(Entrevista
al profesor de la Universidad Simón Bolívar de Venezuela, Jesús Peña Cedillo)
Realizada para El Otro País de Este Mundo
P.
Querido profesor, cuáles son los motivos que justifican el cierre de la
frontera entre Colombia y Venezuela, en algunos puntos estratégicos de los
Estados Táchira y Zulia, así como la declaración del Estado de excepción en
dichos puntos?
Si bien el detonante más inmediato de las
acciones del Presidente Maduro fue la agresión armada por parte de
paramilitares a funcionarios de la Fuerza Armada venezolana a plena luz del
día; debe entenderse que en esas zonas se han estado dando graves situaciones irregulares
que tanto en términos económicos como de seguridad hace tiempo necesitaban ser
controladas. Sin duda alguna podría hablarse de pérdida parcial de nuestra
soberanía en esos territorios.
Así, por ejemplo, el contrabando de
extracción hacia Colombia de productos venezolanos de todo tipo (pero principalmente
alimentos y gasolina) ha adquirido dimensiones impresionantes con incidencias
negativas de largo impacto para toda Venezuela. Baste apuntar dos elementos:
por un lado, hemos estado surtiendo a Colombia de combustible gratuito (más
exactamente, robado) por valor de casi tres mil millones de dólares anuales y,
por otro, el país pierde más de una tercera parte de sus inventarios de
alimentos y productos de primera necesidad (sean producción propia o importados
con recursos del Estado) que son llevados a Colombia ilegalmente para ser
vendidos a precios exorbitantes.
De igual manera, la situación de
seguridad en la frontera es precaria al haberse constituido la región en un
santuario para los paramilitares supuestamente desmovilizados en Colombia, quienes
extorsionan amenazando con la violencia y el terror a gran parte de nuestros actores
económicos, al tiempo que explotan actividades delictivas como el narcotráfico,
el sicariato y la prostitución.
Pero ese resumen de la historia, siendo
cierto, enmascara otros fenómenos de mayor calado que –hasta donde entendemos- al
fin están siendo abordados en profundidad por el Estado venezolano, luego de
continuadas solicitudes populares que hasta ahora no habían sido escuchadas.
P.
Por lo tanto, la situación descrita forma parte fundamental de la “guerra
económica” contra el pueblo y con los planes de desestabilización permanentes…
Por supuesto, los elementos relacionados con el ‘bachaqueo’ (contrabando generalizado) y la devaluación artificial de la moneda venezolana en la frontera no son fenómenos espontáneos, sino que forman parte de actividades dirigidas a socavar el sistema económico nacional.
Pero de igual manera, circunscribir los
acontecimientos solo a la dimensión económica es una simplificación peligrosa,
en virtud de que Venezuela se encuentra desde hace muchos años sometida a una
guerra más bien ‘híbrida’ (económica, psicológica, militar, política,
terrorista, diplomática, etc.); presentándose fenómenos fuertemente imbricados que
configuran el largo asedio que ha estado sufriendo la revolución bolivariana
desde sus inicios.
De hecho, el acento solo en lo económico nos
puede impedir ver un fenómeno de mayor envergadura y del que poco se discute.
En estos momentos en toda Sudamérica estamos enfrentando una abierta ofensiva
contra-revolucionaria que busca destituir o neutralizar a todos los gobiernos
progresistas de la región. Es una ofensiva de gran calado que no tiene como
objetivo ‘molestar’ el desenvolvimiento de determinados gobiernos o ‘ayudar’ a
algunos movimientos derechistas específicos, sino que procura reconfigurar
la distribución del poder regional en favor de las oligarquías que en mayor o
menor medida fueron desplazadas a lo largo del siglo XXI.
Este tipo de macro fenómenos señalan con
claridad que ninguno de los gobiernos progresistas sudamericanos tiene
garantizado nada al amparo de hacer un ‘buen gobierno’, bajo los parámetros de
la eficacia y eficiencia usuales; sino que para las oligarquías regionales ya
hace tiempo coaligadas internacionalmente, no hay límites en los métodos a los
que apelarán (y han apelado) para revertir su desplazamiento del poder, por
supuesto en plena coordinación con el imperialismo norteamericano.
