martes, 16 de septiembre de 2014

ROSA DÍEZ (La punta del iceberg del neofascismo en España)

Artículo inédito de Juan Ramos Camarero (2008)
Publicado por El Otro País de Este Mundo.
Texto revisado por Roete Rojo


Afirma que se ha mantenido hasta ahora como integrante del PSOE por fidelidad a las ideas que encarnaba hace tres décadas, cuando ella pidió el carnet.
Queda bonito. Pero es falso. En los setenta, el PSOE se declaraba partidario de la República, del derecho de autodeterminación de Euskadi y del cierre de las bases norteamericanas en España, entre otras causas no menos distantes de las que ella asume en la actualidad.
Las fidelidades ideológicas de Rosa Díez son mucho más cercanas. Vienen de 1998, cuando el PSE-PSOE de Nicolás Redondo Terreros abandonó su alianza con el PNV, gracias a la cual fue consejera del Gobierno vasco. Ambos iniciaron la convergencia con el PP de Mayor Oreja y Carlos Iturgaiz, obteniendo los resultados conocidos; destino principal: Parlamento Europeo.
Me intriga que haya gente como ella que se empeña en seguir en un partido con el que está en desacuerdo radical; y que haya partidos, como el PSOE, que mantiene en sus filas, con cargos institucionales, a personas que vulneran la política acordada en los congresos y alardean de pretender lo opuesto. Como si una peña taurina tuviera como directivo a alguien como yo, contrario a eso que llaman “Fiesta”, y la peña asumiera como normal tener a un antitaurino en su cúpula. De locos.
Los socialistas tienen un sentido peculiar de la disciplina interna. Expulsión fulminante del joven militante catalán que repudió a los del PP en una manifestación. Pero si sus militantes van de la mano del PP, como Redondo Terreros o Rosa Díez, no toman represalias. Un ejercicio de tolerancia y democracia partidista.
Conclusión obvia: el PSOE no se mete con aquellos que se pasan por la derecha pero no tolera que se pasen por la izquierda.
El asunto no tendría trascendencia si estuviera al margen de una reflexión de mayor calado histórico y político. Vayamos por partes.
Las elecciones legislativas del pasado 9-M (2008) han sido históricas y dignas de recuerdo: han supuesto el renacimiento del fascismo español, con Rosa Díez como nueva Caudilla. Digo fascismo. No me refiero a un populismo cualquiera ni a un derechismo remozado sino al fascismo histórico: movimiento de masas irracionalizadas, miedosas, confusas, xenófobas y nacionalistas, dirigidas por una élite de clase media que exhibe, o no, un izquierdismo con ínfulas de originalidad y de desprecio al sistema democrático-burgués. Estas afirmaciones necesitan una explicación. A graves acusaciones, grandes explicaciones.

Hasta el 9-M, el fascismo español no existía; estaba diluido en la extrema derecha  o se disfrazaba de neoliberalismo; seudofascismo fantasmal heredado del franquismo: holgazán para actualizarse, populachero y plagiario en sus lemas, chabacano en sus expresiones, perro guardián de la herencia, vengativo contra la “Otra Memoria”; ejerciendo de víctima indefensa, cruel con el débil y servil con el Imperio USA. Una joya: puro conservadurismo ventajista.

Ese fascismo degenerado no tenía futuro. Había que resituarlo. Rosa Diez ha comenzado la tarea siguiendo el guión de los fascismos clásicos de principios del XX. Se preguntó: -Si tan buen resultado dio a Hitler y Mussolini para llegar al poder, ¿qué necesidad de arriesgar en novedades? ¿Que me acusan de falta de originalidad?: cambio de broche cada hora. ¿Qué me acusan de derechismo?: me busco unos intelectuales izquierdistas; con tan firmes principios, puso manos a la obra.

Alguien le sopló que los fascismos clásicos fueron escisiones de los partidos socialistas y que, en sus comienzos, incluyeron una componenda izquierdista para pescar en el río revuelto del sadismo de masas, con originalidad. No se fiaba la ex socialista; recordaba que Mario Conde se proclamó “contra el sistema” y nadie le creyó. Pero Conde era un banquero advenedizo, un aficionadillo, mientras que ella, una profesional de orígenes proletarios.

