miércoles, 25 de julio de 2012

LA CRISIS ECONÓMICA DE 1929


(Aproximación a través de las artes)

En el marco de la actual crisis económica internacional, muchas miradas y análisis se vuelven hasta otra crisis, la de 1929, cuyo punto simbólico fuera el descalabro de la Bolsa de Valores de Nueva York, ocurrida en octubre de 1929.
Salvando algunas distancias, entre otras tecnológicas, las causas de la crisis actual no difieren especialmente en relación a las de 1929.
Podemos avizorar que la profundidad y efectos de la actual crisis sean más catastróficos, debido al alto nivel de desarrollo del proceso de trasnacionalización del capital. A lo que habría que sumar problemas estratégicos que han eclosionado en las últimas décadas, y que apenas eran percibidos en la década de los años 20 del siglo anterior; a saber: la crisis alimentaria y la crisis ecológica; ambas de difícil solución en el marco del sistema económico capitalista actual.
Proponemos una aproximación a la crisis de 1929, a través del cine, la poesía, la prosa poética y el dibujo; las cuales, sin menospreciar la rigurosidad, permiten una comprensión novedosa y amena, según nuestra opinión.

1929. Nueva York

Como en la actual crisis, en la de 1929, la euforia marcó la mentalidad colectiva de amplias capas de la sociedad en los países industrializados, hasta los días previos de evidenciarse la catástrofe. Eduardo Galeano resume de modo pedagógico la psicología social de los momentos previos:
“Millones de lectores tiene El hombre que nadie conoce, el libro de Bruce Barton que sitúa el Cielo en Wall Street. Según el autor, Jesús de Nazaret fundó el moderno mundo de los negocios. Jesús fue un empresario conquistador de mercados, dotado de un genial sentido de la publicidad y bien secundado por doce vendedores hechos a su imagen y semejanza.
Con fe religiosa cree el capitalismo en su propia eternidad. ¿Qué ciudadano norteamericano no se siente un elegido? La Bolsa es un casino donde todos juegan y nadie pierde. Dios los ha hecho prósperos. El empresario Henry Ford quisiera no dormir nunca, para ganar más dinero”. Eduardo Galeano. Memoria del fuego- III (El siglo del viento). Madrid. Siglo XXI. Edición para Uruguay, 1987. p.96.

1929. Nueva York. La crisis.

“La especulación crece más que la producción y la producción más que el consumo y todo crece a ritmo de vértigo hasta que estalla, súbita, la crisis. El derrumbamiento de la Bolsa de Nueva York reduce a cenizas, en un solo día, las ganancias de años. De pronto las más valiosas acciones se convierten en papeluchos que no sirven ni para envolver pescado.
Caen, en picada, las cotizaciones, y en picada caen los precios y los salarios y más de un hombre de negocios desde la azotea. Cierran las fábricas y bancos; se arruinan los granjeros. Los obreros sin trabajo se calientan las manos ante las fogatas de basura y mascan chicle para consolar la boca. Las más altas empresas se vienen abajo; y hasta Al Capone se desploma sin levantarse”.  (Op.cit, p.97).
1930. Nueva York. La vida cotidiana de la crisis

“De mala manera, a las bofetadas, la crisis despierta a los norteamericanos. La catástrofe de la Bolsa de Valores de Nueva York ha roto el Gran Sueño, que prometía llenar todos los bolsillos de dinero, todos los cielos de aviones, todas las tierras de automóviles y rascacielos.
No hay quien venda optimismo en el mercado. Se entristece la moda. Caras largas, ropas largas, largos cabellos: se acabaron los alocados años veinte y con ellos acabaron las piernas a la vista y el cabello corto de las mujeres.
Verticalmente baja el consumo de todo. Sólo aumentan las ventas de cigarrillos, horóscopos y bombillas de veinticinco vatios, que dan luz mortecina pero gastan poco.
Hollywood prepara películas sobre gigantescos monstruos desatados, King Kong, Frankestein, inexplicables como la economía, imparables como la crisis, que siembran terror en las calles de las ciudades” (Op.cit, p.103).

