Difícil definir la psicología de las masas, sobre la que
tanto escribiera Sigmund Froid. Más modesta mi intención me conformo con hacer
algunos comentarios sobre el “estado de ánimo” más o menos generalizado que la
crisis que vive el sistema capitalista en España genera en amplias capas de la
población.
Cualquiera de las siguientes expresiones serían ciertas:
frustración, desesperación, angustia. Pero como observadora de la realidad
social, y partícipe de la situación extrema que vivimos, las que más me llaman
la atención y preocupan son: sorpresa e incredulidad.
La gente sigue sorprendida; lo cual es, desde el punto de
vista ideológico, muy peligroso y demuestra hasta qué punto se consiguió la
confianza en el modelo capitalista salvaje. Los golpes que están recibiendo las
clases populares y medias no son sofisticados; en buena lógica, establecer
relaciones y llegar a conclusiones resultaría sencillo. Pero nada más alejado
de la realidad. Hace tiempo que el llamado “sentido común” dejó de funcionar en
nuestras cabezas.
La sorpresa conduce, entre otros destinos, a la
incredulidad. No nos creemos que sea cierto lo que está ocurriendo; siendo la
siguiente conclusión, hacerse la ilusión, sin ninguna base objetiva, de que
“esto pasará”, como futuro que se encuentra detrás de la puerta y al que
llegaremos por arte de magia, (digo yo).
Es amplio, por lo tanto, el rechazo a los análisis y
posicionamientos que hacen énfasis en que de esta crisis no saldremos sin
convulsionar los cimientos del sistema que hasta aquí nos trajo.
La gente se agarra como un clavo ardiendo al hoy y se
niega a pensar en el mañana. Cualquier mentira violenta (ahora las clases
dominantes mienten de forma violenta) es aceptada como agua de mayo. Decir, por
ejemplo, que el paro comienza a disminuir, porque en el último trimestre, según
las cifras del INEM, se crearon 32 puestos de trabajo más; o afirmar que la
tendencia de destrucción de empleo se ha frenado ¡Por supuesto! Con cerca del
30% de desempleo entre la población activa, el porcentaje de nuevos
desempleados tiene por cojones que disminuir.
De no cambiar las cosas en el sentido de una convulsión
social, de una rebelión, no hay esperanza para las grandes mayorías. Sin
embargo lo que se está consolidando, como estado de ánimo, es la apatía y la
desmovilización más atroces; estados de
ánimo que afectan de modo particular y de dramáticas consecuencias, a los
jóvenes.
Decía
Mao que era obligatorio para cualquier revolucionario “preguntar a las masas”.
A esa tarea me dedico a diario sin formular preguntas. Subo en el autobús y
“sondeo”, acudo a comprar el pan a la tienda del barrio y sigo “sondeando”;
asisto a un acto en Defensa de la
Ciencia y la
Investigación y prosigo “sondeando”. Regreso a casa hecha una
piltrafa, estado de ánimo que consigo superar, no sin que la operación deje sus
cicatrices, gracias a que mi condición de “bolchevique” me permite con
posterioridad intentar un análisis que me ayude a explicar (no justificar), el caos intelectual
y moral generalizado.
Volviendo
al acto en Defensa de la
Ciencia y la
Investigación , que reunió en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Granada,
a más de 200 personas, convocadas por 12 investigadores de alto nivel, “sondeo”
la actitud de un joven investigador que tomó la palabra para decirles a los
convocantes que algo estaban haciendo mal cuando el auditorio estaba compuesto
mayoritariamente por viejos y viejas. Es decir, los responsables de que los
jóvenes investigadores no se comprometan en defensa de la investigación y la
ciencia son justamente los que han tomado la iniciativa de defenderlas y de
denunciar la situación que padecen los jóvenes investigadores que se ven
obligados a migrar a países desarrollados del entorno, entre otras cosas. Las y
los asistentes, por tanto, deberíamos de sentirnos mal, de sentirnos culpables
por estar allí manifestando nuestro interés y preocupación por el tema
importante que se trataba. Quizás este joven investigador hubiese estado más
satisfecho si las viejas y los viejos nos hubiéramos quedado en nuestras casas,
viendo la tele; en cuyo caso la actividad no habría existido pues, empezando
por los propios convocantes (12 de entre los más cualificados científicos e
investigadores de la
Universidad de Granada), cuya edad media superaba los 60
años.
