La tercera parte de la
entrevista está dedicada a mi experiencia personal en los acontecimientos y sus
consecuencias.
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Prolegómenos de la Transición Política
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1.¿Cuál fue tu papel
dentro del movimiento estudiantil de la época?
Os comentaba en otra
parte de esta entrevista que en general los dirigentes estudiantiles
pertenecíamos a organizaciones políticas. Hay que entender la mentalidad, creo
que correcta, de cómo eran las cosas en la época a la que nos estamos
refiriendo. Militar en un partido antifranquista eran algo muy serio, te
jugabas la libertad y también la
vida. La disciplina era muy pronunciada, de su cumplimiento
dependía tu seguridad y la del conjunto de camaradas. En este contexto tiene
sentido la contestación que te doy inmediatamente: Mi papel dentro del
movimiento estudiantil fue el que el Partido decidió. Así se sencillo.
¿Cómo llegué al PCE? Muy
fácil, perdonad la expresión pero yo era “carne de cañón”. Estaba deslumbrada
al comprobar que había otros jóvenes que pensaban como yo, que eran
antifranquistas y revolucionarios. Desde la primera reunión a la que asistí en
el edificio de Puentezuelas, una reunión de la Comisión de Información, todos
los partidos me echaron el ojo. La primera persona que se me acercó se llamaba
Isabel Alonso Dávila, conocida como “la valenciana”, pues había llegado a la
Universidad de Granada procedente de Valencia, de cuya Universidad había sido
expulsada. Esto era muy frecuente, que llegaran estudiantes expedientados de
otras Universidades. Ella buscó hablar conmigo a solas y en ese primer
contacto, me entregó el “Manifiesto Programa” del PCE, con la propuesta de que
lo leyera y fuéramos comentándolo por partes; me dijo que tenía que esconderlo
siempre, hasta cuando lo tuviera en mi casa. Yo seguí sus instrucciones al pie
de la letra; en la habitación donde yo estudiaba había una mesa muy grande, “de
alas”, dentro de los tableros escondí aquel material que leí concienzudamente.
Creo que al segundo contacto ya acepté ser miembro del PCE. La importancia de
la militancia política de los estudiantes universitarios era tal dentro del PCE
que no pasábamos por las Juventudes Comunistas, ingresábamos directamente al
Partido. Antes de mi primera reunión Isabel me explicó todas las medidas de
seguridad que debía conocer.
Mi ignorancia política
era atroz. Recuerdo aún con vergüenza mi primera reunión de célula, éramos 5
chicas. Nuestra responsable política me presentó, me pidió que eligiera un
“nombre de guerra”, elegí el de Diego, en honor a mi abuelo paterno. Me pidió
que leyera un papel que estaba escrito a máquina. Comencé a hacerlo, al llegar
a un párrafo en el que estaban las siglas P.S.O.E., yo leí: “pe punto, ese
punto, o punto, e punto”…¡No sabía que aquellas siglas significaban, Partido
Socialista Obrero Español. Claro que yo sabía que existía un partido socialista
durante la República y la guerra … pero no sabía que sus siglas y denominación
fueran esas.
Así pues, en el curso
1973-74 era la única estudiante de primer curso de licenciatura miembro del
PCE. Por tanto se me encargó defender la política del Partido en 1º, siendo
elegida representante por mis compañeros y compañeras. Cuando la gran represión
de 1975, en que se nos aplicó el Decreto Ley Antiterrorista, ya era miembro del
Comité de Universidad y del Comité Provincial del PCE; el verano del 74, lo
pasé asistiendo a un curso clandestino de formación ideológica y política. Sigo
con las dobles intenciones: tuve una carrera “meteórica”.
2. ¿Qué te incentivó a
involucrarte en los movimientos estudiantiles?
Se trataba de una obligación
como miembro del Partido. La mayoría de los militantes éramos dirigentes
estudiantiles, también hacíamos trabajo para el “aparato” del Partido, lo cual
era muy peligroso y nos hacía más vulnerables a la represión. Cuando
alguien estaba definitivamente “quemado”, era apartado del movimiento y
dedicado a tareas de organización internas.
