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D. Alejandro Otero en su juventud |
Es para
nosotros un honor y una gran responsabilidad escribir estas notas sobre D.
Alejandro Otero, para la revista, Ferrol
Análisis, que se edita en su tierra natal, Galicia. Y si nos atrevemos a
cumplir con el encargo es por la sencilla razón de que D. Alejandro fue uno de
esos hombres que, sin romper con sus raíces, supo insertarse en la vida de
nuestra ciudad, Granada, convirtiéndose en uno de sus mejores hijos de
adopción.
Lo
primero que sorprende al conocer la figura
de D. Alejandro Otero es el silencio que ha rodeado con posterioridad su
historia y memoria, puesto que no sólo
fue un hombre público por las diferentes responsabilidades que asumió sino
también un médico querido por los pobres y sus familias, a las que se dedicó
con entrega profesional y un gran amor humano.
Si lo
tomamos como ejemplo, como paradigma de las generaciones de hombres y mujeres
que vieron en la proclamación de la II República , una posibilidad de modernizar a la
España caciquil, corrupta y atrasada que heredaron, la sorpresa por el
secuestro de la memoria acaba convirtiéndose en espanto.
¿Qué
clase de violencia puede justificar que nos legaran una ciudad habitada por
fantasmas? Negarnos la posibilidad de conocer el pasado, de valorarlo en su
justa medida histórica, nos ha castrado para entender nuestro presente y, lo
que es más cruel, para decidir en qué
futuro queremos embarcarnos.
Nos
hemos acostumbrado a sobrevivir en una ciudad sin rostro, sin definición, puesto que
sus mejores hijas e hijos fueron asesinados, encarcelados, desterrados,
exilados, olvidados; quizás con el objetivo de que llegáramos a la conclusión
de que las cosas siempre fueron así, mortecinas, mediocres, apáticas,
inmóviles; que la única realidad posible la constituye el mundo de los “putrefactos”, que diría Federico García
Lorca.
No es nuestra intención plantear una disputa en
cuanto a represión y silencio con otros
lugares de España, pero sí constatar que por determinadas características
históricas de la ciudad de Granada, esta se llevó la trágica palma si nos
detenemos a analizar dichos fenómenos en relación a la intelectualidad
progresista. No por casualidad Federico García Lorca había declarado pocas
semanas antes de su ejecución, al diario madrileño El Sol, en Granada se agita la peor burguesía de España.
Como afirma la profesora Mercedes
del Amo en su libro[1]
dedicado a D. Salvador Vila Hernández, el Rector fusilado en el Barranco entre
Víznar y Alfacar, en el mismo lugar donde fuera ejecutado Federico García Lorca
y tantas y tantos hombres y mujeres, en cifra aún no conocida, del claustro de la Universidad fueron
asesinados cinco catedráticos y un auxiliar, el director de la Escuela Normal y un
catedrático de la misma. En
el acta del claustro... alguien ha marcado con una cruz (posiblemente tras el
fusilamiento de estos) a cinco de los ocho catedráticos que habían votado la
propuesta de Otero de hacer una moción de censura contra el Rector Marín Ocete
y otras autoridades universitarias, por su pasividad ante las algaradas
estudiantiles y las agresiones al profesorado y alumnado de izquierdas. Son el
catedrático de Derecho Político Joaquín García Labella,; Jesús Yoldi Bereau,
catedrático de Química General de la Facultad de Farmacia ...; Salvador Vila,
rector durante tres meses...; José Palanco Romero, catedrático de Historia de
España...; Rafael García Duarte y Salcedo, catedrático de Pediatría, Presidente
de la Academia de Medicina...; José Megías Manzano, profesor auxiliar de la
Facultad de Medicina; Agustín Escribano, catedrático y director de la Escuela Normal y
Plácido Vargas Corpas, catedrático de la misma Escuela que
también fueron fusilados.
