martes, 28 de febrero de 2017

DOS ROSTROS DE LA MASONERÍA REPUBLICANA EN GRANADA: Wenceslao Guerrero Carmona y Diego Morente Quesada

A iniciativa del Seminario “Otro Pensamiento Es Posible” de la Universidad de Granada tuvo lugar, el pasado 14 de diciembre, la presentación de la Masonería, tras 80 años de silencio. En este marco, nietas de masones granadinos tomaron la palabra para reivindicar la figura de sus abuelos.

Dedicándoles la intervención con estas palabras: “A nuestros queridísimos abuelos, a los que el fascismo no nos dejó conocer pero a los que siempre respetamos y amamos”.

De manera muy escueta diremos que, en los años de la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), muchos dirigentes del PSOE, así como “librepensadores” e intelectuales republicanos, se afiliaron a la Masonería para poder sortear la falta de libertades y por encontrar en ella un lugar donde exponer su ideario. Pudo ser el caso de nuestros abuelos.

Al iniciarse la Guerra de España, provocada por el “Alzamiento Nacional” de una parte del Ejército español contra el legítimo gobierno de la II República Española, se desarrolló una terrible represión desde el primer día contra todos ellos en las zonas donde el golpe de Estado triunfó, como fue el caso de Granada. La represión contra los masones granadinos como tales, y no como cualificados políticos republicanos, comenzó en Granada el día 5 de agosto de 1936, al ser registradas las sedes de los Logias granadinas (situadas en “El Hotel del Reuma”) y ser encontrados archivos y documentos.

Desde el primer momento se legisló contra la Masonería: el Decreto del 15 de septiembre de 1936 la declaraba ilegal; fueron afectados también por la Ley de Responsabilidades Políticas, del 9 de febrero de 1939 y por la más específica Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo de marzo de 1940, y la constitución de un Tribunal Especial, que los acusaba de “la decadencia de España” y establecía la confiscación de sus bienes y la penalización con carácter retroactivo a sus miembros; los masones, además de las penas de prisión o incautación de bienes eran separados de por vida de cualquier trabajo o cargo público; el Tribunal estuvo vigente hasta febrero de 1964, siendo sustituido por el Tribunal de Orden Público (TOP) y, con posterioridad, por la actual Audiencia Nacional.

Juntando las palabras “Masonería” y “Comunismo” dejaban clara su intención de exterminar a la intelectualidad republicana y al movimiento obrero en todas sus expresiones; como la realidad demostró, ambos calificativos estaban en muchos casos relacionados. Wenceslao Guerrero Carmona era un reconocido dirigente del PSOE y la UGT y Diego Morente Quesada, vicesecretario del Sindicato de Ingenieros.

El drama sufrido por la sociedad española se convirtió en obligado silencio. En una minoría de hogares, sin embargo, los supervivientes tuvieron a bien explicar a sus descendientes la verdad de lo ocurrido, reivindicando la figura de los represaliados. Entre esas familias se encontraron las nuestras.

Hay que meterse en la mente y el corazón de aquellas niñas, nietas de masones, que estaban convencidas de que la lucha de sus abuelos había sido por la dignidad, la justicia social y la democracia, pero que tenían que sobrevivir en un ambiente y en unas instituciones educativas, en medio de una propaganda fascista atroz que deformaba hasta lo inaudito la historia de los masones, presentándolos como seres sin moral, asesinos violentos, “que sacaban las entrañas a los niños”, o que “clavaban las hostias consagradas en las paredes hasta hacerlas sangrar”…

Una infancia difícil la que nos tocó vivir, sintiéndonos dentro de un ghetto y llevando una “doble vida”.

La “Transacción Política” tampoco supuso un alivio; si bien los partidos y organizaciones sindicales legalizadas algo hicieron por recuperar parte de la memoria, para el caso de la Masonería continuó el silencio como abono que seguía cultivando la leyenda negra.

Durante todos estos años hemos hecho un esfuerzo por recuperar la historia de nuestros abuelos masones, visitando archivos, buscando testimonios en la prensa granadina, contextualizando fotografías y documentos. Desde nuestra modestia de medios hemos hecho de esa recuperación de la memoria nuestra Causa General Sobre la Verdad de la Masonería y el Comunismo.

Nuestra CAUSA no tiene una fecha de finalización y sigue abierta a toda la ciudadanía que en algún momento deberá entender que en este país se derrotó a sangre y fuego la única experiencia legítima, modernizadora y democratizadora que hubiese aliviado nuestro futuro; y que la derrota violenta de dicha experiencia explica nuestro hoy que sigue regido por las mismas clases oligárquicas, reaccionarias, xenófobas y antipopulares de antaño, con sus mismos poderes fácticos: la Monarquía, la Iglesia y el Ejército.

Ángeles Morente Muñoz

WENCESLAO GUERRERO CARMONA


WENCESLAO GUERRERO CARMONA


(Granada 1883- Penal del Dueso de Santoña, Cantabria, en 1941).