Con este “ABC”, ella y sus compromisarios hicieron un estudio sociológico de España: “¿Con qué instrumentos cuento?”. Tengo a los inmigrantes como enemigo interno; una crisis económica en ciernes que ojalá sea grave; una masa crédula y sádicamente infantiloide que no abandonó los pañales franquistas, ansiosa por dar palizas y navajazos; guerras contra el moro; el comodín del terrorismo; tengo un Vargas Llosa que vale lo que Pound, Marinetti y Ramiro de Maeztu juntos, un Savater como Heidegger y un Álvaro Pombo, cruce pulcro entre Marichalar y Camilo J. Cela; sobre todo tengo un enemigo autonómico que pide a gritos que le clave el pendón de Castilla para regresar a la España Nacional. Ni Mussolini tuvo tanto. Conclusión: ¡A por ellos, oé, oé, oé!.


El partido UPyD: España, Una, Grande y Libre


Lo primero que UPyD nos dijo fue que “no era de izquierdas ni de derechas sino “progresista”. Su manifiesto fundacional asegura que “ni los actuales partidos de izquierdas ni los de derechas tienen el monopolio del progresismo, aunque ambas tradiciones políticas han contribuido a él”.

¡Que originalidad! Desde 1939, y no digamos desde 1975, cientos de franquistas juraron que  no eran de derechas ni de izquierdas. Realmente inédito el compromiso de la derecha con el progreso.  Pocos meses antes, Ciutadans-Ciudadanos había dicho lo mismo. Plagian la cantinela de los franquistas-demócratas-de-toda-la-vida. Además, su ideología vino apadrinada por El Mundo de P.J. Ramirez y por TeleMadrid de Esperanza Aguirre. ¿Más pruebas para encasillarla en la extrema derecha?

El programa electoral de este engendro, según su  WEB, tiene 111 páginas caracterizadas más por lo que NO dicen que por lo que proponen -un paralelo más con los seudoprogramas de la derecha-. Su única inspiración real es el nacionalismo a ultranza; pero difícilmente encontrarán la palabra, salvo cuando se aplica a los entes periféricos. Para evitarla prefieren hablar de feudalismo antes que de autonomismo. Para engatusar a ingenuos e indocumentados a la izquierda, sus tres propuestas estelares son:

a) Educación: “sistema educativo público, de calidad y laico”. ¿Suprimirán la educación privada o la impartida por los religiosos? No contesta. Sobre el laicismo no aporta ninguna medida para materializarlo. En su Manifiesto le dedican un párrafo como pretexto para extrapolarlo a cuestiones de identidad; llegan al disparate de proclamar, “quisiéramos un Estado también laico en materia identitaria, donde las instituciones no presionen ilícitamente a los ciudadanos para que se integren contra su voluntad en determinado modelo de identidad, supuestamente cultural o lingüística pero normalmente nacionalista”. Creen estos nacionalistas que los otros nacionalistas tienen como religión a sus respectivas patrias –chicas o grandes- lo cual podrá ser cierto para minorías que siempre habrá, en España y en Tartaria, pero falso si pensamos en las mayorías. Dios es Dios porque no se le ve pero Euskadi es visible. Elevar la patria española a categoría religiosa es seguir el camino de los fascismos europeos de antaño. Las patrias se forman por voluntad de formarlas y por acumulación histórica, poco que ver con lo religioso –que es pura fe o voluntad excluyente-. El laicismo de UPyD es un sustituto del paganismo larvado propio del nazismo hitleriano y dará mucho que hablar.

b) Regenerar la democracia “para la gente cansada de tener que elegir entre una derecha y una izquierda sectarias y antiguas… y frente al nacionalismo obligatorio”. Viejo el término “regeneración”; para lograrla, proponen  medidas ramplonas y burocráticas.

c) Separación de poderes. Proponen medidas con tanta prolijidad que me recuerdan a “la parte contratante de la tercera parte”. A propósito del Poder Judicial, se explayan en tecnicismos de juristas, olvidando que en otros países los jueces son elegidos por la ciudadanía –antes, el pueblo-. En Francia sin ir más lejos, la Constitución prohíbe que el Ejecutivo felicite –no digamos regañe-, a los demás poderes.

