miércoles, 20 de febrero de 2013

ANTIFRANQUISMO Y GÉNERO (IV Y ÚLTIMA).


(Esta última parte de la entrevista tiene como contenido sacar algunas conclusiones sobre la situación actual)

1.¿Se podría hacer alguna analogía entre la Transición y la situación actual?

Yo prefiero pensar que todo lo que estamos viviendo ahora es la crisis de ese modelo, su descomposición. Crisis a todos los niveles, pues la económica ha evidenciado los límites también del modelo político e institucional. Utilizando un símil, “la crisis económica ha desatado todos los diablos”.
Han cambiado muchas cosas desde los años 70. La misma composición de la clase obrera, por ejemplo, ha sufrido una gran transformación. En todos los años de las reconversiones industriales, los años del gobierno de Felipe González, fue desapareciendo ese proletariado industrial, agrupado en imponentes fábricas, explotaciones de yacimientos o polígonos industriales; igual pasó con los cientos de miles de empleados de las empresas públicas de todo tipo que fueron privatizadas.
Ahora por primera vez, desde la crisis que supuso la guerra y la postguerra, los jóvenes vivirán peor, sustancialmente peor, que sus padres o abuelos. Hecho que culturalmente es también de gran impacto y trascendencia. Lo que llaman “el ascensor” social no sólo se ha detenido para millones de jóvenes sino que los ha bajado al sótano y ahí se quedó parado.
Otro elemento que diferencia aquel período del actual es la crisis de valores que ha vivido la sociedad española. Todas las injusticias y arbitrariedades que la crisis pone de manifiesto han sido posibles, entre otras cosas, por la gran hegemonía cultural que el modelo neoliberal consiguió en amplísimos sectores de la ciudadanía. El modelo consumista, individualista, el aislamiento del individuo fuera de la clase a la que pertenece (me refiero a las clases explotadas); el “todo vale”, la corrupción, la economía sumergida, la apisonadora de los grandes medios de comunicación, como la TV, que han impuesto una escala de valores (me gusta matizar, “antivalores”), en la que el esfuerzo, el estudio, la solidaridad, han sido arrinconadas. Son elementos muy preocupantes pues el cambio, como todos los cambios, tendrá que partir de lo viejo para parir lo nuevo.
De otras partes de la entrevista se desprende también que la crisis nos encuentra en una situación de desvertebración social impresionante. Ya no existen aquellas formidables organizaciones sindicales que paralizaban un polígono industrial completo en solidaridad con los trabajadores de determinada empresa; ni qué decir de las organizaciones estudiantiles capaces de hacer llamamientos a huelga general que afectaban a todos los distritos universitarios del Estado y se mantenía durante semanas o meses; o las potentes Asociaciones Vecinales quienes trabajaban día a día, en sus barrios, organizando a las vecinas y vecinos para defender sus derechos sociales y una mejor calidad del vida. Este es otro handicap al que se deberá hacer frente.

2. ¿Qué piensas cuando oímos hablar de que “lo que se necesita es una segunda Transición”?, ¿A qué piensas que se refieren?

Creo que sienten como peligrosa la situación de inestabilidad en la que vivimos y buscan otro gran pacto político y social para mantener sus intereses. Bueno, creo que lo tienen difícil, entre otras cosas porque este país no está saliendo de un período largo de cierto aislamiento internacional, como en los 70, sino que está atado a sus compromisos como miembro de la Unión Europea y fuertemente militarizado por su pertenencia a la OTAN y por las bases norteamericanas. La pérdida de soberanía ha sido extraordinaria; creo que tienen poco que ofrecer en una pretendida negociación.
Difícil también porque la crisis está arrastrando con ella a la credibilidad del sistema, de sus instituciones, poderes y castas.

3. ¿Ves algún partido que pueda tener potencialmente el apoyo popular que tuvo el PCE?

Yo, de momento, no veo nada. Literal. Busco explicaciones en la historia de los pueblos y lo que encuentro es que en situaciones de crisis orgánica del sistema, siempre, siempre, ha surgido un nuevo movimiento político. Las “vanguardias” históricas, o bien han desaparecido o bien se han sumado a este proceso o se han pasado al lado de la contrarrevolución. Es lo que pasó en Rusia, en Cuba… lo que está ocurriendo en los países bolivarianos de América Latina. Y los liderazgos, por cierto, también nacen de movimientos nuevos. Evo Morales, antes de presentarse a las primeras elecciones en Bolivia, era un dirigente sindical, bien arraigado entre los campesinos indígenas cultivadores de hoja de coca. Hugo Chávez, respondía a un movimiento clandestino dentro del ejército, con años de trabajo y de elaboración ideológica y política. Lula da Silva llegó desde el movimiento sindical, en un país con una fuerte clase obrera. Si pienso en estos ejemplos, y busco en la realidad española actual… sólo encuentro silencios.
Últimamente ando seria, como ensimismada, dándole vueltas a todo lo que estamos viviendo. El otro día, alguien en casa, planteaba el mismo interrogante. Como si hubiese esperado la pregunta, contesté instintivamente: “la Historia nos arrollará”.