Mi abuelo fue socialista, sindicalista, masón, republicano, autodidacta, progresista y defensor de la igualdad de la mujer.

Hay documentación de su labor sindical como conocido líder de UGT desde 1911; fue presidente de la Unión Ferroviaria de Granada y directivo de la agrupación centro de la Casa del Pueblo; obrero ferroviario hasta 1924, en que es nombrado inspector del Instituto Nacional de Previsión.

Afiliado al PSOE, acude como delegado granadino al XI Congreso, celebrado en Madrid, en 1918; es el primer Congreso al que acuden delegados de Granada.

Fue elegido concejal, en las listas del PSOE, en las municipales de 1931, permaneciendo en su cargo en el ayuntamiento de Granada todo el período republicano.

Existe documentación que acredita su pertenencia a la Masonería como miembro activo; así lo certifica su expediente compuesto por 49 folios del “Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo”, en donde consta haber sido exaltado al grado 2º en la Logia Alhambra de Granada en febrero de 1927.

Será consecuente con sus ideas hasta su muerte en el Penal del Dueso de Santoña, Cantabria, en noviembre de 1941.

Hasta aquí, con mucha brevedad, lo que fue su vida pública documentada. Fue también un buen padre y buen compañero, por eso esta historia la escribo desde las vivencias de la nieta de un republicano muerto en la cárcel y de una familia perseguida y machacada, una niña de la posguerra que se crió con el abuelo Wenceslao, a pesar de que hacía muchos años que había muerto; de cómo esta niña nacida en una familia republicana convencida, represaliada cruelmente, en una época en la que era muy peligroso siquiera pensar contra el régimen, en la que se habla muy bajito de determinadas cosas, la niña la vive sin dramatismos y con total naturalidad, eso sí, pensando que su familia es diferente y a su manera de ver mucho mejor que otras que conoce.

A mi familia, que era muy conocida en Granada, la visitaron en los primeros días del golpe de Estado, buscando al abuelo que estaba de viaje y pudo ser avisado para que no regresara a Granada porque lo matarían, como hicieron con otros miembros de la corporación municipal que detuvieron; al no encontrarlo, en septiembre apresaron a su único hijo varón, “el niño”, el mayor (después habían llegado cinco niñas), fusilándolo en las tapias del cementerio de Granada, el 11 de septiembre porque el 12 era el día de la abuela María, eso les dijeron, para que no olvidaran.

Yo conocí a una abuela fuerte, con carácter, toda la familia la respetaba; que con naturalidad nos hablaba del traje que le hizo al niño para examinarse de ingreso, de la huida de las seis mujeres a la zona roja en octubre del 36, del miedo que pasaron y de cómo las recibieron con banderas rojas y tricolor, de las fiestas que hacía el abuelo en la casa y a las que invitaba a lo más granado de los socialistas granadinos, de que era masón, de que leía mucho, de que era un adelantado para su tiempo, de su decisión de que las niñas tenían que estudiar igual que el niño, sin diferencias.

La abuela se empeñó en que nunca se olvidara su historia, no se rindió en ningún momento, ni sus hijas tampoco. Pagaron un precio muy alto por defender sus ideas, un marido, un hijo, un yerno asesinados, sus bienes incautados; por eso se propusieron que los nietos teníamos que conocer la historia de la familia, eso sí, siempre insistían en que lo que se contaba en la casa no podía salir de ninguna de las maneras fuera de ella.

Nos trasmitieron su historia de manera viva, eran personajes que nos parecían reales; sólo durante el mes de septiembre la abuela se encerraba, y sabíamos desde niñas que no debíamos hacer ruido, hablábamos bajito y no molestábamos, nadie nos tenía que decir nada, simplemente lo sabíamos.

Lo cierto es que desde siempre nos supimos diferentes, distintas. Veíamos a mi madre por las noches pegada a una radio que escuchaba muy bajito, de lo que tampoco se podía hablar, o que nos recitaba la poesía que ella dijo de niña para el primero de mayo, que tampoco podíamos repetir fuera.

Mi infancia fue muy feliz a pesar de todas las dificultades, o de “la doble vida” que llevábamos; las Guerrero nos enseñaron siempre a ser fuertes, a defender nuestras ideas, a ser tolerantes y a ser luchadoras, y nos dieron su ejemplo en vivo y en directo. Y si siempre hablo en femenino es porque éramos mayoría las mujeres.

Trinidad Ayuso Guerrero

DIEGO MORENTE QUESADA

DIEGO MORENTE QUESADA


(Málaga-1886, Granada-1951)

Sabemos que nació en Málaga, el 2 de Junio de 1886. Y que trabajó desde muy joven en la Compañía de Ferrocarriles “Andaluces”, una Compañía Inglesa; sus principales destinos fueron en las provincias de Málaga, Granada, Cádiz y Córdoba.

Autodidacta, obtuvo el Título de “Ingeniero de Ferrocarriles”, a distancia, a través de una Universidad Norteamericana. Es de suponer que llegó a saber inglés.