Ser, entre otras cosas, médico y republicano, se
convirtió en un acta de persecución y muerte casi seguras. Un ejemplo paradigmático lo constituyen los alcaldes que rigieron la
ciudad en el paréntesis de cinco años entre ambas dictaduras. Fueron trece, los
dos primeros no fueron fusilados: Pareja Yébenes, catedrático de Pediatría...y
José Martín Barrales, catedrático de Obstetricia. En cambio, todos los demás
alcaldes de la izquierda hasta un total de ocho fueron pasados por las armas a
los pocos meses del levantamiento militar[2].
Entre ellos algunos de los catedráticos antes citados y Manuel Fernández-
Montesinos Lustau, médico.
El listado del genocidio contra la intelectualidad
republicana, residente en Granada, es interminable. También fueron ejecutados
dos insignes periodistas, Constantino Ruiz Carnero, director de El Defensor de Granada y Luis Fajardo
Fernández; así como el Ingeniero Santa Cruz, constructor entre otras grandiosas
obras públicas, de la carretera que conecta la ciudad de Granada con Sierra
Nevada.
Junto a los asesinados habría que situar a los
represaliados que fueron numerosísimos; todos ellos,
unidos a los que pudieron escapar de Granada o no se encontraban en la
ciudad en las fechas fatídicas de julio de 1936 (como fue el caso de Alejandro
Otero), dejó a la Universidad diezmada intelectualmente; situación agravada por
la fuerte represión ejercida sobre maestras y maestros, pilar básico de la
revolución educacional y cultural que la II República
impulsara.
A la perversión de la memoria impuesta por la
dictadura franquista durante 40 años sucedió el “olvido consensuado”, en el que
se basó la
Transición Política ,
mucho más cruel y mezquino pues ha dejado dos “teorizaciones”, falsas históricamente y perversas desde el
punto de vista ético y moral, ya que conducen a la autocensura; a saber:
La guerra civil y todas sus secuelas fueron producto
de la radicalización impulsada por la II República.
En todas las guerras mueren inocentes, en los dos
“bandos”, se cometieron excesos.
Teorizaciones que acaban equiparando a los defensores de la legalidad republicana
con el golpismo fascista, a los agredidos con los agresores, a víctimas con
verdugos. Y en lo que a la represión
contra la intelectualidad progresista se refiere, la lucha a muerte contra
dicho sector no fue un error, sino una estrategia antropológica del fascismo desde su nacimiento.
La Granada de las primeras décadas del siglo XX,
seguía siendo una ciudad provinciana, reducto de clérigos, militares,
leguleyos, especuladores y clases dirigentes parasitarias, siendo la
Universidad casi la única instancia capaz de imprimirle un cierto dinamismo. De
aquí el determinante papel que jugó su membresía en todos los acontecimientos
ocurridos. La ciudad conservadora era zarandeada por los nuevos valores que
profesores, intelectuales o profesionales progresistas irradiaban. Al odio no siempre
bien disimulado por ser considerados “traidores a su clase”, se sumó en muchos
casos, la actitud primitivista de una ciudad encerrada en sí misma frente a
todo lo que llegaba del exterior, aunque ese exterior fuera Málaga.
Muchos de los nombres que hemos situado hasta ahora,
y otros muchos más, eran forasteros:
Alejandro Otero, gallego; el Ingeniero Santa Cruz, madrileño; Fernando de los
Ríos, malagueño, Salvador Vila, salmantino, Manuel de Falla, gaditano, etc.,
llegados a Granada tras ganar oposiciones públicas, acumulando excelentes
curricula, en plena juventud y ansiosos de que sus conocimientos sirvieran para
mejorar la vida de la mayoría de los habitantes de la ciudad y provincia. En
ellos encontraron los jóvenes granadinos contestatarios oxígeno intelectual
para desarrollar sus inquietudes, ejemplo, experiencia y apoyo. Dándose la
particularidad entre los forasteros mencionados, la gran influencia que dos de
ellos tuvieron también sobre el movimiento obrero. Nos referimos a Fernando de
la Ríos y a Alejandro Otero, por el papel que desempeñaron dentro del PSOE y la UGT. Curiosamente
ninguno de los dos se encontraba en Granada el 18 de julio de 1936.