Uno de nuestros errores de los
últimos años ha sido creer que se podía apaciguar esa confrontación si lográbamos
ejecutar buenas acciones de gobierno, ganándonos como ‘aliados estratégicos’ a
sectores de la burguesía, suponiendo que siempre se respetarían ciertas reglas
de juego bajo el capitalismo dependiente y parasitario que nos caracteriza. En
el caso venezolano, tal ilusión nunca ha tenido ningún asidero, y en aquellos
pocos casos que en la subregión aparentaban cierta alianza con alguna
‘oligarquía nacionalista’, en estos momentos se ven signos de que están implosionando.
Las reglas de la democracia
representativa hace tiempo fueron dinamitadas por la propia burguesía (aunque
el juego de malabares haya seguido adelante) y nosotros–incluso hoy día- parece
que no hemos caído en cuenta de ello, obnubilados por el recurrente apoyo
electoral recibido. Las medidas para enfrentar una ofensiva contrarrevolucionaria
sin escrúpulos debieron hace ya algunos años adquirir otro signo. Con el cierre
de la frontera se abre una esperanza –si bien tardía- para iniciar un episodio
distinto, que vaya más allá de los problemas fronterizos específicos, avanzando
hacia una necesaria re-polarización de la política suramericana en un esquema
de acción en el que dejemos de ser simplemente reactivos.
En ese marco no es superfluo señalar que debemos
prepararnos para resultados nada halagadores en las elecciones parlamentarias venezolanas
del próximo mes de diciembre. El privilegio de la dinámica electoral, que por
supuesto tiene un importante peso, en los últimos tiempos nos ha impactado
negativamente (no necesariamente en términos de malos resultados) porque ha
retrasado el desarrollo de estrategias (coordinadas internacionalmente) que
enfrenten el cambio de signo que ya se está dando o que inevitablemente se va a
dar en el corto plazo en países como Uruguay, Argentina y Brasil. No ponderar
esos elementos, los cuales cambiarán sustancialmente el contexto internacional
en el que nos hemos estado moviendo, nos ha impedido tomar medidas en favor de la
conservación y el reimpulso revolucionario dentro del país y en la región.
En el caso particular de Venezuela, los
elementos específicos de la guerra económica (rastreables desde por lo menos el
año 2002) no son sino un elemento más de un asedio que incluye, entre muchos
otros frentes: las tensiones generadas con Guyana; la guerra mediática y psicológica
permanente; los ataques recurrentes provenientes de España, Perú, Panamá,
Chile, México, la OEA y ahora también Uruguay, sea cual sea el tema coyuntural
que se presente; el dominio territorial fronterizo por el paramilitarismo y su infiltración
en el hampa común; el ataque coordinado a nuestra moneda; el contrabando de
extracción y el sabotaje en la distribución interna, dirigidos en buena medida
por grandes empresarios venezolanos (junto a funcionarios civiles y militares corruptos); el decreto de Obama en contra del país; los ataques terroristas a
cuadros revolucionarios emblemáticos, etc., etc.
No hay duda de que las medidas en la
frontera apuntan en un buen sentido, pero si se cree que se resuelve el tema tan
solo con un acuerdo de ‘convivencia’ que ‘apacigüe’ los ataques que provienen
del frente colombiano, es que no se ha entendido nada y no estaremos avanzando
en lo sustantivo.
P. El Gobierno Bolivariano denuncia la existencia, incluso, de un plan para hundir la moneda nacional, el Bolívar. ¿De qué se está hablando?
P. El Gobierno Bolivariano denuncia la existencia, incluso, de un plan para hundir la moneda nacional, el Bolívar. ¿De qué se está hablando?
El caso de la devaluación artificial de la moneda nacional venezolana es representativo de lo que señalamos. El Banco de la República en Colombia (el equivalente a un Banco Central), fija el precio de la moneda en determinado valor, pero una disposición de hace más de diez años, les permite a los llamados ‘cambistas’ asumir el tipo de cambio que deseen, esgrimiendo razones de ‘libre mercado’. Esta posibilidad ha hecho que cambistas coaligados (y enlazados con paramilitarismo y narcotráfico) decidan que el bolívar en la frontera valga 40 veces menos que en Bogotá (5 pesos por bolívar en Cúcuta versus más de 220 pesos por Bolívar en Bogotá). Eso no tiene nada que ver con el libre mercado, sino con una operación económica y política auspiciada por actores de la vida real identificados.