El resto de sus propuestas son nebulosas y rutinarias. Hasta la fecha no han tocado los temas candentes. Se han centrado en el autonomismo y el terrorismo desde el prisma del nacionalismo español. Guarda en la manga el acoso a los inmigrantes, el paro o la vivienda. Cuando enfervorecida exija “arrancar Gibraltar a esa hija de la Gran Bretaña”, estará en su salsa. Ha jugado sólo la carta de las clases medias politizadas; las clases bajas irán después, no sólo por razones ideológicas sino por oportunismo electoral. La Caudilla aspira a todo, incluyendo que el PP la considere su salvadora: Pedro Jeta ya lo ha insinuado. Ha quitado 300.000 votos al PSOE. Una buena tarjeta de visita.

Las siguientes cartas irán mostrando guiños al esoterismo para fagocitar a grupúsculos como el Partido Humanista –puede que esto le enajene el favor de algún filósofos de salón-, y coqueteos con el libertarianismo porque ahí está el dinero. Poco importa que su alabanza del Estado no concuerde con ese “adelgazamiento del Estado” que pregonan los libertarianos, ala dura del neo-liberalismo. Encontrarán la manera. Los libertarianos son no menos estatistas que los fascistas. Su praxis económico-política sería impensable sin la existencia de un Estado fuerte. Los libertarianos necesitan un Estado rico para privatizar a precio de gallina flaca y nacionalizar a precio de pavo gordo. Con tal de que se mantenga el centralismo estatal –que poco afecta a estas transacciones pendulares-, no es plausible suponer que Rosa Diez se enfrente a los libertarianos.

Por el contrario, esta señora siempre se mantendrá alejada de los neo-nazis, por su delectación en el fracaso; y, porque ella no es neo: es original, primigenia; pero su acérrima defensa del Estado, hará difícil disfrazar su idilio con esa novia que la espera desde niña: la extrema derecha esperanzada.

Guiña el ojo a los militares pues el genuino fascismo se apoya en las partidas de la porra –hoy, llamadas bandas paramilitares- y, éstas, en los milicos. Por ello su primera propuesta de campaña fuera elevar el presupuesto de Defensa porque los soldados estaban mal pagados. Poco importa que un avioncito oxidado cueste más que la nómina de todos los mercenarios del mundo; la demagogia es encubrir lo elitista bajo la máscara de lo popular.


Originalidad


Un partido creado para una política profesional, que comienza su campaña con pegada pública de carteles, hace mítines, esconde su financiación y anuncia su ‘victoria’ en un hotel de cinco estrellas: ¿original?

“Unión, Progreso y Democracia” (UPyD): palabras manidas en los partidos políticos del mundo. Desde la perspectiva española, UPD es igual que UCD, el antecesor del PP, aunque las ambiciones de la caudilla van mucho más allá.  Las siglas más propicias deberían haber sido, UGyL: “Una, Grande y Libre”, como los franquistas definían a su España.

Tampoco original la figura de esta atrincherada y paradigmática Juana de Arco porque ególatras ha habido siempre. Se le adelantó Ruiz Mateos y GIL y GIL, y otros como el mismísimo Sánchez Dragó… si su proverbial tacañería no le imposibilitara para cualquier empresa que suponga arriesgar un euro.

UPyD no es original, ni moderna, ni posmoderna: es de hace un siglo. Esta “originalidad” le ha reportado la admiración de una masa hortera ansiosa de ideología enlatada –a ser posible, con sangre- y de un puñado de doctos acomodados que confunden lo raro con lo singular.

Las tres patas del fascismo vulgar


La divisa del nazismo era “Un pueblo, un Imperio, un Jefe” (Ein Volk, Ein Reich, Ein Führer). Traducida al caudillismo de Rosa Diez:

Un pueblo: el español, mil veces español, sin mezcla alguna. Un Imperio en el que, gracias a Telefónica, nunca se pondrá el sol y que, merced a los Tercios de su compadre A. Pérez-Reverte, reconquistará la Europa hereje, aplastará als segadors, gudaris y hasta guanches, expulsará al otro enemigo interno –los inmigrantes-, y degollará a los infieles con la espada de Santiago.

Y, ¿quién es Rosa Diez?: hija de un obrero socialista conmutado de pena de muerte. Funcionaria del Estado, como administrativa, prosperó en el PSOE y llegó a Consejera de Comercio –no escogió Cultura-, de un gobierno vasco presidido por Ardanza. Ahora se queja de los pactos con los nacionalistas.

Tras la capitalización de regir durante siete años el potente comercio vasco, llegó a disputar la Secretaría del PSOE en el año 2000; quedó última, con un 6% de votos. Curó su amargura gozando ocho años de las canonjías de eurodiputada. Pero algún resquemor quedaba pues en sus últimos años en Bruselas, se dedicó a sabotear la política de su partido  sin renunciar al sueldo. ¡Un arquetipo de política con “ética intachable”!.