La militancia en el PCE
era una auténtica Universidad paralela. El esfuerzo de estudio era inmenso. En
mi caso personal, la aproximación al materialismo histórico y al dialéctico,
siendo estudiante de Filosofía y Letras, lo abarcaba todo. Para preparar
cualquier materia nos hacíamos con los libros, unos legales y otros
clandestinos, de los historiadores marxistas. Todos los horizontes que se abrían
cada día abarcaban a toda tu vida, te ayudaban a entender el mundo, el
funcionamiento de la sociedad, el comportamiento humano, etc. ¡Una maravilla!
3. ¿Qué tipo de perfiles
conformaban este tipo de movimientos?
Los activistas reflejaban
la composición de la Universidad: hijos e hijas de las élites, de las clases
altas y medias, de los aparatos de represión del Estado (ejército, policía y
guardia civil), mujeres en igual proporción que hombres. Imaginaos que era tan
raro que el hijo o hija de un obrero accediera a la Universidad, que a mí me
pusieron de mote, “la prole”, porque mi padre era ferroviario. Me llamaba mucho
la atención el activismo de compañeras que eran hijas de policías, militares o
guardias civiles.
Me pasó una anécdota muy
simpática y que sirve para expresarlo de otra manera: yo había estudiado el
bachiller superior en el colegio de la Compañía de María; un colegio religioso
muy curioso pues las monjas de esta orden eran acérrimas del Vaticano II y
curiosamente mi primer contacto con los sacerdotes de la Teología de la
Liberación, que venían de América Latina, así como con los llamados “curas
obreros”, los conocí siendo adolescente mientras estudiaba el bachillerato.
Pues bien, este colegio tenía un internado al que asistían niñas de clase alta,
procedentes de pueblos de Granada e incluso de otras provincias, dada la buena
fama de la enseñanza que se impartía. Había algunas internas muy “revoltosas”
que siempre nos llamaban mucho la atención a las más jovencitas; contestonas,
traviesas, fumaban a escondidas, tenían revistas de rock, bueno, ese tipo de
cosas propias de la
adolescencia. Y ahora volvemos a mi primera reunión de
célula: de las cinco chicas que estábamos sentadas alrededor de la mesa, ¡dos
eran parte de aquel grupo de internas! La sorpresa fue grande, sobre todo para
mí.
4. ¿Qué motivos había
para que no se involucrara más gente en un movimiento de transformación social?
En primer lugar, la dictadura. Aunque
éramos jóvenes y un poco inconscientes, teníamos claro que nos jugábamos muchas
cosas, entre otras, la vida, no era una broma. También el nivel de conciencia;
era una minoría la que estaba politizada, una minoría la que militaba en
organizaciones revolucionarias.
El tema de fondo es cómo
se consiguió la hegemonía y la movilización de tantos miles y miles de jóvenes
en las condiciones más duras que se puedan imaginar, el fascismo. El esfuerzo
que hacíamos desde las organizaciones políticas era muy grande: la obligación
de un militante del PCE era, en primer lugar, ser el mejor estudiante de su
curso, sacar las mejores calificaciones, tener un comportamiento ejemplar en
todo. También en las otras organizaciones políticas se funcionaba con este
esquema. Esa fue la base para conseguir un nivel de influencia determinante, lo
que en el lenguaje teórico llamamos hegemonía.
5. ¿Cómo definirías en
pocas palabras a la España franquista?
Autoritaria. Represiva.
Miedosa. Clasista. Dividida. Gris. Esclava de la religión.
6. ¿Cómo vivisteis los
últimos años del franquismo?
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Antigua Prisión Provincial de Granada
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Con muchas incertidumbres
y esperanzas. La represión que se desató con el Decreto Ley Antiterrorista fue
muy grande, en todo el Estado y a todos los niveles. Algunas organizaciones
casi llegaron a la extinción.
Fueron momentos muy
difíciles; la represión contra los estudiantes comenzó el 11 de septiembre de
1975, justo dos años después del golpe de Pinochet contra el gobierno de la Unidad Popular en
Chile. Desde ese día no cesaron las detenciones. Una de las tareas más ingratas
que tuve que asumir consistió en hacer todos los días una “ronda de seguridad”:
a pie y en autobús, recorría la ciudad de Granada, para constatar quiénes
seguían libres y quiénes habían sido detenidos. La posición de un periódico
significaba una cosa y la posición contraria, otra.
