He vuelto a mi puesto de trabajo tras 14 años de
excedencia; años durante los cuales me dediqué a la militancia política y
social y traté de recuperarme de enfermedades del cuerpo y del alma.
En dichos 14 años todo ha cambiado de modo radical.
Algunos de ellos pueden ser calificados de “naturales”: gente de mi generación
se ha jubilado o cuenta ya los días que les restan para conseguirlo; algunas
compañeras han muerto o están muy enfermas, etc.; otras ya son abuelas o tienen
hijos e hijas mayores…
Resta poca gente de mi generación aunque en general la
edad media rondará los 50 años. Hay un porcentaje de hombres importante en un
medio como el sanitario tradicionalmente femenino.
Las condiciones de trabajo han empeorado con la
precarización laboral que sufre el personal contratado cuyo número es alto. Se
han congelado los salarios y aumentado el número de horas laborales semanales;
se penalizan las bajas por enfermedad, han disminuido los días de libre disposición,
etc. Los recortes en sanidad y el
colapso del sistema empeoran aún más la situación de las trabajadoras y los
trabajadores sobre cuyos hombros recae la atención de los pacientes.
En ese mundo he caído sin paracaídas. Mantengo una
posición expectante, sobre todo quiero saber cómo respiran, “de qué pie
cojean”; no me espera un futuro laboral largo y no quisiera montar la
“trinchera y la ametralladora” antes de tiempo. Una de las viejas, como yo, me
dijo un día mientras fumábamos un cigarro en la calle: - ¡Cuántas veces me ha
dicho Marieta que si tú no te hubieras ido, muchas de las dificultades que
atravesamos no se habrían producido. Se habrían producido. Yo no era más que
una pieza dentro de un engranaje que ha desaparecido por completo, le contesté.
No conozco pues a casi nadie. Voy tomando nota de las
vestimentas (hay compañeros que llevan en la muñeca la bandera nacional y uno
solo que lleva la bandera republicana y al que llamo “ciudadano”), de sus
conversaciones y preocupaciones; buscando los elementos comunes: nuestros
padres y madres ya son adultos y adultas mayores, dependientes, y de las
visicitudes que esta situación genera.
En general la gente es muy reaccionaria. Son los que
predominan. Nadie ha tenido militancia política anterior y quien es afiliado
sindical lo es a un sindicato amarillo. Muchos y muchas fueron socialistas, es
decir, votantes del PSOE. Pero todas y todos tienen un denominador común: que
están cabreados y que echarían a los emigrantes, a los “moros” los primeros (no
llego a saber si también al médico sirio que es adjunto en las Urgencias… creo
que no, en este tema también hay una matriz de clase).
Cuando asisto a una expresión de racismo y xenofobia se
me pasa por la cabeza explicarles que esos “moros” a los que desprecian fueron
y siguen siendo los protagonistas (explotados) de la mayor acumulación de
capital que se produjo en nuestro país al implantarse los cultivos bajo
plástico en Andalucía; hasta dieron lugar al nacimiento de una burguesía en el
sentido literal de la palabras, muy focalizada territorialmente; una burguesía
“no ilustrada” por supuesto, eso sólo ocurrió en Francia en el siglo XVIII.
También se me ocurre recordarles que hace sólo 40 ó 45
años nuestras gentes eran las que emigraban huyendo del hambre y de la
represión franquista. Millones de personas cuya evocación debiera frenar sus
actitudes xenófobas. Pero ni tan siquiera el hecho de que ahora sean sus
propios hijos e hijas, bien cualificados y estudiados, los que han tenido que
emigrar les incita a la reflexión.
Sólo saben que su mundo se ha hundido y eso los tiene muy
cabreados.
A continuación resumo algunos trazos de las opiniones que
recibo:
“Son unos hijos de puta (nuestros gobernantes y
representantes políticos); ahora nos dicen que la culpa de la crisis es
nuestra, que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. ¿De qué somos
culpables? Sólo hemos hecho trabajar y pagar… si hubiera trabajo seguiríamos
pagando”.