No sabemos en qué año llegó a Granada como Ingeniero-Jefe del Depósito (Máquinas) de la Estación de Andaluces. Entre los años 1926 a 1930; ya casado con Ángeles Roldán y con sus dos hijos mayores, Juan y Diego; residiendo en la propia Estación, en la vivienda dedicada al Ingeniero Jefe del Depósito. En Granada nacerían otros dos hijos: Luis y Pepe.

Se afilia a la Masonería, en la Logia “Alhambra” en 1932, con el nombre de “Vulcano” (Dios del fuego y los volcanes, en la mitología romana). Es un miembro activo, “no durmiente”, y obtiene el Grado II en 1934. Suponemos que su contacto con la masonería se inicia durante su estancia en Algeciras, donde la Masonería estaba muy desarrollada.

En julio de 1932 participa en la creación del Sindicato de Ingenieros y Técnicos de Granada, siendo nombrado Vicesecretario. La noticia aparece en El Defensor de Granada.

Como muchos padres “liberales” de la época no llevará a sus hijos a un colegio religioso, que era lo normal cuando se tenían "posibles". Igual que Federico García Rodríguez, padre de Federico y Francisco García Lorca.

Es detenido en la Estación de Andaluces el 5 de agosto de 1936 y conducido a la “Comisaría de Vigilancia”(Calle Duquesa, 14), donde es retenido junto a otros masones; allí permanecen los mayores de 40 años (él tenía 50 años) hasta finales de octubre, siendo castigados a trabajos forzados, construyendo la carretera de Santa Fe.

Por orden del Gobernador Civil es sacado de la Comisaría de Vigilancia (en libertad condicional y militarizado) para que vuelva a su puesto de Jefe de Depósito, ya que la Estación no funcionaba sin su presencia. No sabemos en qué momento fue apartado de su puesto de trabajo y expulsado de la vivienda. Es de suponer que cuando pudo ser sustituido.

En el Archivo de Salamanca existe un sumario que lleva su nombre, del Tribunal Especial, que abarca de 1942 al 1946, sin que se sepa la resolución del mismo.

Al menos en dos ocasiones su domicilio es visitado por la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas (Comisión Saqueadora, habría que decir), comprobándose que no tiene nada que incautar pues sólo posee el mobiliario imprescindible para sobrevivir.

En el Boletín Oficial de la Provincia de Granada de 26 de marzo de 1947, el Juzgado Nº 1 de Granada hace saber que la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas ha acordado el sobreseimiento provisional sobre la incautación de los bienes de un total de 19 personas; aparece el nombre de Federico García Lorca y el de nuestro abuelo; se informa de ello a autoridades, Bancos y Empresas, puesto que es evidente que la resolución podía tener consecuencias en distintos ámbitos.

Según hemos sabido gracias al Archivo Histórico Ferroviario, la Comisión Depuradora de RENFE decide NO DEPURARLO en 1949 (aunque en 1936 ya había sido expulsado). Pero al menos eso le permite acceder a una pensión de 4319 pesetas anuales, que sólo pudo cobrar durante unos dos años.

Sobrevivió trabajando como contable en Las Bodegas ”Las Tres M”, el era abstemio. En esas circunstancias morirían sus dos hijos menores: Pepe, con 17 años, enfermo de una pericarditis, y Luis, con 21 años, enfermo de una neumonía mal diagnosticada como tifus. Hasta Algeciras llegó el abuelo en tren, buscando la penicilina de estraperlo pero ya fue tarde para salvar a su hijo Luis, el más parecido a él pues también era rubio; nuestra hermana Inmaculada también es rubia…


Acumulamos los recuerdos de todas las cosas que en casa nos narraron. Siempre nos insistían en que el abuelo Diego era una persona tolerante; que siendo ateo, cuando llegaba a casa y escuchaba a su esposa rezar el rosario junto a otras mujeres, cerraba con discreción la puerta y regresaba más tarde para no perturbar sus rezos. También nos contaron que el día de su detención sustrajeron de la mesa de su despacho, como una prueba, un busto pequeño que hacía de pisapapeles y que los verdugos identificaron como a Lenin, cuando en realidad era el busto de Pablo Iglesias.

Nuestro padre, Juan, movilizado con 17 años (“la quinta del chupete”) fue destinado al Frente del Ebro, viviendo la terrible batalla; desertó del Ejército Nacional y uniformado llegó hasta Granada siguiendo las vías del ferrocarril. Entonces fue detenido y sometido a un Consejo de Guerra. Ingresado en el Hospital Militar fue dado por “loco” y declarado inútil para la actividad militar. Según nuestro padre los masones amigos del abuelo que eran médicos le salvaron la vida. En 1936, al comienzo de la guerra, acababa de matricularse en la Facultad de Medicina pero acabó trabajando en el ferrocarril como fogonero; seria maquinista de vapor y luego de máquinas diesel.

Gracias abuelos por existir y resistir.

Carmen Morente Muñoz
Inmaculada Morente Muñoz