Así fuimos cayendo como
chinches, de todas las organizaciones que hacían vida en la Universidad, los
responsables políticos de las Facultades, los representantes legales, etc. Aquello
fue una orgía de terror. Tenía que enfrentarme a las o los camaradas que se
dirigían a mí para decirme que iban a huir de Granada; la política del Partido
era clara: cada quien debía permanecer en su puesto y, por lo tanto, con 21
años tenía que criticar la actitud de quienes decidían huir… Algún dirigente
provincial me dijo un día: “si nos van a pillar a todos, que no nos encuentren
escondidos”. Muchas veces he reflexionado sobre el contenido irracional de esta
decisión.
Bajo el régimen de
terror, seguíamos comportándonos como si nada pasara. El día que nos detuvieron
a mi amiga Encarna y a mi, bajábamos del Hospital Real de pegar cartelones
pidiendo a los estudiantes que participaran en las elecciones legales a
delegados… cuando se produjeron, estábamos todos presos o huidos.
Creo que es difícil
comprender desde fuera la angustia que vivíamos. Cuando sabíamos de algún camarada
detenido, como gracias al Decreto Ley Antiterrorista, cualquiera podía estar
secuestrado en comisaría sin que la policía diera parte al Juez de Instrucción
de Guardia, nos íbamos temprano a la puerta de los Juzgados y nos escondíamos
esperando ver llegar el coche oficial del Juez y gritábamos mientras corríamos,
que tal o cual estudiante había sido detenido el día anterior. Los mismos que
eso gritábamos podíamos estar presos al rato, en pocas horas o al día
siguiente.
Experiencias muy fuertes
para quienes éramos tan jóvenes, aunque tuviésemos una formación política e
ideológica; hacer frente a aquella máquina de terror. Sabíamos de compañeros
que habían sido duramente torturados…
También el régimen,
imagino, tenía sus miedos y sus incertidumbres; en el marco de los últimos
fusilamientos, optaron por la represión para generar miedo e intentar inmovilizarnos.
Muerto el dictador, se produjeron movimientos muy extraños, como si cada quien
moviera sus piezas sobre un tablero de ajedrez. Por ejemplo, siguió la
represión pero al mismo tiempo indultaron a muchos presos y presas que estaban
pendientes de pasar por el Tribunal de Orden Público, movieron a las presas
políticas y a los presos políticos de las cárceles en las que estaban, de un
sitio para otro… ¿fueron las presas y los presos moneda de cambio? Creo que
nunca lo sabremos…
Las grandes
“desilusiones” llegaron después de la muerte del dictador, los acontecimientos
se precipitaron sin que pudiéramos hacer mucho para modificar el rumbo.
7. ¿Qué hacías el día que
murió Franco?, ¿Cómo pasaste esos días?
Estaba presa en el
Hospital Psiquiátrico de Granada. Me enteré de la noticia a la mañana
siguiente, ya 21 de noviembre, durante el desayuno; las comidas eran los únicos
momentos que compartía con las internas. No podía explicarme por qué todas
aquellas mujeres lloraban; lo pregunté y me contestaron (no es un chiste): que
Don Luís, el Director, les había dicho que había muerto el “Claudillo” y que
era un día muy triste para España.
Esperé con mucha ansiedad
la hora de la visita.
Según el programa del PCE, se desarrollaría la Huelga General Política
y se sacaría a los presos de la cárcel. Estaba muy nerviosa porque pensé,
ingenuamente, que se habían olvidado de mí, que habrían ido a la Prisión Provincial
y no se acordaron de que yo estaba presa en el Psiquiátrico. Cuando llegó mi
madre por la tarde me explicó que todo
estaba en calma, que no pasaba nada en las calles…
¿Que por qué estaba en el
Manicomio? Verás, a los dos días de estar en el calabozo detenida y aislada,
decidí autolesionarme, lo cual no resultaba fácil en un habitáculo donde no
había nada a excepción de un banco de piedra que hacía las veces de camastro.
Después del segundo interrogatorio comenzaron las amenazas contra mi familia,
de quien sabían toda la
trayectoria. Se me ocurrió golpearme la cabeza contra el
banco, con fuerza, una y otra vez hasta que, al parecer, comencé a
convulsionar. La Encarna estaba en otro calabozo próximo al mío y comenzó a
gritar y a pedir ayuda. Decidieron llevarme al Hospital de San Juan de Dios.
