, con una Asamblea Nacional en
desacato al incumplir sentencias del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ),
resulta el hecho más significativo. El resto de Poderes sigue funcionando de
forma autónoma y es normal que puedan existir diferencias entre ellos. En
particular, ante la omisión legislativa (por
el desacato) y según nuestra Constitución, el TSJ ha venido cumpliendo
funciones legislativas puntuales para permitir la gobernabilidad y la prevalencia
de la constitucionalidad.
Lo que se pone en funcionamiento con las palabras
irresponsables de la fiscal Luisa Ortega (una parte del Poder Moral, junto con
el Defensor del Pueblo y la Contraloría de la Nación), no es un ‘enfrentamiento
entre poderes’, sino la parte más violenta del plan desestabilizador opositor. A
mi juicio, al declarar la Sra. Fiscal que ha habido una ruptura constitucional
por parte del TSJ, actuó de mala fe. Eran de conocimiento público las circunstancias
por las cuales el TSJ estaba asumiendo –desde hace meses- tareas legislativas.
Pudo haber escogido, incluso antes de las decisiones que ‘provocaron’ su
pronunciamiento, acciones tales como la consulta entre poderes, la petición de
aclaratorias, la reunión en pleno del Poder Moral, etc., antes de hacer públicas
tamañas declaraciones. Prefirió ir, en primerísima instancia y sin argumentos
de fondo, a los medios de comunicación; no pudiendo alegar desconocimiento de
cómo sería tratada la noticia. Su actitud permitió a la OEA y a los medios
internacionales, en su campaña permanente contra Venezuela, propagar por
enésima vez que se había roto el hilo constitucional, incluso hablar de un
“autogolpe” del Presidente Maduro, pero esta vez con el aporte argumental de la
fiscalía.
Sorprendió todavía más la situación por lo prudente que ha
resultado ser la fiscal en el pasado, cuando no ha emitido ningún
pronunciamiento ante las violaciones constitucionales graves cometidas por la
Asamblea Nacional, como la de “desconocer al Presidente de la República”, el
declararlo ‘ausente de su cargo’ o al inhabilitarlo “por no ser venezolano” (su
madre es colombiana); pronunciamientos legislativos no solo falsos sino
producidos en áreas donde la AN no tiene atribuciones plenas, independientes de
los otros poderes (sin mencionar lo grotesco de asuntos mencionados).
Se ha dicho que ante la presión de los acontecimientos el
TSJ tuvo que echar marcha atrás, lo cual no es estrictamente cierto, aun cuando
haya suprimido parte de esas sentencias. Cambió lo referido a la inmunidad parlamentaria
sin modificar el fondo, en el sentido de que ya no se afirma que los
parlamentarios la hayan perdido, pero se reitera en que si violan la ley, tal
inmunidad no los ampara (que era y es la situación preexistente, ya que han
violado la ley y se encuentran en desacato). Y en cuanto a asumir las funciones
de la Asamblea Nacional, sigue vigente (porque está en la Constitución) que
puede asumir tales funciones, aunque sólo “punto por punto”, cuando la omisión
parlamentaria obligue (de facto es la misma situación existente antes y después
de las sentencias). Lo que sí es cierto es que el TSJ actuó con poco tacto
político (por no decir torpeza), pensando que era el momento de blindar inminentes
decisiones económicas que requieren aprobación legislativa.
La fiscal ha evitado pronunciarse de nuevo sobre el tema,
pero es evidente que es la heroína de la oposición y no podemos descartar que
pueda volver a hacer daño en el futuro. No ha sido poca cosa que brindara a los
enemigos de la patria la posibilidad de agitar otra vez las calles y propiciar una
intervención militar. La violencia que se ha desencadenado se la debemos en buena
parte a ella porque la oposición estaba en coma y sin ningún oxígeno para actuar.
En cualquier caso, la diferencia entre los poderes ha ido quedando atrás, pero
sigue vivo el argumento del autogolpe como justificación de la violencia
opositora.
P.- Las
movilizaciones no han dejado de producirse, ¿cómo situarías el grado de organización?