Con ese tipo de cambio se provoca un
flujo desproporcionado de mercancías hacia la frontera ya que los productos
venezolanos se consiguen casi regalados y pueden ser revendidos (en Colombia) a
precios altísimos (comparados con su precio venezolano), pero manteniéndose
todavía más baratos que sus equivalentes colombianos.
Las diferencias de precios entre
fronteras son eventos comunes en muchas partes del planeta, pero se evitan esas
distorsiones extremas con acuerdos entre los países y se imponen aranceles de
importación que permiten organizar las transacciones; además de que los ataques
especulativos a una moneda y el contrabando son severamente penados. En este
caso, Colombia ha desmantelado la
normalidad fronteriza tanto por permitir que una mafia devalúe artificialmente
la moneda venezolana, como al facilitar y ‘legalizar’ el contrabando de
extracción. Los municipios colombianos fronterizos cobran un
impuesto a los traficantes (ladrones) de gasolina, ‘regularizando’ así su
actividad; a diferencia de lo que sucede en el resto de ese país, en donde
cualquier intento de vender gasolina pasa por una buena cantidad de trámites,
incluyendo la demostración del origen legal del combustible.
Pero todo no queda allí, el llamado
‘dólar cucuteño’ está desde hace tiempo siendo utilizado como excusa por los
empresarios venezolanos para vender sus productos a precios especulativos en
Venezuela, alegando que tanto la devaluación como el desabastecimiento (que se
potencia por el control arbitrario de la distribución de alimentos por parte de
los privados) los ‘obligan’ a triplicar o más los precios.
La artificialidad de todo esto se
constata al verificarse las cifras de los productos que día tras días se ponen a
disposición de los venezolanos y desaparecen, así como las capacidades adquisitivas
que aún se conservan para adquirirlos a precios inflados. Sin la maquinaria
contrabandista, los anaqueles venezolanos estarían copados, los precios
seguirían siendo asequibles y el número de venezolanos con solvencia para
adquirirlos seguiría creciendo, como lo había estado haciendo durante quince años de revolución.
En definitiva, no estamos frente a la
‘viveza’ empresarial usual, ni mucho menos ante el ‘libre mercado’ que castiga
las políticas socialistas. Estamos ante una acción coordinada de
poderosos actores empresariales venezolanos (productores y distribuidores),
junto con actores políticos y económicos del lado colombiano, en una operación
de acoso y derribo que está mellando seriamente la calidad de vida del
venezolano asalariado y la base de respaldo del proceso venezolano.
Ahora bien, a mi juicio hay una importante
responsabilidad de los factores revolucionarios para que estas actividades
hayan llegado a tal nivel de impacto negativo sobre la economía y la política venezolana porque han dejado las
puertas abiertas para que estos fenómenos adquiriesen esas dimensiones. Se ha
fallado en no haberse alertado sobre esos elementos en etapas
tempranas y se ha actuado con retardo y pusilanimidad una vez estallaron en
nuestra cara. Agreguemos a ello la complicidad impune de factores militares y empresariales
en las acciones de contrabando y se entenderá la magnitud de la responsabilidad
propia en que la situación haya adquirido la gravedad actual.
Por otro lado, si el cálculo ha sido
tomar las medidas de fondo luego de las próximas elecciones, probablemente se
habrá pasado ya el punto de no retorno en el descontento y el deterioro
político. Otro error solo asignable a nosotros mismos.
Analizando más profundamente la
situación, tal vez el pecado original debamos situarlo en haber pasado
demasiados años apostando a cierto ‘socialismo rentista’, junto con el fracaso (y
su enmascaramiento) de muchas iniciativas de producción social que deberían
haber proporcionado salidas económicas alternativas ante el ataque actual (fracasos
debidos a burocracia, opacidad de la acción pública, corrupción, falta de
conciencia e ineficiencia tanto de actores de gobierno como de actores sociales
populares específicos). Se trata de graves responsabilidades compartidas por
muchos estamentos de la revolución, factores que han obstaculizado
el indispensable desarrollo de un implacable control social sobre las políticas
y las finanzas del Estado.