Circunstancia esta que según el sentir de los sobrevivientes determinó el curso
trágico de los acontecimientos en la ciudad. José Fernández
Castro, por entonces escribiente del Gobierno Civil, insiste en defender que de
haber estado en Granada D. Alejandro Otero, los sublevados no hubieran
conseguido sus objetivos.
En realidad, desde que Alejandro Otero llegó a
Granada, no ocurrió acontecimiento importante en el que no estuviera implicado.
La gente que le conoció así como su primer biógrafo, el citado José Fernández
Castro, reiteran su fuerte personalidad y carácter, la influencia que ejercía
sobre estudiantes, autoridades, etc; el prestigio y autoridad moral que
acumulaba explican los cargos electos que llegó a detentar; su nombramiento como Rector Magnífico de la
Universidad, uno de los cargos de mayor trascendencia en la ciudad de Granada,
etc. El activismo que desplegó durante los años que residió en Granada fue
titánico y nos hablan de su soberbia capacidad de trabajo, de superación de
dificultades, de un temple que lo hizo amado y odiado en extremo. Quizás tan
sólo Federico García Lorca consiguió obtener idénticos “laureles”.
Las anécdotas de su personalidad y vida que han
llegado hasta nosotros a través del libro de José Fernández Castro[3],
también nos lo presentan como a un hombre cuya vida podría ser motivo de una
magnífica novela, no digamos ya, de una película. Vista desde cualquier
perspectiva, su vida fue una lucha permanente contra la estulticia, la
mediocridad, la hipocresía, el oscurantismo.
Acabada la dictadura franquista, con no poca
cautela, comenzaron las “rehabilitaciones”. Las calles de Granada recibieron a
gran parte de los nombres, un aula en la Facultad de Medicina pasó a llamarse
Alejandro Otero; en el Salón de Rectores de la Universidad apareció el retrato
de Salvador Vila, etc. Pero hubo que esperar bastantes años más para que se produjeran
los primeros actos reivindicativos de la memoria de estos personajes. Y es aquí
donde la
Asociación Plataforma Cívica por la República de Granada,
desempeñó un papel innegable, realizando en 1989, el 14 de abril, el primer
homenaje público al Rector fusilado, Salvador Vila Hernández. En aquella
ocasión pudimos contar con la
colaboración inestimable de la profesora Mercedes del Amo quien, ya por
entonces, había comenzado a investigar la vida del que fuera Catedrático de
Cultura Árabe e Instituciones Musulmanas
de la Universidad de Granada y Director de la Escuela de Estudios Árabes, discípulo predilecto de
D. Miguel de Unamuno.
Al aproximarse la fecha del cincuenta aniversario de
la muerte de D. Alejandro Otero, nuestro muy querido gallego universal, nos
pusimos a trabajar para organizarle un homenaje que trascendiera lo más
posible. El Rectorado de la Universidad asumió el reto y el compromiso,
materializándose dicho homenaje el día 15 de mayo de 2003, en el Salón Rojo o
de los Rectores de la Universidad de Granada, situado en el Hospital Real.
En dicho acto tomaron la palabra, el Excelentísimo
Rector de la Universidad de Granada, D. David Aguilar (médico); el Ilustrísimo
Decano de la Facultad de Medicina, D. José María Peinado (médico); el catedrático
D. Luis Álvarez (médico), profesor del Departamento de Ciencias
Morfológicas y Roque Hidalgo,
catedrático de Física Aplicada y secretario de la
Asociación Plataforma Cívica por la
República de Granada.