R.- Ambos
lados del espectro político han visto reactivadas las movilizaciones de calle. Nuestras
marchas siguen siendo muy numerosas, aunque debe reconocerse que no tienen el
volumen de las de la primera década de este siglo. Las de ellos, siendo las
mayores de los últimos meses, siguen calificando como escuálidas. Estamos
hablando de este tema el día 9 de abril, se espera contrastar concentraciones
de envergadura el 19 de abril. Las movilizaciones populares están siendo
constantes en Caracas, te aseguro que esto es un sinvivir (risas). Se realizan
prácticamente todos los días con el fin último de evitar movilizaciones
opositoras hacia el centro de la ciudad, donde están los poderes públicos. La
oposición también se mantiene en las calles, pero su estrategia es siempre
provocar disturbios. Nada tienen que ver sus acciones, en volumen, con sus
mejores momentos en 2002 y ni siquiera con las guarimbas (acciones violentas
callejeras) de 2014. Hay violencia muy localizada, nada más. De momento no se
ha producido ningún enfrentamiento directo serio entre marchas de distinto
signo ideológico; sólo ellos contra la Guardia Nacional. Por nuestra parte, y
vivido lo vivido en 2002, espero que lo que se verbaliza en tribunas y
programas sea verdad: que nos estamos organizando para todos los escenarios
posibles. Ahora se habla de ello de manera explícita.
No se trata de desviarnos de nuestra agenda de construcción
de respuestas al país ante la grave situación económica, que ha mejorado
muchísimo en términos de abastecimiento y presencia de productos, no así de
medicinas, ni en los precios, los cuales siguen por las nubes. De allí que los
CLAP, ahora más politizados y reconvertidos en un medio de organización popular,
sigan como punta de lanza en la lucha económica, junto al intento de relanzar
las Misiones.
Es un trabajo muy duro pero pretendemos que no sea tan sólo
una vanguardia gubernamental la que se organice y exprese.
P.- Muchas
gracias, profesor Peña.
Roete Rojo
HAY QUE ESTAR
PREPARADOS Y ORGANIZADOS PARA CUALQUIER ESCENARIO
(Actualidad
Venezuela, 24 de abril)
Desde el día 9 de abril, en que se realizó la entrevista
titulada “El imperialismo busca la justificación para una intervención militar
en Venezuela“, los acontecimientos se precipitaron, haciendo necesario abordar nuevos datos y valoraciones.
Lo que está ocurriendo: actos terroristas en las calles de
Caracas y otras ciudades del país, acoso mediático nacional e internacional
contra la Revolución Bolivariana y grandes movilizaciones populares en contra del
golpismo; todos hechos que nos recuerdan los momentos vividos en el año 2002, cuando
el golpe de Estado contra el Presidente Hugo Chávez. Los eventos de este abril
se precipitan gracias a que la derecha recibió un gran balón de oxígeno proveniente
de la Organización de Estados Americanos y por las declaraciones de la fiscal
Luisa Ortega contra el Tribunal Supremo de Justicia venezolano, renaciendo entre
los opositores su creencia-esperanza de que están a punto de alcanzar el poder
como en aquella oportunidad del 2002. Pero las diferencias son notables y existe
el convencimiento de que se podrá parar esta nueva versión del golpe.
Destaquemos esas diferencias.