Allí el médico no me quiso atender y me dijo entre otras lindezas: guarra,
drogadicta, puta, qué vergüenza para sus padres … en fin, muy ético el hombre.
Me volvieron a llevar a la
Dirección General de Seguridad (DGS) y de allí, no sé, igual
pensaron que había sufrido un ataque epiléptico, al Hospital Psiquiátrico de
Granada, donde tuve la fortuna de que el médico de guardia era un joven
residente, Ricardo, quien después de explorarme y comprobar los hematomas y
bultos que tenía en el cráneo, les dijo que debería quedarme 72 horas en
observación (después me confesó que pensó que los golpes eran resultado de una
paliza). ¡Una de las mejores noticias de mi vida! Todas y todos lo que
queríamos era salir de la DGS y pasar por el Juzgado. Al quedar hospitalizada,
sabía a ciencia cierta, que la policía debería dar parte de mi detención al
Juez de Instrucción de Guardia. Pero todavía tendría que asistir a la disputa
entre el inspector de la policía y el médico de Guardia; como estaba detenida,
exigían a Ricardo que diera orden de que me ataran a la cama para que no
pudiera huir. El médico se negó, argumentando que yo no era una enferma
peligrosa y que si debía tener vigilancia, era problema de ellos. No me ataron.
Al día siguiente me llevaron a una habitación privada y en el pasillo colocaron
una mesa para que la policía estuviera cómoda durante el tiempo que durara mi
estancia en el Hospital. A los dos días de estar ingresada, apareció el Juez de
Instrucción y el Secretario, a tomarme declaración. Como es lógico, negué todas
las acusaciones que había formulado la policía contra mí: No militaba en ningún
partido político, nunca había llevado propaganda ilegal, etc.
Y allí estuve hasta un
día de diciembre en que, de madrugada, apareció un funcionario del Juzgado con
una carta para mí, en la que se me comunicaba que había sido indultada, que
podía irme a mi casa. ¡Ni loca, le contesté! Por entonces el Hospital quedaba
en las afueras de la ciudad, nadie en mi familia tenía coche. Teníamos órdenes
directas del Partido de evitar cualquier circunstancia que facilitara un tiro por
la espalda, utilizando la Ley de Fuga. Le dije que yo era una enferma y que
hasta que el médico no me diera el alta, no me movía de allí. La policía se
marchó, a mí me dejaron hacer una llamada telefónica a mis padres y, a la
mañana siguiente, me puse en la cola de la consulta de Don Luís, le enseñé la
orden del Juzgado, me dio un papel con el alta y un “tratamiento” para cubrir
el expediente. Siempre me pregunté que le diría este representante del fascismo
al joven Ricardo, también me pregunté muchas veces qué sentiría cuando llegué a
su consulta para que me certificara el alta.
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Antiguo Hospital Psiquiátrico de Granada. Hoy Facultad de Bellas Artes.
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8. ¿Podrías describirnos
algunas de las actividades que llevasteis a cabo en la clandestinidad?
Bueno, todo, menos las
actividades de cara al movimiento estudiantil, eran actividades clandestinas.
La primera de ellas, la asistencia a las reuniones del Partido, los nombres de
guerra, el pactar una justificación para explicar esa reunión. El reparto de la
prensa del Partido, que era de malísima calidad material (Mundo Obrero, Granada
Roja, Universidad), la tirada de panfletos… Todo era clandestino. Lo que
recuerdo con más amargura, como te comentaba, fueron las “rondas de seguridad”, a finales
del 75, para saber quién había sido detenido en las últimas horas…
9. ¿Tuviste algún tipo de
contratiempo esos años: cárcel, castigos físicos,…?
Fui detenida en noviembre
del 75 junto a una compañera de curso y de Partido. Que en comisaría te
golpearan o te presionaran psicológicamente era lo habitual. Lo peor, al menos
como yo lo viví en esos momentos, era un sentimiento de soledad aplastante.
Tener conciencia de que miles de personas en la calle seguían sus vidas con
normalidad y tú estabas allí, secuestrada, en manos de la Brigada Político
Social. Llegar a la cárcel era lo que todo el mundo deseaba.