“Estoy trabajando desde que tenía 16 años, siempre he
tenido unos derechos y ahora llegaron y dijeron que esos derechos desaparecían.
¿Quiénes son ellos para quitarme los derechos y convertirme en una mierda?”
“Mi yerno es ingeniero de telecomunicaciones, trabajaba
en una empresa y ganaba 3000 euros mensuales. La empresa quebró con la crisis y
lo echaron a la calle. Después de 3 años en el paro, él y mi hija se marcharon
a Inglaterra de donde no regresarán, ya quieren ser padres y aquí no hay futuro
para nadie”.
“Cuando mi hija acabe sus estudios, como no tendrá
trabajo y yo estaré jubilado, nos vamos con la pensión al país que ella decida.
Aquí no podemos quedarnos porque no hay sitio para nadie”.
“Los socialistas han sido los peores porque mucha gente
los creímos. Yo les tengo un odio visceral, ¡cómo nos engañaron! Me utilizaron,
utilizaron mi voto para enriquecerse y encumbrar a sus hijos, familiares y
amigos”.
“Éramos felices porque nuestros hijos pudieron estudiar,
con mucho esfuerzo y trabajo por nuestra parte, los míos nunca disfrutaron de
una beca. Ahora que acabaron sus carreras, que les pagamos los másteres
posteriores, tienen que irse al extranjero, los echan de su país como si
tuvieran la peste. Es terrible el sentimiento porque ellos (los hijos) no
estaban preparados para esta realidad que nosotros no pudimos advertir a
tiempo; si alguien nos hubiera dicho que íbamos al precipicio, algo hubiéramos
hecho”.
“Es la hora de los jóvenes, la gente de Podemos está
preparada, una nueva élite que está contra la casta”.
“Podemos tiene que ganar y desmontar todo esto. Yo los
voy a votar, por supuesto”.
Por eso he titulado estas reflexiones, “Están todos
locos”, es decir, hasta los mismísimos güevos u ovarios y por más mierda que le
echen a la nueva formación Podemos, más indignados se sienten y más gente está
dispuesta a darles su voto de confianza. Nadie se comporta como el sistema
quisiera ni como tenía previsto. El
discurso de que estamos saliendo de la crisis es tan inaudito y tan distante de
la realidad del común de la gente que aunque lo repitan un millón de veces sólo
conseguirán que más sectores se abracen a la locura de tener esperanza de un
modo más fiero. Que esa esperanza llegue a ser realidad forma parte de las
incógnitas del futuro. La realidad no se construye sólo desde la élite (palabra
que no utilizo con carácter peyorativo); tiene que ser resultado de la
confluencia organizada de las grandes mayorías hoy desvertebradas.
Salgo con el “ciudadano” a fumar y me permito la licencia
de comentarle que los que dijimos ya, en plena Transacción Política, década de
los 70, que se nos estaba llevando al precipicio y seguimos luchando, hemos
hecho trizas nuestras vidas, cada vez más arrinconados y aislados.
A lo cual me contesta que, “al menos habéis sido
consecuentes con lo que pensábais”.
Terminé mi licencia, con permiso de Mario Benedetti,
diciéndole: - Sí, pero ha sido muy cruel la “soledad tan concurrida” que hemos
padecido.
Roete Rojo
Saludos, mi estimadísima Roete. Siempre te leo desde Venezuela. Un abrazo grande.
ResponderEliminarNo estás sola. En la Plataforma del Terror el ambiente es justo el contrario, hay mucha gente que piensa que son marxistas, comunistas, rojos y en consecuencia nos sacaran del euro, nos aislaran de Europa y caeremos en desgracia. Me quedan ganas de decir aquello que le dije un día a un compañero falangista: Ojito, que los comunistas se comen a los niños...
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