1.- Las manifestaciones opositoras han crecido por la citada
emoción renovada, pero no alcanzan las magnitudes del pasado. Hay que estar
alertas ante lo que dicen los medios ya que abundan las fotos trucadas, tanto
en lo referido a la cantidad de personas, como a los lugares de las
manifestaciones; también se miente con descaro sobre la “represión salvaje”
ejercida por los cuerpos de Seguridad del Estado, cuando en la práctica la
inmensa mayoría de las muertes que se han producido se deben a la acción
violenta de los ‘manifestantes pacíficos’ opositores. El control y liderazgo que
tienen los políticos de la derecha sobre estas manifestaciones y acciones
violentas es precario, tanto por sus fracasos previos, como por sustentarse en
pagos al hampa para que les funcione como fuerza de choque. La llamada “Mesa de
la Unidad Democrática” quedó descabezada desde que sacaron a su último
coordinador hace dos meses, después del fracaso de todas las intentonas golpistas
de 2016. Por eso en el sector opositor cada cual anda por su lado, intentando
aparentar ser el ‘más duro’, tratando de copar ese liderazgo (y el
financiamiento en dólares que le asignan desde el exterior). Sus estrategias y
acciones tienden a ser desesperadas y están marcadas por un análisis ajeno a la
realidad, lo cual no las hace menos peligrosas, como los hechos diariamente nos
están demostrando. La MUD está desprestigiada y su masa de apoyo desconfía de sus
liderazgos; pero dicha masa está más radicalizada y frustrada que nunca, y los
consideran incluso cobardes y traidores.
Adicionalmente debe tomarse en cuenta que la oposición venezolana
ya no tiene ningún control sobre PDVSA, ni sobre la Fuerza Armada, ni sobre la
policía de Caracas, ni puede sabotear ninguna gran infraestructura (al menos
sin ayuda internacional), tal como sí ocurría en el año 2002.
2.- A las manifestaciones violentas no se les está
permitiendo entrar al municipio Libertador (sede de los poderes públicos en
Caracas), como si sucedió en 2002. Ello se hace tanto para evitar las
confrontaciones entre marchas, como para anular la acción de los
francotiradores en nuestras zonas emblemáticas (como aquellos que provocaron la
tantas veces manipulada matanza de Puente Llaguno aquel trágico 11 de abril).
Se procura no proporcionar excusa alguna basada en supuestas masacres por
nuestra parte. Aunado a lo anterior, la oposición ya no cuenta con los medios
de comunicación nacionales (ni con CNN) actuando con la impunidad de aquella
época, aunque la tristemente célebre televisora Globovisión – ahora de la mano
de Vladimir Villegas…quién lo diría-, y la mayoría de las televisoras privadas quieran
asomar la patita. La prensa escrita y radial –también ampliamente controlada
por la oposición- sí se ha puesto rabiosa de nuevo. Y los medios
internacionales no se cansan de mentir de la manera más descarada. Éste sigue
siendo nuestro flanco más débil.
3.- La Fuerza Armada no es la misma de aquellos años. Los
jóvenes Tenientes-Coroneles que pararon el golpe de 2002, son los Mayores-Generales
de hoy, y la juventud militar está más ideologizada, lo que es decir bastante. Eso
no significa que no haya traidores dentro de las Fuerzas Armadas, pero les
sería complicado dar un golpe sin respuesta inmediata interna. Los militares
chavistas saben que lo que vendría después sería Yakarta.
4.- El chavismo se ha reactivado gracias al trabajo del
último año, su moral está muy alta y el tema de la injerencia externa ha
movilizado incluso a sectores descontentos con el Gobierno (mas no a la
ultraizquierda, que sigue en lo mismo, bailando pegado con la derecha). Fue un
error opositor que EE.UU. llamara a manifestarse un 19 de abril. ¡Hacía tiempo
que no llenábamos así la Avenida Bolívar!
Los sondeos indican que más del 80% de la población rechaza
la violencia, más del 70% desea el diálogo político y el PSUV sigue siendo el
principal partido del país, con un apoyo sorprendentemente alto del 35%, para
el aguacero que estamos padeciendo desde hace tres años. Entre tanto, el mejor
partido opositor apenas alcanza el 7%, y juntos apenas llegan al 29%;
declarándose “ni-ni” un 36% de la población. Pero no se pueden lanzar las
campanas al aire, porque el odio opositor es de tal calibre que siempre acabarán
votando en su totalidad aunque su candidato fuese un trapo sucio, como ocurrió
con Macri en Argentina y con Lasso en Ecuador; entre tanto, el abstencionismo
sigue siendo demasiado alto entre los simpatizantes del chavismo.