Y algo muy, muy terrible:
el miedo a la
delación. Porque una cosa era tener claro cuál debía ser el
comportamiento ante la policía y otra, hacer frente al secuestro y a la tortura. El miedo a la
delación era el primer sentimiento que todas y todos sentíamos al ser detenidas
o detenidos. ¡Éramos muy jóvenes, coño! Jamás hubiese sido capaz de tomar
represalias o despreciar a quienes “hablaron”. Este tema he podido conversarlo
algunas veces con un compañero de aquellos tiempos que fue duramente torturado
y, durante 10 días, sólo dijo su nombre. Comparte mi opinión pero, fíjate si
fueron situaciones terribles que, en una ocasión, me dijo: - Yo sí sería capaz
de matar. Si alguna vez uno de mis hijos fuera víctima de la tortura, mataría a
todo el que se me pusiera por delante… ¡¡Y HAN PASADO 37 AÑOS!!!
También me veo en la
obligación de dar testimonio de todas las personas que me ayudaron. En primer
lugar, del comportamiento de mi madre quien fue de un sitio para otro, hablando
con autoridades académicas y que contestó de su puño y letra al médico del
Hospital de San Juan de Dios. El Decano de la Facultad de Filosofía y Letras,
D. Jesús Lens, al catedrático de Historia del Arte, D. José Manuel Pita, a Dña.
Ana Pardo, Directora de la Biblioteca Municipal de Granada, lugar en el que
yo trabajaba 6 horas a la semana… Mi padre no fue nunca a visitarme porque “no
quería llorar delante de la niña”, estaba muy impactado pero me enviaba flores
con mi madre.
10. ¿Cómo viviste el
tiempo anterior a las primeras elecciones? ¿Qué esperanzas teníais puestas en
ellas?
Fueron tiempos difíciles,
aún seguíamos en el Partido, aunque las discrepancias eran fuertes. Decidimos
aguantar dentro de la organización hasta pasadas las elecciones para que luego,
si se producían unos malos resultados, no se echara la culpa a los estudiantes
“desertores”. La tensión interna era muy fuerte: se nos acusaba de todo y ante
cualquier discrepancia que hacíamos en las reuniones se descargaban baterías
poco “científicas”: pequeños burgueses de mierda, quinta columna,
izquierdistas, etc. Se vivieron hasta conatos de violencia física.
No teníamos muchas
esperanzas. Los resultados fueron malos, teniendo en cuenta que toda la
política del PCE, en los últimos meses, tenía la justificación de que se
conseguiría forzar una especie de “compromiso histórico” (como en Italia), con
las fuerzas reformistas.
11. ¿Qué rol consideraron
que debía tener el PCE en la Transición?
Algo tan simple como
respetar y desarrollar el Manifiesto Programa. Pero te digo que los
acontecimientos se dieron a una velocidad de vértigo. De la “Ruptura Democrática”,
se pasó a la “Ruptura
Pactada” y de ella a la “Reforma Negociada”.
De Huelga General Política, nada. Cuando el régimen convocó el Referendum para
la Reforma, primero se nos dijo que debíamos oponernos puesto que no había
garantías democráticas; a los pocos días, se nos dijo que debíamos abstenernos…
si tardan en convocarlo dos semanas más, acabamos votando que SÍ.
Se ha especulado mucho
sobre si hubiese sido posible otro tipo de salida; durante décadas,
“intelectuales” y representantes de los partidos se han hartado de decir que
no, que no fue posible la Ruptura; ahora incluso se teoriza que a todas luces
(cuando ya la descomposición se ha evidenciado con la crisis económica) el
modelo de Transición ha sido negativo para la sociedad española pero que no
hubo otra posibilidad, echando toda la responsabilidad sobre el PSOE. Qué duda
cabe de que este partido tiene una gran responsabilidad pero no en solitario,
cada quien debería de aguantar su vela, como dice el refrán. Esta posición es
simplista y no profundiza para llegar a verdades sustanciales, no ayuda a
entender nada de lo que nos pasa ahora y, lo que es peor, la alternativa para
salir de la situación actual será imposible sin conocer las bases de nuestra
historia más reciente.