Hija de la Era Pre-Cibernética, se define como “lectora compulsiva”. Entre sus autores preferidos, “Celaya, Benedetti y Kipling”: izquierda moderna y derecha ancestral. De Kipling, le gustarán especialmente sus poemas, ¡los preferidos de José Antonio Primo de Rivera! En su autorretrato cultural sólo falta, E. Jünger y Tintin-Hergé.  Su filósofo preferido debería ser Mircea Eliade, que vende bien.

Son muchos más los parecidos entre José Antonio y Rosa Diez. El señorito andaluz, hijo de dictador militar, vestía la camisa azul del proletariado, escogió el rojo y negro anarquista como sus colores corporativos, discurseaba sobre la “revolución social” y fantaseaba con la nacionalización de la banca. “¡Falange con los obreros/Policía con los banqueros!”, gritaban hace poco sus acólitos, pijos o aspirantes a serlo. Rosa Diez se queja bajito de que la banca no la quiere; entonces, ¿de dónde los millones de su campaña? No nos responda que sólo ha gastado 250.000 euros de las aportaciones de simpatizantes.

Dice que no se ha aliado con sus gemelos Ciutadans porque padecen veleidades periféricas –se rumorea que hablan catalán en la intimidad-. No soporta que nadie le haga sombra. Ha cortado un partido a su medida, como un traje. Ni de broches quiere a sus hermanos catalanes porque lo suyo es una ambición estatal.

Lo que le falta es envolver en retórica sus contradicciones y vaguedades. Le sugiero el modelo joseantoniano: paradojas estilo “Amamos a España porque no nos gusta” o  insinuaciones antiautoritarias como el “Vale quien sirve”, tan parecido al “mandar obedeciendo” de los camisas pardas italianos. Y un consejo gratuito para sus poetas de guardia: subsanen esta carencia, si no les gusta Ortega y Gasset por demasiado polanquiano, recurran a las “Mil mejores poesías de la lengua castellana”.


A cambio, deberíamos pedir a Rosa Diez que resuelva una angustiosa duda: ¿bailará con Rouco o se quedará sentada cuando la saque a bailar? Un partido naciente debe aclarar hasta dónde su “laicismo”.  Lo pregunto retóricamente porque yo la veo en misa, aunque no en misa de doce para que todo el mundo admire su último modelito sino practicando el catolicismo en la intimidad y, por ende, un cántico herético. Nacional-catolicismo es la marca del genuino fascismo español; lástima que muchos se le hayan adelantado en las sacristías.

Aunque sepamos que el país es pagano de corazón, no me parece usted tan audaz como Ramiro Ledesma Ramos, de los pocos falangistas europeos paganos, como Hitler. La veo más en la onda de Jozef Tizo, el hitleriano cura populista eslovaco o en la de los franciscanos croatas que dirigieron el campo de exterminio de Jasenovac. Para cubrir todas las opciones la llamaré Rosa Antonia Díez de Rivera y Ledesma de Eliade.

Concluyendo: El fascismo español evolucionó desde el nacional-catolicismo a un vulgar franquismo hereditario. Había tocado techo porque rechazaba los aliños seudo-progresistas. Aprovechando las elecciones legislativas de marzo 2008, surge (UPyD), que no se limita a ser derechista ni a renovar el franquismo residual sino que ambiciona convocar a un verdadero movimiento fascista. Ha comenzado los pasos constitutivos de los clásicos fascismos-nazismos, entre ellos la inclusión de personajes ex izquierdistas; lo exigía un calco meticuloso (nacionalismo + demagogia + diletantismo). Sin este elitismo culto, el fascismo hubiera continuado reducido a grupúsculos neo-nazis de clara vocación derrotista. Una vez más se demuestra que los intelectuales más cosmopolitas derivan fácilmente hacia el nacionalismo y el culto al Estado centralista. Al poder sin escrúpulos y por encima de todo.

Disfrute de su escaño señora Rosa Díez. Políticamente estoy convencido de que será capaz de las más imposibles e inimaginables piruetas; su experiencia le avala. Me preocupa, y hasta me inquieta, su estética en el atril y su discurso doctrinario.

Madrid, 2008
Juan Ramos Camarero

Licenciado en Historia y Antropología