P.
Las medidas adoptadas, como el cierre o el estado de excepción, tienen algún
precedente en época del Presidente Chávez, ¿por qué se ha tardado tanto en
establecer ese plan estratégico necesario?
Durante el gobierno del Presidente Chávez las relaciones con Colombia también sufrieron serios momentos de tensión, pero nunca se llegó a plantear el cierre fronterizo, ni ningún estado de excepción. Pero debe recordarse que en algún momento se produjo un despliegue de unidades militares mecanizadas hacia la frontera en respuesta a una posibilidad de ataque por parte de Colombia. En ese momento la tensión militar fue mayor que hoy en día, pero debe destacarse que el peligro de confrontación es ahora más bien interno por la infiltración paramilitar.
El retardo en las medidas actuales puede
achacarse tanto a deficiencias graves en el análisis estratégico como en la ya
señalada creencia de que existen ‘reglas de juego’ aceptadas por todas las
partes. Y ello a pesar de las múltiples muestras de la oligarquía de ambos
países de que tienen como único propósito arrancar de raíz los procesos
revolucionarios latinoamericanos, de ninguna manera conciliar o coexistir con
ellos. Incluso, no sería de extrañar
que, dado el debilitamiento general del campo progresista suramericano en los
últimos años, la opción militar abierta se vuelva a manejar contra Venezuela.
El máximo peligro de la coyuntura
fronteriza actual es confundir lo que debe estar en el
repertorio político discursivo (la hermandad eterna, la coexistencia pacífica
de modelos, la ‘normalidad’ en la frontera, etc.), con las medidas de fondo
para el desarrollo revolucionario que deben ser implementadas
ante el tipo de confrontación en que estamos inmersos, las cuales deben pasar por más socialismo, más control social y más re-polarización política de
nuestros pueblos.
P. ¿Relaciona usted estas medidas con la puesta en marcha de la Operación Liberación del Pueblo (OLP)?
Las OLP han sido presentadas como medidas
contundentes de liberación de algunas zonas de la violencia protagonizada por
la delincuencia organizada. Los principales víctimas de esta violencia son las
zonas más empobrecidas donde la policía ni se aparece. Este tipo
de acciones –largamente esperadas- surge por la constatación de que la
delincuencia usual estaba siendo infiltrada y dominada por el paramilitarismo
(y ello ha estado sucediendo en diversos puntos del territorio nacional, no
solo en la frontera) con propósitos políticos a ser explotados en el momento adecuado.
La aplicación de estas operaciones en la frontera es más bien una consecuencia
lógica de la decisión de controlar los fenómenos peligrosos allí presentes,
pero ellos podrían haberse afrontado con los procedimientos policiales y militares
que proveen los estados de excepción. Su asimilación dentro de las OLP debería permitir
coordinar los hallazgos de estos grupos en la frontera con los de otros lugares
del país, además de que se aprovecha la altísima aceptación popular de las OLP.
En resumen, las OLP y el cierre
fronterizo llevan dinámicas independientes, pero confluyen en el momento y
lugar de su aplicación por razones de oportunidad. Las OLP seguirán (deberían
seguir) más allá de las soluciones que se den al problema fronterizo. Y los
problemas fronterizos, como se ha indicado antes, no son solo un problema de
seguridad que se resolverán con una OLP.
P.
¿Le sorprende la actitud irresponsable del Gobierno de Colombia quien acusa al
Gobierno de Venezuela de violación de los derechos humanos? Venezuela ha
recibido a más de 5 millones de colombianos
y colombianas que salieron de su país huyendo del conflicto armado…
Venezuela da soporte a cerca de doce millones de colombianos a ambos lados de la frontera, aliviándoles así las tareas a los gobiernos neoliberales de ese país. Ese es uno de los mayores dolores que le causa a la oligarquía el cierre actual, ya que pone en evidencia esa inmensa demanda social de su población abandonada.