Todo lo que ocurrió
durante aquellos años de la Transacción Política tenía sus consecuencias
inmediatas sobre el movimiento estudiantil. El mayor aval del PCE en las
Universidades era haber defendido siempre una política unitaria, haber
defendido siempre una organización democrática y representativa para los
estudiantes. Pues bien, nos convocan a una reunión (clandestina), en Madrid,
con la responsable de Universidad (Pilar Bravo, quien por cierto fue con
posterioridad gobernadora civil en el gobierno del PSOE); del distrito de
Granada fuimos designados por la dirección del PCE dos estudiantes de Filosofía
y Letras y uno de Medicina, éramos dos chicas y un chico. Nos quedamos de una
pieza: la política defendida durante décadas, al carajo. Volvimos con la
consigna de constituir el Sindicato de
Estudiantes Comunistas. El viaje de regreso en tren fue amargo: no nos dijimos
ni una palabra. Imagino que los tres pensábamos que no seríamos capaces de
defender esa política y no lo hicimos. La muerte del movimiento estudiantil
quedaba certificada. Jamás se recuperó de este golpe.
En poco tiempo, la
desvandada de militantes hacia el PSOE fue grandísima. Los acogieron con los
brazos abiertos. Militantes con formación y años de experiencia que hacían
falta en un partido que no tenía estructura de militancia ni cuadros para hacer
frente a las tareas de gobierno. En todos los partidos de izquierdas se produjo
el fenómeno, no sólo desde el PCE, también del Movimiento Comunista (MC), de la
OIC, de Liga Comunista, se marcharon dirigentes y cuadros medios.
12. ¿Qué opinas de los
acuerdos PSOE-UCD por los cuales se planificó la Transición?
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Foto de familia: Pactos de la Moncloa (1977)
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Tú eres venezolana. Te
digo que fue un “Pacto de Punto Fijo” a la española. Los que
realmente habían luchado durante décadas contra el fascismo fueron relegados.
Al no cambiar sustancialmente las estructuras del poder y del Estado, todos los
golpes venideros irían dirigidos a desvertebrar al movimiento popular, como
pasó en Venezuela; al final, la frustración y el sentimiento de derrota
afectarían a mucha gente, como pasó en Venezuela. Recuperarse de ese “pacto”
costó décadas en Venezuela, desde 1958 hasta, digamos, 1989. Nosotros estamos
transitando, espero, el período de descomposición del modelo…
Aclaro que dicho pacto
comprometió también al PCE y, en consecuencia, a los movimientos sociales en
los que era determinante su presencia e influencia. Me refiero al movimiento
obrero, al estudiantil y al vecinal, principalmente.
13. ¿En qué medida crees
que la población pudo incidir en que el desenlace fuera otro?
No creo que se pueda
hablar de población sin adjetivarla. Si Franco murió en su cama, como suele
decirse, fue porque el fascismo, mediante una estrategia de terror, disciplina
y cierto grado de desarrollo económico y social, había conseguido un fuerte
consenso.
La responsabilidad de que
el desenlace fuera otro hay que buscarla en el campo de las organizaciones
políticas, en concreto, de sus direcciones. No alentaron otra salida porque
estaban comprometidas con esa estrategia.
Los únicos que se opusieron y resistieron fueron grupos de dirigentes
políticos de los distintos movimientos populares, hubo muchísimas huelgas de
trabajadores y estudiantes, manifestaciones legales e ilegales, mucha
intervención policial, represión generalizada, acción de paramilitares,
muertos… Recomiendo la lectura del libro de Alfredo Grimaldos, “La sombra de
Franco en la Transición”.
La Transición fue
cualquier cosa menos pacífica, como han vendido durante tantos años. Dirigentes
y militantes, de distintos niveles, de todos los partidos comprometidos en la
lucha antifranquista, se resistieron ante la “política oficial” de sus
respectivas organizaciones, y fueron
acompañados en esta resistencia por miles de hombres, mujeres y jóvenes. De
aquí el saldo de huelgas, conflictos y muertos.
Dejo un comentario para la reflexión. Hace
unos días, comiendo en casa, mi madre manifestaba su cansancio por tanta
corrupción, por todas las cosas que ahora con la crisis se están sabiendo, por
la falta de honra de los políticos, por la injusticia y el maltrato a la gente
humilde… ¿cómo es posible tanta corrupción, tanta maldad?, se preguntaba en voz
alta. Yo le dije: - Mamá, no puede ser de otra manera, desde hace casi 40 años
el sistema viene marginado y reprimiendo a los luchadores honrados.
Roete
Rojo