4. ¿Qué piensas de los nuevos movimientos alternativos en comparación con los del 70? (15M, Toma del Congreso, etc)

Creo que son expresiones de distintos momentos históricos. Los movimientos de los 70 estaban fuertemente politizados. Ahora hay una fuerte contestación a la “política”, que no es lo mismo.
En los años 70, el sujeto máximo de organización y movilización era el movimiento obrero. Creo que hoy en día ese sujeto determinante está bastante ausente.
En la dictadura se construyeron fuertes organizaciones sociales que aunaban la lucha de los trabajadores, de los estudiantes, de los vecinos y vecinas, de las mujeres, etc. En la actualidad ningún sector tiene una fuerte organización, y mucho menos una organización unitaria y democrática; y la alianza estratégica está muy lejos desde mi punto de vista.
Los movimientos de los 70 tenían un fuerte contenido estratégico, producto de la acción en su seno de los partidos revolucionarios. Creo que hoy ese referente estratégico está diluido o es inexistente.
Pero al margen de estas diferencias, digo:
Cada generación tiene que construir su propio proyecto.
A pesar de todo, nosotros fuimos derrotados. No creo que estemos en condiciones de dar una receta o de dar lecciones a nadie.

5. ¿Qué podríamos aplicar de lo aprendido en la Transición?

Lo fundamental es que el sistema exige de cambios profundos, si la salida es un nuevo “maquillaje”,  estamos perdidos; lo cual no quiere decir que no puedan ser democráticos y pacíficos (dentro de ciertos límites, pues las clases dominantes siempre defienden sus intereses mediante todas las formas posibles). Las medias tintas sólo servirán para agravar las contradicciones y el sufrimiento generalizado a largo plazo.
Este país viene postergando su proceso de modernización y depuración democrática desde hace siglos. Ningún cambio será posible en el marco de la Monarquía Borbónica, que representa a la vieja alianza de clases entre la oligarquía de la tierra y la oligarquía financiera, con sus aparatos represivos e ideológicos, Ejército e Iglesia. Una estructura heredada del franquismo, retrógrada en el plano interno, extremadamente centralista y sumisa ante las potencias exteriores.
Cuando los tenderos de mi barrio me cuentan cómo ven ellos la situación y me preguntan, ante cada escándalo o ante cada medida antipopular, ¿y ahora qué?, yo les digo: Ahora, dimisión del gobierno, nombramiento de un gobierno provisional y convocatoria a Cortes Constituyente. ¡Y a empezar de 0 o de menos 10!

6. Luchábais por una Universidad Pública, Gratuita, Democrática y Científica al servicio del Pueblo. ¿Qué importancia tuvieron esos requisitos? ¿Crees que la pérdida de este derecho social y la inminente privatización de la Educación son inevitables?

Pensábamos en otro modelo de sociedad; un modelo dependiente, rentista y especulador, como el que consagró la Transición, no necesitaba esa Universidad Pública, Gratuita, Democrática y Científica al servicio del Pueblo.
En contraposición, el impulso dado durante la II República a la enseñanza y a la educación en general, tenía que ver con el objetivo de modernizar y desarrollar al país, hacerlo profundamente más democrático; el objetivo de “regenerar” todas las estructuras retrógradas, atrasadas, feudalizantes. No existe sociedad democrática sin una educación pública, universal, gratuita y de calidad para todas y todos los ciudadanos y ciudadanas.
¿Qué están haciendo los gobiernos de izquierdas en América Latina? Pues eso: invertir en educación pública y masiva, en la formación de técnicos y profesionales, desbordando las viejas estructuras elitistas. Están construyendo, pues, otra sociedad y esa “otra” sociedad, necesita el basamento de la igualdad de oportunidades y la formación de la población para poder conseguir los objetivos de desarrollo económico y social, de independencia y soberanía.
Cualquier resquicio público, en la enseñanza o en cualquier otro sector, puede ser privatizado, ¿por qué no? Ningún derecho que no se defienda puede desaparecer.

7. Como luchadora social activa, ¿Qué mensaje le quieres transmitir a los nuevos movimientos estudiantiles y sociales que emergen en el contexto actual?

Que busquen en la raíces del movimiento popular en nuestro país. Nada se construye sobre la nada. Creo, desde este punto de vista, que sin volver la mirada a la experiencia de la II República será difícil buscar un camino que nos identifique. Buscar también en las décadas de lucha contra la dictadura fascista; la crisis del sistema tiene cada día expresiones más autoritarias. Cierto que la Historia no se repite pero no podemos actuar sin tener en cuenta las condiciones que se están creando.
Que no desprecien el ámbito de lo político; los movimientos sociales pueden resultar poca cosa sin una articulación de la política sobre nuevas bases.
Que hay que construir formas estables de organización, el riesgo de que aparezcan expresiones dirigistas o patrimonialistas de las luchas es sólo eso, un riesgo. Pero un riesgo que hay que correr mediante fórmulas cada día más democráticas y abiertas, más participativas, más representativas.
Que huyan, como de la peste, del dogmatismo y del sectarismo. Sólo con una política de alianzas amplia, respetuosa con las distintas expresiones de lucha, tanto sociales como políticas, se podrá construir el nuevo Frente para combatir al sistema capitalista.

Roete Rojo

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