Por motivos del protocolo de la Universidad, el
orden de las intervenciones fue el que se describe a continuación; de las
cuales intentamos compartir con las lectoras y lectores de Ferrol Análisis, lo que entendemos como las ideas principales:
El profesor Roque Hidalgo resaltó la valentía y
vigencia del discurso realizado por D. Alejandro Otero, en el acto de toma de
posesión como Rector Magnífico de la Universidad de Granada, en 1932. La comprometida apuesta por educar al pueblo
porque un pueblo culto era un pueblo libre.
Haciendo pública la propuesta de que el nuevo Campus
de la Salud que está diseñado, lleve el nombre de D. Alejandro Otero.
El profesor Luís Álvarez, recordó la figura de D.
Alejandro como maestro de varias generaciones de médicos y médicas granadinos,
entre ellos su padre, y de las penalidades que sufrieron sus discípulos por el
simple hecho de serlo; remarcando con énfasis la admiración que dichos
discípulos le profesaron. Fue una intervención muy emotiva, hecha desde el
recuerdo directo del hijo de un discípulo agradecido a este gran maestro que
fue D. Alejandro Otero.
El profesor José María Peinado, resaltó la talla
científica de D. Alejandro, las innovaciones que introdujo en el tratamiento de
los tumores, citando en varias ocasiones la Tesis Doctoral de la profesora Dña.
Enriqueta Barranco.
Por último, el profesor David Aguilar, Rector de la
Universidad de Granada, explicó la situación tan difícil que le tocó vivir a la
generación de D. Alejandro Otero. Recordó los logros conseguidos durante su
rectorado, así como el diseño de políticas de desarrollo para la Universidad de
Granada, que aún tienen vigencia y se están aplicando. La Facultad de Medicina,
recordó el profesor David Aguilar, fue un proyecto diseñado por D. Alejandro,
un sueño que por desgracia no pudo vivir; como tampoco pudo vivir su propuesta
de construir el un Hospital Clínico que permitiera una mejor formación
hospitalaria de los médicos.
Entre el público presente se encontraban hijos de
exilados granadinos en México, llegados al lugar de acogida gracias a las
gestiones realizadas por D. Alejandro quien nunca se olvidó de sus paisanos de
adopción.
El cuadro de D. Alejandro Otero brillaba más que
nunca y parecía sonreír socarrón al sentir cómo la gente joven de la Asociación
le colocaba un lazo con los colores de la bandera republicana y se hacían
orgullosos multitud de fotografías, cubiertas las espaldas por el maestro, el
médico, el compañero, el amigo.
Justo el 26 de mayo, el periódico El Ideal de
Granada publicaba un artículo de opinión, que reproducimos a continuación:
“El 26
de junio de 2003 se cumplieron
cincuenta años de la muerte, en México,
del que fuera entre otras cosas, Rector Magnífico de la Universidad de
Granada en 1932. Como se puede leer en
la biografía que debemos a José Fernández Castro, D. Alejandro Otero Fernández,
nació en Redondela (Pontevedra), el 14 de diciembre de 1888. Llegó a Granada,
en 1914, al ganar la Cátedra de Obstetricia de la Facultad de Medicina,
convirtiéndose en una personalidad determinante por sus cualidades como médico,
hombre y político. Vivió entre nosotras y nosotros en la Calle Gran Vía ,
número 33, lugar en que desgraciadamente no existe ninguna mención a su
persona.
Entre su
legado a la ciudad de Granada, además de su ejemplo, quedó el Hospital de la
Salud, el Sanatorio de la Alfaguara (ya desaparecido), la innovación
tecnológica en el tratamiento de enfermedades tumorales; su magisterio permitió
la formación de varias generaciones de ginecólogos que desarrollaron su trabajo
en Granada, algunos de ellos hasta hace pocos años; unos tuvieron que exilarse;
otros, como D. José Álvarez González y D. Alfredo Daneo, padecieron persecución
y cárcel.
Su ética
como médico le llevó a atender a mujeres de todas las condiciones sociales;
muchas y muchos granadinas y granadinos de hoy deben su vida a los
conocimientos y experiencia de D. Alejandro Otero.