Los casi seis millones de colombianos
residentes en Venezuela (cerca del 20% de nuestra población) viven mezclados con nosotros (incluso el Presidente Maduro es hijo de
una familia binacional) y no han recibido ningún tipo de maltrato ni antes ni en
la circunstancia actual, como algunos medios han intentado hacer ver. Un
ejemplo de lo que estamos señalando es que la Misión Vivienda ha distribuido
cerca de ochocientos mil viviendas dignas; siendo entregadas a familias
colombianas más de cien mil de ellas.
Entre tato, han sido menos de dos mil colombianos
los que han sido deportados, básicamente los identificados como
contrabandistas; en tanto se han establecido mecanismos de tránsito para
aquellos residentes en la frontera que tienen trabajos, estudios o actividades
legales que les obliga a cruzarla. La idea de un ‘desastre humanitario’ que los
grandes medios han intentado colocar, es totalmente infundada. De hecho, en lo que va de año, a Venezuela
siguen ingresando refugiados colombianos a razón de más de diez mil por mes
(más de ciento cuarenta mil al año). Un fenómeno migratorio de muchos años de
duración y de magnitud incluso mayor al que vive actualmente Europa, pero que
ha sido silenciado por los grandes medios de comunicación regionales
y globales.
No debemos sorprendernos de la actitud
del gobierno de Colombia porque las medidas tomadas representan un duro golpe para
ellos en varios frentes: en el económico, con el cierre de los ingentes
recursos apropiados a través del contrabando; en el social, ya
que la dinámica existente ocultaba el abandono sufrido por la población
colombiana que se ve obligada a abandonar ese ‘paraíso’ neoliberal; en el
energético, haciéndose evidente la ausencia de suministro de combustible alguno
a la zona por parte del gobierno colombiano; en el estratégico y de seguridad, al
confrontarse la infiltración paramilitar y la toma en los hechos de territorio
venezolano; etc.
El desmantelamiento de todas esas
situaciones es todavía un proceso en curso y dificultoso. Unifica
en un solo campo a la oligarquía colombiana (la tradicional con la
paramilitar narcotraficante), y suma a los
sectores del lumpen surgidos por el abandono del estado colombiano y que
construyeron un modus vivendi centrado
en el contrabando de productos venezolanos. Igualmente suma, sin que sea
sorpresa, a la oligarquía venezolana.
P.
¿Qué opinión tiene la mayoría del pueblo venezolano, dentro y fuera de los
Estados fronterizos, de las medidas adoptadas?
Todo indica que existe amplia aceptación de las medidas tomadas, porque procuran controlar la salida de gasolina y productos esenciales. Ya se ven algunas mejoras en la presencia de productos en los comercios venezolanos; pero falta muchísimo para que la situación negativa se revierta, ya que no es solo el problema del contrabando lo que afecta el abastecimiento.
En ese sentido, si se falla en lograr
mejoras en el acceso a los bienes básicos puede producirse una mayor decepción que
difumine todo el apoyo actual. Y no estamos hablando de una posibilidad remota,
ya que hasta este momento no se termina de reconocer que la mayor parte del
contrabando no es obra del bachaqueo individual, sino que existen mafias
organizadas que contrabandean gigantescos contenedores e incluso los propios barcos de PDVSA indican llevar unas
cantidades de gasolina y resultan ser otras. Eso apunta hacia sectores
militares, de la industria petrolera, del empresariado privado y de la
burocracia estatal, que no están siendo abordados con las medidas hasta ahora
anunciadas. La otra dimensión del problema es el empresariado monopolizador de
la distribución de productos, un factor esencial que no es atacado en
profundidad por las acciones del Estado.
En cuanto a las OLP, su aceptación sigue
siendo muy amplia. Es representativo que en el Táchira, región opositora por
excelencia, la delincuencia y los asesinatos hayan sido erradicados en forma
casi absoluta en cuestión de días, por lo cual el respaldo a esas operaciones
es muy amplio en todos los sectores de su población.
De todas maneras, traducir esos apoyos en
comportamiento electoral en diciembre es muy dificultoso. El sentimiento
venezolano mayoritario acerca de las bondades de las políticas socialistas ha
sido fuertemente golpeado por la caída notable de los niveles de vida debido al
desabastecimiento, la inflación y la conjura mediática que amplifica todo ello.