5.- Una variante importante en todo este escenario es que la
derecha está pagando con su abundancia de dólares a “paracos” colombianos infiltrados
en el país y a delincuencia común para que ataquen zonas populares, intentando
prender una explosión social que se venda como levantamiento popular
antichavista. El intento de quemar un Hospital Materno-Infantil, en El
Valle, y los saqueos en paralelo en esa
misma zona popular, fueron actos desarrollados por encargo por el hampa común,
muchos de ellos actuando bajo el efecto de las drogas. No hubo víctimas entre
los agredidos (doctores, niños, mujeres embarazadas), pero sin embargo hubo
diez fallecidos entre los saqueadores, electrocutados por su propio accionar
mientras robaban varios comercios (los medios internacionales no han tardado en
decir que fue por la represión gubernamental).
Cabe recordar que cuando Capriles llamó a descargar la
“arrechera” luego de perder las elecciones en 2013 y durante las guarimbas de
2014, también los opositores se dedicaron a atacar símbolos del chavismo, como los
nuevos conjuntos residenciales populares, centros de salud, escuelas y misiones.
Pero en aquel momento lo hacían opositores de clase media contra obras
realizadas cerca de sus espacios. Las actuales acciones violentas se están
tratando de proyectar hacia zonas netamente populares, para hacer creer que
hay condiciones para otro “Caracazo”,
como en 1989, pero al no tener suficiente gente en los barrios apelan de manera
irresponsable al hampa, dándoles armas, drogas, dinero y promesas de impunidad.
Hasta ahora sólo en dos casos de muertes han estado
involucrados policías (todos ya detenidos); en mi zona de residencia un joven Guardia
Nacional fue asesinado por un francotirador. La mayor parte de los muertos han
seguido el mismo patrón: durante sus marchas ejecutan a manifestantes (aunque
sean propios) o a transeúntes o a funcionarios del orden, bien sea utilizando
francotiradores o disparándoles de cerca por sicarios, la prensa hace lo demás.
6.- Lo que sí es idéntico o peor a lo del 2002 es el acoso
psicológico al que estamos sometidos todos los venezolanos, por los abrumadores
anuncios diarios acerca de las manifestaciones que desde la derecha tienen
programadas. Nadie se puede imaginar cómo vivimos el día a día. En ningún país
europeo ese accionar sería permitido. Aun controlando la actitud criminal que
en 2002 tuvo Globovisión, nos machacan y machacan el cerebro segundo a segundo,
a la espera de un nuevo anuncio violento. A pesar de esta sensación angustiosa,
creemos realmente que la derrota del golpismo está a la vista si logramos
controlar los focos terroristas, que siguen siendo pocos: de 300 municipios que
tiene el país ha habido violencia sólo en unos 20 y graves en apenas 5. Pero es
claro que su estrategia es mantener la tensión (real o ficticia) todo lo que
puedan, hasta que surja un Pinochet o se animen a intervenir desde el
extranjero o se dé un evento catastrófico manipulable. Todas esas cosas son
todavía posibles, aunque se ven cada vez más improbables dado lo limitado
(hasta ahora) del movimiento opositor y la gran movilización del chavismo. Si
bien el control directo de los violentos hasta ahora solo ha recaído en la
Guardia Nacional, es indispensable mantener la movilización continuada, aunque
nos agote, de las organizaciones populares.
La victoria del pueblo venezolano frente al golpismo y el
intervencionismo está a la vista, pero el daño en vidas, material, psicológico
e internacional que se ha ocasionado al país es enorme. Llegará el momento en
que deberá cobrarse la victoria, y no debería ser repitiendo lo del crucifijo
de Chávez en 2002.
Actualidad 1 de mayo:
Con Caracas desbordada de pueblo, la Avenida Bolívar se quedó pequeña para
albergar a las multitudes que a ella querían acceder (2 kilómetros), para
incorporarse a la marcha del 1 de Mayo. Desde la Tribuna, el Presidente Maduro
anunció la convocatoria de Asamblea Nacional Constituyente, el mayor ámbito de
debate y participación del pueblo, amparada en los artículos 347, 348 y 349 de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999. La Comisión
Presidencial encargada de su convocatoria estará dirigida por Elías Jaua.
Jesús Peña Cedillo
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