Militante
socialista, el 14 de abril de 1931 es elegido Concejal del Ayuntamiento
capitalino y posteriormente, diputado a
Cortes Constituyentes. Durante 1934 fue presidente del Comité de Huelga
General, lo que le costó dos meses de cárcel.
Durante
1932 fue Rector Magnífico de la Universidad de Granada. En dicha
responsabilidad sobresalió su contacto con las necesidades de la Universidad:
favoreciendo la construcción del Albergue Universitario de Sierra Nevada; y su
posición decidida a la no desaparición de la Universidad de Granada, proyecto
que se planteó por parte de la CEDA, en 1933, en las Cortes Generales. Como
Rector participó en el primer proyecto de construcción de la nueva Facultad de
Medicina y del Hospital Clínico.
Elegido
compromisario, en 1936, para la Elección de Presidente de la República. Subsecretario
de Armamento en la zona republicana durante la Guerra de España. Finalizada la
guerra tuvo que huir, como tantos centenares de miles de españolas y españoles,
a Francia. En 1940 llega exilado a México donde funda los estudios de
Obstetricia y Ginecología y participa en
la creación del Hospital Español. Muere
en el exilio, el 26 de junio de 1953. En México su memoria está viva y es
reconocida con los mayores honores.
Reivindicar
desde Granada su patrimonio como hombre, médico y político es una deuda ética
insoslayable no sólo porque sin conocer el pasado resulta difícil explicarse el
presente sino principalmente porque su ejemplo sigue estando vivo y actuando en
nuestra historia actual.
1º.-
Como Rector Magnífico de la Universidad brindó una extraordinaria visión a
largo plazo, sin dejarse atrapar en pequeñeces cotidianas, convencido del
carácter estratégico de una Institución tan determinante en una ciudad y
provincia marcadas por el atraso económico, social y cultural, de graves
contrastes y diferencias sociales.
2º.-
Como político un ejemplo de coherencia entre las palabras y los hechos, hasta
sus últimas consecuencias. Un intelectual progresista al que no le tembló el
pulso al ser nombrado Presidente del Comité de Huelga ni Subsecretario de
Armamento. Un político íntegro e insobornable; un hombre de aquellos que se
ponían los calzones por los pies y de los que estamos tan faltos en la
actualidad.
3º.- Un
ser sensible ante el dolor ajeno, que no se conformaba con el estado de cosas
que le rodeaba y que pensaba, y pensaba bien, que era posible otro mundo donde
cualquier ser humano pudiera sentirse útil a la sociedad, rendir según sus
posibilidades y recibir de ella lo necesario para vivir dignamente. Un
enamorado del ser humano y sus posibilidades.
La
sociedad granadina guardará por siempre el agradecimiento a este gallego
extraordinario que innovó los estudios y práctica de la Medicina; que brindó su
sabiduría en beneficio de la salud pública y la docencia universitaria y que
como político fue todo un ejemplo de coherencia, integridad y compromiso.
En
reconocimiento de la deuda que sobre Granada pesa hacia este eminente médico,
reiteramos públicamente la propuesta hecha durante el Acto-Homenaje que
promovido por la Asociación “Plataforma Cívica por la República” de Granada, se
celebró el pasado 15 de mayo, en el Rectorado de la Universidad: que el
previsto Campus de la Salud de Granada lleve su honroso nombre”.
No
tenemos constancia de que la propuesta haya sido aceptada hasta hoy. Lo que sí
podemos publicitar es la existencia de una nueva biografía de D. Alejandro
Otero, realizada por la Dra. Dña. Enriqueta
Barranco, ginecóloga y profesora de la Facultad de Medicina, quien ha dedicado
gran parte de su vida, con absoluto rigor y extrema devoción, a los trabajos de
investigación histórica sobre su vida y obra. Biografía que ha sido editada por
La General de Granada, y que todos
esperamos poder tener en nuestras manos cuanto antes.