La movilización del voto chavista, todavía mayoritario pero abstencionista, requiere tanto la mejora de esos factores económicos en los
pocos meses preelectorales que quedan por delante, como una estrategia de repolarización
de la lucha política, que muchos en el gobierno todavía dudan en asumir.
P.
Por último, profesor, que justo en esta coyuntura la Comisión Interamericana de
DD.HH. condene a Venezuela por la no renovación de la concesión a Radio Caracas
Televisión (RCTV), algo que ya hasta se nos había olvidado, ¿lo entiende como
una casualidad?, ¿o quizás están preparando el “ambiente” internacional para
las elecciones legislativas de diciembre?
R. Ese ambiente lo vienen preparando hace
mucho tiempo. Parte del asedio en lo económico y psicológico tiene como
referencia esas fechas. Pero las medidas de la CIDH y otras que vendrán son
derivadas de la guerra híbrida mencionada al inicio. No hay herramienta que no
utilicen contra la revolución, coordinadamente o no. Es lo único que explica
que algo tan antiguo y sin posibilidad alguna de modificación como lo de RCTV
es traído a la luz; por supuesto, el rechazo a la encarcelación de Leopoldo López
por los asesinatos que incitó en 2014 con su intento de Golpe de Estado se
llevará muchos titulares; y seguirá reiterándose la intervención de gobiernos y
parlamentos extranjeros como los de España, Chile o México, alegando cualquier
actuación que no les guste. Es patético presenciar como México pretende darnos
lecciones de respeto a los derechos humanos; ante eso, todo tipo de agresión
se puede esperar. Reitero: estamos ante una estrategia continental contra los
movimientos de avanzada. La derecha se organiza para actuar a nivel internacional y lo hace sin vergüenza; nosotros somos muy tímidos en eso.
Lo positivo es que resurge la
discusión esencial de cómo lidiamos con el capitalismo. Si algo demuestra la
experiencia venezolana es que su metabolismo se cuela por cualquier resquicio. En
fin, si se quiere hacer una revolución anticapitalista, se ha
hecho –a mi juicio- evidente que al capitalismo hay que irlo retirando de todas
las esferas de la vida social continua e incansablemente. De no hacerlo así, terminaremos
administrándolo hasta que nos devore.
P. Ninguna sorpresa ante la actitud de los medios nacionales e internacionales, supongo.
El papel de las empresas dedicadas a la
desinformación haciéndose pasar como medios de comunicación ‘libres’, sigue
siendo el mismo, solo que más descarado. Hace ya muchos meses todos los diarios
derechistas latinoamericanos dedican en contubernio una página diaria para
atacar a la revolución bolivariana, y eso lo consideran libertad de expresión.
No hay antecedentes en el mundo en donde tal cantidad de periódicos de un
continente (cerca de un centenar) se coaligue para atacar a un sujeto político
de manera tan descarada y tan artera.
Las matrices que intentan posicionar acerca
de la violación de derechos humanos, o las presuntas incursiones de la aviación
de Venezuela en Colombia, o la supuesta agresión que preparamos contra Guyana,
no dejan de ser los artificios de siempre; pero eso no los hace inocuos. De
hecho, una provocación armada contra Venezuela (haciéndonos pasar como los
agresores) siempre ha estado en la agenda de los oligarcas de toda América (la latina
y la anglosajona).
Nuestra reflexión final es que no podemos
seguir actuando como si el estado de cosas en la etapa actual fuese ‘normal’,
cuando nos encontramos ante una agresión generaliza en todos los frentes y en
todas nuestras naciones. Si seguimos dejando pasar las cosas ‘hasta que se pudran’,
como hicimos con la frontera colombiana, no tendremos capacidad de responder de modo adecuado.
Es hora de subir el nivel de acción estratégica de la revolución y abandonar la
pasividad que se ha ido instalando. Se requiere más
socialismo, no menos; pero ello solo podrá ser obra de actores sociales
revolucionarios, no surgirá simplemente de las acciones de un ‘buen gobierno’.
Desde la ciudad del desamparo,
Roete Rojo
Excelente entrevista.
ResponderEliminarMuy buena reflexión Jesús Ernesto.
Saludos
SJE
San Ant Alt.