A la llegada de Roosevelt a la Presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica, en 1932, según describe Eduardo Galeano, “había en los Estados Unidos quince millones de trabajadores sin trabajo, que miraban con caras de niños perdidos. Muchos alzaban el pulgar en las carreteras y peregrinaban de ciudad en ciudad, descalzos o con cartones sobre las suelas agujereadas, teniendo por hoteles los urinario públicos y las estaciones del ferrocarril” (Op.cit, p.143)

Las uvas de la ira (The grapes of wrath)

Trabajadores desterrados

Del desarrollo y consecuencias de la crisis de 1929, sobre todo de las secuelas sobre estos millones de desempleados que se han citado con anterioridad, trata la novela “Las uvas de la ira”, escrita por John Steinbeck (Premio Nobel de Literatura, 1926), y publicada en 1939. Esta novela, que fue Premio Pulitzer, en 1940, fue llevada a la pantalla de cine por el director John Ford, también en 1940, tal había sido el impacto de la novela.
La película, que recomendamos para entender el desarrollo de la crisis económica de 1929, recibió dos Oscar (1940), al mejor director y a la mejor actriz secundaria. Con guión de Nunnally Johson y música de Alfred Newman, esta película, cuyo actor principal fue Henry Fonda, se ha convertido en todo un clásico de la filmografía norteamericana.

Poeta en Nueva York

En 1929, llega a Nueva York, el poeta granadino, Federico García Lorca. Tiene 31 años de edad, llega huyendo de una fuerte crisis emocional y de identidad, a pesar de que sus primeros triunfos como dramaturgo lo han consagrado como un gran autor.
Se matricula como estudiante en la Columbia University; como fuera una constante en su vida, también aquí fue “un mal estudiante”. Pero el impacto de todas las emociones que allí vivió (llegó pocos meses antes de que estallara la  crisis económica), su mirada especial sobre las contradicciones sociales, las amistades que allí logró establecer, etc., supusieron un vuelco en su mundo poético. Poeta en Nueva York, el poemario que nunca llegó a publicar en vida, fue el resultado de ese tránsito vital y poético.
Con la sensibilidad social que siempre le acompañó y su capacidad analítica que quedó reflejada en conferencias, entrevistas y ensayos, en Poeta en Nueva York, podemos encontrar verdaderos hallazgos sobre la crisis de 1929. Fuerza expresiva, metáforas e hipérboles terribles para describir un mundo inhumano y, lo más espectacular, decrépito, agotado.
Son muchos los pasajes que podríamos escoger para demostrar esta afirmación pero por motivos obvios, nos vemos obligados a una pequeñísima selección:

            Danza de la muerte (fragmentos)

…Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer,
 y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba a Wall Street…
…De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico
Ignorantes en su frenesí de la luz original…
… No es extraño este sitio para la danza. Yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces.
¡Oh salvaje Norteamérica, oh impúdica! ¡Oh salvaje!
Tendida en la frontera de la nieve.
   El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnagas sobre Nueva York!...
…Pero no son los muertos los que bailan.
Estoy seguro.
Los muertos están embebidos devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela.
Son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que duermen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del
alba.
… ¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey;
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón.
Este mascarón de vieja escarlatina.
¡Sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos.
Que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas.
Que ya la Bolsa será una pirámide de musgo.
Que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!


Y no fue sólo la expresión poética. Federico había llegado a Nueva York, a bordo del Olympic, el 25 de junio. Con otro joven, Campbell Hackforth, enviado por su padre a adquirir experiencia financiera, visitan Wall Street. Federico comenta su impresión en una carta a sus padres, recogida por Ian Gibson:
           
