viernes, 9 de marzo de 2012

LA PATRIA ES UNA MUJER Y ÉL REGRESÓ PARA AMARLA

(Escrito en las primeras horas del golpe fascista del 11 de abril de 2002)


Qué letra escoger para expresar el frío que la nieve provoca en el alféizar de la ventana, que el aire trae desde el Peñón de La Mata y desde la fértil tierra de Venezuela. Claro queda que los “elementos y la naturaleza” están contra mí sin que hasta ahora tenga ánimo para declarar que también los venceremos a ellos.
¡Este frío que no tiene alivio! y que congeló los lacrimales de la Historia Grande y de la historia pequeña y enana de mis ojos. He atrancado puertas y ventanas para evitarlo, he cubierto mis cansados huesos con ropas invernales pero nada consigue proteger los entresijos del corazón. Más viento frío llegará esta tarde en el avión de Barcelona en el cuerpo de una mujer que arrastra demasiados exilios, Mariana Soler. Mariana, Manuela, María... nombres de mujer sin más, diminutos nombres arrasados por la angustia.
Mi madre estuvo toda la noche llorando y sin dormir. No le dolían sus desvencijados huesos, le dolía el alma, le dolía el pensamiento cuando lo enviaba a la cabecera de mi cama, le dolía la vida y la memoria que a veces se comporta como cruel verdugo.
¡Este silencio que ni siquiera rompe el canto de los pájaros!, ¿Dónde están los pájaros?, ¿A dónde huyeron para no tropezar sus miradas con la mía?, ¿acaso olvidaron que la comida les espera impaciente en las baldosas del patio?, ¿acaso todos guardan luto en respeto por el pájaro-Simón?...
¡Este silencio que ni siquiera rompe el griterío de los niños a la salida de la escuela!, ¿Dónde están los niños?, ¿acaso presienten el hambre de otros niños que se quedarán sin escuela? Los niños, ¿qué será, ahora, de los niños que sintieron como suya la fértil Venezuela?
Las paredes de mi casa se han convertido de pronto en un túnel oscuro lleno de emboscadas. Quiero caminar los lugares familiares que la componen y cada paso es sorprendido por presencias que lo paralizan. Paralizan las presencias y también las ausencias multitudinarias. Y en medio del caos el teléfono reclama perentoriamente que diga algo, que haga algo. Digo algo, un algo, mi algo que tiene mucho de tuyo, de nuestro y de ellos, quedando cada quien amarrado por la misma angustia.
Han deshojado los pétalos de las margaritas pero no se trata de un ritual amoroso; los han arrancado con violencia y odio para pisotearlos frente a nuestra mirada estúpida acosada por el espanto.
El tiempo y el espacio han dejado de existir y sólo permanece la Historia. ¡El tiempo! Justo hoy se cumplía un mes de mi regreso de Venezuela... ha pasado toda una vida que deja heridas en la epidermis. ¡El espacio!, qué cosa será el espacio si yo sufro herida por las balas, si yo corro las calles de Caracas, si yo me refugio en 23 de Enero o en Petare, si yo estoy presa en no se sabe dónde, si yo he dejado de tener una patria donde cobijarme.
Alí Primera me saca del destierro con su voz certera y busco donde asirme para evitar el llanto. Quisiera ser un niño para llorar sin explicaciones, para llorar sin que mi llanto provoque otros llantos. “La Patria es una mujer y el regresó para amarla contra los que se desvelan tan sólo por disfrutarla y en vez de darle caricias lo que hacen es manosearla... Vámonos pa´llá, vamos a su encuentro”.
Entonces algo remueve el estómago, una reacción ante el suicidio, esa última sensación que nos permite no traspasar el límite de la vida y arrojarnos al abismo. Repiquetean mis oídos, como una saeta, las palabras del viejo tupamaro uruguayo, “el socialismo o es amor o no es nada”, una corriente eléctrica vuelve a accionar los mecanismos, el aire se filtra por todas las ventanas atrancadas, los pulmones vuelven a tomar  oxígeno en medio del humo del tabaco y esta enferma de ansiedad oceánica toma conciencia de que es observada desde todos los rincones de su casa por aquellos “ojos melancólicos” con los que ha ido sembrando todos los muros sin permitirse descanso. ¡Bendito Bolívar que viene a salvarme de nuevo!
Si los pájaros no han venido a comer sus miguitas de pan habrá que echarles bizcochos cubiertos de miel; si los niños han dejado de gritar habrá que alentarlos con dulces de leche colgados en la aldaba de la puerta; si las lágrimas humanas parecen rendidas habrá que convocarlas porque el llanto es humano, las lágrimas son vida, porque llorar es bueno, porque llorar por los buenos es bueno, porque mi llanto, seguro, se unirá a tantos y tantos llantos ignorados y queridos que serán un caudal inmenso de esperanza que ya no puede ser contenida.
Y me pongo a llorar, como una niña, con el convencimiento y la obstinación de no dejar de hacerlo, como todas las niñas, hasta que no se realicen mis deseos, hasta que mis gritos no lleguen hasta el último rincón de la patria de Bolívar donde se perderán en un mar de pueblo hermano, en un mar de presidente-hermano, hasta confundirse con todos mis hermanos y hermanas que siguen luchando porque el amor es hermoso y porque creemos en la vida.


Manuelita Sáenz
Granada 12 de abril de 2002

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