Forma
parte también del estado de ánimo generalizado responsabilizar a los demás de
la falta de respuesta ante las agresiones que estamos sufriendo. El español,
siempre tan heroico para quemar herejes o cristianizar a los infieles, no va a
una manifestación porque eso no sirve de nada, es hacer el gilipollas… ¡Cuando
vayáis para quemar un banco o matar a los políticos, me avisáis! Ahora, con
motivo de la enfermedad de la
Presidenta de Argentina, Cristina Fernández, su imagen es
noticia en los informativos. Y motivo para que cualquier desgraciado o
desgraciada diga, por ejemplo: “Esa y el Evo Morales tienen la culpa de lo que
nos pasa, porque han echado a los españoles de allí, quedándose con lo que era
nuestro”. Otro día los enemigos serán los catalanes, los migrantes que les
quitan el trabajo (aunque ya haga tiempo que desaparecieron de nuestras calles,
primero los argentinos, luego los eslavos y rumanos y, por último, los
senegaleses), etc. La ignorancia los hace fuertes.
Estado del Parque del barrio donde vivo |
Como
vieja bolchevique me niego a no intervenir sobre mi entorno. Bulle con
permanencia en mi cerebro aquello de “comenzar por las reivindicaciones más
simples”; intentar un amago de conversación con las vecinas y vecinos para que
firmen una carta en la que reclamamos al ayuntamiento que ponga freno al
vertido de basuras en nuestras plazas y parques, abandonados a su suerte, como
el resto de enseres y seres del país. El tema, simple, da para mucho, pienso
como vieja bolchevique pues te permite plantear otros asuntos de mayor calado:
la quiebra de la hacienda municipal por el despilfarro anterior, el aumento de
los impuestos, la reducción del número de trabajadores del servicio de limpieza
y tantas cosas más que conducen a hablar de forma “natural” de la crisis del
capitalismo. Pero mi sorpresa es grande cuando pongo en práctica el empeño. Ya
no estamos en los años 60 ni 70 del siglo pasado. La gente, trabajadores y
trabajadoras (con o sin empleo)
sometidos a las más duras condiciones de explotación y vida, padres y madres
entre los 30 a
40 años, vuelven las caras cuando me dirijo a ellos; de manera ostensible me
demuestran su desprecio… o cargan su despecho y frustración contra el cuidador
del parque, un hombre de 60 años, que desde el Expediente de Regulación de
Empleo, debe hacer el trabajo de dos trabajadores y medio.
La
mezquindad es otro estado de ánimo que aflora con motivo de la crisis del
capitalismo en España. Si no nos estamos comiendo a bocao limpio por las calles
es sin duda gracias a que esos mayores despreciables, madres y padres, abuelos
y abuelas, están manteniendo a tres generaciones con sus reducidas pensiones.
Ellos y ellas sí que escuchan cuando me acerco y firman la carta de protesta.
¡Qué paradoja!, ¿verdad?
La
salida a la crisis no tiene que ser revolucionaria. Como tantas veces para
nuestra desgracia ha demostrado la
Historia , también puede ser el fascismo. Los “estados de
ánimo” que sondeo hasta ahora, me quitan el sueño.
Octubre de 2013
Roete Rojo
¡Lo conseguimos! |
PD. Después de escribir
estas líneas, y antes de que sean publicadas en el blogs, nos despertamos con
todas las reivindicaciones conquistadas. No hemos llegado a la luna, claro. Más
esta victoria me envalentona para intentar un segundo paso: colocar cartelones
en el barrio con una consigna simple: “Gracias a la unidad entre vecinas y
vecinos: Lo conseguimos”. Como dijo uno de los profesores que intervino en el
acto En Defensa de la Ciencia
y la Invesgiación :
…”Hay que volver a las luchas de los años 70” .
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