Es el espectáculo del dinero del mundo en todo su esplendor, su desenfreno y su crueldad. Sería inútil que yo pretendiera expresar el inmenso tumulto de voces, gritos, carreras, ascensores, en la punzante y dionisíaca exaltación de la moneda. Aquí es donde se ven las magníficas piernas de la mecanógrafa que vimos en tantas películas, el simpatiquísimo botones con pecas que hace guiños y masca goma y ese hombre pálido con el cuello subido que alarga la mano con gran timidez suplicando los cinco céntimos. Es aquí donde yo he tenido una idea clara de lo que es una muchedumbre luchando por el dinero. Se trata de una verdadera guerra internacional con una leve huella de cortesía.
El desayuno lo tomamos en un piso 32 con el director de un banco, persona encantadora con un fondo frío y felino de vieja raza inglesa. Allí llegaban las gentes después de haber cobrado. Todos contaban dólares. Todos tenían en las manos ese temblor típico que produce en ellas el dinero. Por las ventanas se veía el panorama de New York coronado con grandes árboles de humo. Colin tenía cinco dólares en el bolsillo y yo tres. Sin embargo, él me dijo con verdadera gracia: “Estamos rodeados de millones y sin embargo los dos únicos verdaderos caballeros que hay aquí somos nosotros”…

Tiempos Modernos (Charles Chaplin)

Charles Chaplin en una escena de la película

En 1931, vuelve Charles Chaplin a Londres, ya convertido en una de las mayores referencias del cine mudo. Lejos habían quedado los tiempos de las necesidades y penurias de su infancia y juventud. Es una auténtica estrella, gracias a Charlot, personaje de su creación.
En palabras de Eduardo Galeano (Op.cit, p.107), “Hace veinte años se fue de Inglaterra en un barco de ganado y ahora ha vuelto convertido en el hombre más famoso del mundo. Como sombra lo sigue una nube de periodistas y vaya donde vaya encuentra multitudes ansiosas por verlo y tocarlo. Puede hacer lo que quiera. En plena euforia del cine sonoro, sus películas mudas tienen un éxito arrasador. Y puede gastar lo que quiera – aunque nunca quiere. En las películas, Carlitos el Vagabundo, pobre hoja al viento, ignora el dinero; pero en la realidad, Charles Chaplin, que transpira millones, cuida los centavos y es incapaz de mirar un cuadro sin calcularle el precio. Jamás le ocurrirá lo que a Buster Keaton, hombre de bolsillo abierto, a quien se le vuela todo lo que gana”.
En 1936, el director Charles Chaplin, estrena Tiempos Modernos, película que no ha dejado de tener actualidad a pesar de las décadas transcurridas desde su estreno.
En dicha película se hace una directa y dura crítica al “fordismo”, como forma de organización industrial y del trabajo, base de un nuevo modelo de sociedad. La denominación procede de su genuino defensor y ejecutor, Henry Ford.
A niveles técnicos,  y de modo simplificado, el fordismo practica la producción industrial a gran escala, en cadena y en serie. En el proceso de trabajo impone una severísima división del trabajo y la producción mecanizada en masa, con el objetivo de rentabilizar al máximo la inversión y la productividad del trabajo.
A niveles ideológicos mantiene la presunción de un mercado en permanente expansión.
Si bien el fordismo histórico permitió la sobreexplotación de la fuerza del trabajo (es importante recordar también que los sindicatos estaban prohibidos en las industrias Ford)  y garantizó elevados niveles de competitividad, a base de dicha explotación, la crisis de 1929, destruyó el sueño de una permanente expansión de la producción, el mercado y el consumo.
En Tiempos Modernos, apoyado en el expresionismo que sustenta al cine mudo, Charles Chaplin, plantea una crítica demoledora de este sistema, así como el drama de la masa millonaria de desempleados que afloró con la crisis de 1929, que el salvajismo del fordismo ayudó a crear.

Nueva York, símbolo de la quiebra, vista a través de un dibujo





El dibujo es obra de Federico García Lorca y lleva como título Autorretrato del poeta en Nueva York.
Bibliografía:
Galeano, Eduardo. Memorias del Fuego (3 vol). 2ª edic. Montevideo. El Chanchito. 1988. Edición autorizada por Siglo XXI.
García Lorca, Federico. Obras Completas (5 vol). Madrid. Galaxia Gutemberg. 1998.
Gibson, Ian. Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. 2ª edic. Barcelona. DEBOLSILLO. 2006.

Desde la ciudad del desamparo, creo que en el año 2009.
Roete Rojo y sobrina


















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