Nuestro
querido Alejandro Otero ha seguido dándonos que hacer después del homenaje
realizado en 2003. Con motivo del 75 aniversario de la proclamación de la II República
Española , la Asociación Plataforma
Cívica por la República, organizó el pasado 5 de junio un
acto en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias de la Universidad de
Granada, dedicado a Los Médicos del
Exilio, rescatando del olvido a uno de ellos, el Dr. D. Antonio Chamorro,
discípulo de D. Alejandro Otero, investigador de primera talla durante toda su
vida en el Instituto Pasteur de París, fallecido a los 100 años sin regresar
del exilio y que ha donado todos sus bienes materiales, científicos y
bibliográficos, a la Facultad de Medicina de Granada, siendo una de sus
albaceas testamentarias, la Dra.
Enriqueta Barranco que estableció contactos
con él, en París, siguiendo la huella de D. Alejandro Otero.
En esta
ocasión contamos con la presencia del médico madrileño, D. Francisco Tinao, miembro
de la Asociación Historia
Actual , quien se ha dedicado durante muchos años con gran
pasión y rigor a seguir el rastro de los médicos del exilio republicano. Tituló
su conferencia, Destierro y destiempo:
los médicos del exilio republicano. En su intervención apareció, por
supuesto, la figura de D. Alejandro Otero.
La
conferencia de la Dra.
Barranco , llevó el título,
Un exilado español en el Instituto
Pasteur: Antonio Chamorro. Ni qué decir que D. Alejandro surgió en multitud
de ocasiones durante esta conferencia. Destacando ese rasgo común en ambos
hombres, lo que hemos llamado, utilizando una expresión muy popular en Granada,
de aquellos que se ponían los calzones
por los pies, su lealtad, su ética, su compromiso hasta las últimas
consecuencias, ya que el Dr. Antonio Chamorro dejó en su testamento escrito que
sus cenizas fueran arrojadas en la proximidad de las tapias del Cementerio
Municipal de Granada. A buen entendedor, pocas palabras bastan: allí donde
fueron fusiladas y fusilados sus compañeras y compañeros de empeños
reformadores y humanistas.
En la
actividad realizada con motivo del 75 Aniversario, así como en la rueda de
prensa celebrada con anterioridad, contamos también con la presencia de Dña.
Trinidad Ayuso Guerrero, Presidenta de nuestra Asociación y nieta del que fuera
concejal del Ayuntamiento de Granada, por el Distrito Albaicín, en 1931, D.
Wescenlao Guerrero, muerto de pena,
según palabras de su nieta, tratado como “preso peligroso” y después de haberle
fusilado a un hijo.
La Trini, como la llamamos sus numerosísimos
compañeros y amigos, contó con orgullo cómo su abuelo le ganó en votos a D.
Alejandro Otero, en la mesa electoral del populoso barrio del Albaicín. Ella
vive en la actualidad en la casa que fuera de sus abuelos, allí, según le
contaron en multitud de ocasiones los miembros mayores de su familia, se
reunían a compartir charla y sangría, entre otros, aquel gallego universal,
cuya cercanía era presentida por sus alumnos gracias al especial ruido que
provocaban las suelas de los zapatos, de piel y hechos a mano por encargo, que
cubrían los pies de D. Alejandro Otero.
Que sus
huellas no se pierdan en el olvido y nos sirvan para ser mejores mujeres y
hombres, mejores ciudadanas y ciudadanos de nuestra ciudad y del mundo.
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Cartel de homenaje realizado en su pueblo, Redondela |
Roete
Rojo
Asociación
Plataforma Cívica por la República de Granada
A
las lectoras y lectores: habrán podido comprobar que cuando rescatamos la
memoria de las republicanas o los republicanos de Granada perseguidos, exilados
o fusilados, se repiten nombres, preguntas y conclusiones. Desde nuestro punto
de vista es inevitable.