sábado, 28 de abril de 2012

LA IDENTIDAD ESPAÑOLA EN LA COYUNTURA DE 1931


Resumen de la ponencia presentada en la Universidad de Cádiz, en el marco del III Seminario Nuestro Patrimonio Común, organizado por la Asociación Historia Actual. Marzo-2003.

1.- Planteo con absoluta sinceridad que no creo que ni en esta coyuntura (1931) ni tampoco en otras se pueda hablar de una única identidad española. Siendo posible que esta dificultad proceda del diferente uso de la terminología que estamos utilizando. La vieja enseñanza ofrecida por el maestro Louis Althusser que ya nos prevenía sobre “las dificultades y recursos del trabajo teórico”.

Empezando pues por las definiciones establezco como “identidad”, un conjunto de ideas, nociones, sentimientos y experiencias que conducen a que un determinado grupo histórico, en una determinada coyuntura, fruto de un pasado en común, reconozca y señale como colectivos y compartidos un grupo de intereses, así como las articulaciones en que dichos intereses puedan expresarse. Aclarando, además, que la supuesta identidad así definida no es un hecho inmutable en el tiempo y, por lo tanto, está sujeta a modificaciones.

Desde este punto de vista se afianza la idea primera de negar la existencia de una única identidad española en la coyuntura de 1931.

Como todos sabemos la fecha de 1931 está plagada de simbolismos ya que el 14 de abril de dicho año fue proclamada la II República Española. Plagada de simbolismos de signo contrario; tan contrarios que la resolución final de estos contrarios se saldó con el triunfo militar del fascismo que pervivió como tal modelo de dominación por más de 40 años.

2.- Estamos hablando, creo entender, de identidades nacionales que nacen en el período de surgimiento del capitalismo y que acaban articulándose en los llamados Estados-Nación. Les evito, por supuesto, la repetición de lo que ya todos sabemos sobre dicho proceso así como del papel jugado por el Estado Absolutista en el período de transición hacia un nuevo modelo de Estado, diferente por su naturaleza y salto cualitativo en el proceso histórico.

Recuerdo que en mis años de estudiante en la Facultad de Letras de la Universidad de Granada, algún profesor insistía en presentarnos a la realidad jurídica que surge de la llamada “Reconquista” como la primera expresión del Estado Moderno, una expresión “pionera” y al Rey Fernando el Católico como personaje en el que Maquiavelo se fijó para escribir “El Príncipe”.

Frente a esta interpretación histórica mas que voluntarista, comparto el análisis hecho por Pierre Vilar, en el sentido de que “la monarquía de los Habsburgos no desempeñó la función unificadora de la monarquía francesa, ni las Cortes de Cádiz la de la Revolución de 1789”.

Efectivamente: la pervivencia del Estado Absolutista y la alianza de clases que lo sustentó durante siglos, lejos de aminorar la diferenciación de pueblos y naciones en un proyecto supranacional común de carácter burgués, afianzó las diferenciaciones, sumando a su efectiva existencia otras no menos objetivas que llegaron de la mano del desarrollo desigual propio del capitalismo, agudizadas en el marco de un modelo parasitario y retardatario desde el punto de vista del proceso histórico.

Siguiendo a Pierre Vilar, a inicios del siglo XIX, sobre España pesa un sistema productivo pero no nacional que ha aumentado el contraste entre la masa del país, que sigue siendo agrícola y algunas regiones industriales especializadas. Perdidas las últimas posesiones coloniales en 1898, las contradicciones no hicieron más que agudizarse. La gran empresa imperial “en la que no se ponía el sol”, había sido despilfarrada desde el punto de vista del desarrollo histórico de la metrópoli. Joseph Fontana resume así la coyuntura:

-Inexistencia de un mercado interno por la incapacidad para acometer una Reforma Agraria.

-Falta de los capitales imprescindibles para iniciar con fuerza el proceso de industrialización, lo que le hace zona de influencia y disputa de Francia e Inglaterra.

-Industria de bienes de consumo poco concentrada, de capital familiar y necesidades bancarias limitadas que siempre recurrió al proteccionismo renunciando así a ser competitiva y favoreciendo el empobrecimiento de las masas campesinas y jornaleras de Andalucía, Extremadura y Castilla.

-Aparato estatal burocratizado y anclado en prácticas medievalizantes (clientelismo, ausencia de una administración moderna, etc).

-Presencia del Ejército como elemento determinante en la vida política.

-Hegemonía de la Iglesia en esferas determinantes de la convivencia y conciencia colectivas, como la educación.

En resumidas cuentas: un modelo incapacitado para recrear y desarrollar un proyecto nacional capaz de generar identidades únicas.

3.- La coyuntura de 1931 supuso una de las expresiones más dramáticas de confrontación entre dos identidades: entre el Viejo Orden y su Estado Autoritario y las ansias de regeneración y democratización general (no sólo política) que los sectores populares, la intelectualidad progresista y los sectores nacionalistas representaban.

La joven República, cuya Constitución de 1931 fue una de las más progresistas de su época,  iniciaba un duro camino contracorriente en un marco internacional marcado por la crisis económica y el ascenso del fascismo; cobrando así un simbolismo y realidad que la situaba en el centro del huracán de la Historia. Como todos sabemos, y para desgracia de toda la Humanidad, una de las dos identidades nos acabó helando el corazón. Y nos lo sigue helando ya que el Pacto que determinó el carácter de la llamada “Transición Política”, al no plantearse la ruptura con el Estado heredado del fascismo, ha dejado sin resolver las contradicciones; explicando esta IIª Restauración gran parte de las políticas internas y externas de los sucesivos gobiernos de la Monarquía Borbónica.

4.- En relación a la “identidad española” y Nuestro Patrimonio Común. Es posible que a partir del Encontronazo de 1492, también en la llamada América Hispana, se hayan expresado distintas identidades.

Qué duda cabe que en un primer momento la única identidad palpable fuera la del “invasor”. El mestizaje y la consolidación de nuevos espacios diversificaron esta identificación. De hecho, gran número de libertadores, empezando por el propio Simón Bolívar, eran españoles de origen. La gesta por la Independencia volvió a situar claras identidades referidas al papel que cada quien jugaba en la contienda. Así,  el Libertador no duda en afirmar, en 1815, en la ciudad de Trujillo:  “Españoles y canarios contad con la muerte aun siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun cuando seáis culpables”.

La apreciación de lo “español” sufrió desde mi punto de vista un gran cambio al recibir numerosas repúblicas latinoamericanas el caudal humano del exilio; hombres y mujeres que fueron recibidos como auténticos hermanos y que correspondieron a la altura del gesto recibido: volcando toda su sabiduría, experiencia y capacitación profesional al servicio de los pueblos que los acogieron.

5.- Vivimos una época de excesivos “revisionismo históricos”. La Historia se reinterpreta para que el producto del análisis sirva a los intereses de la II Restauración. En los últimos años se han creado importantes mitos alrededor de figuras como la de la Reina Isabel La Católica, Juana La Loca o el propio Emperador Carlos V, quien se nos presenta como “el primer europeísta”.

Esta nueva interpretación sirve a los proyectos imperialistas del capital transnacional español en el marco de la globalización neoliberal. Ideales rancios como el de la unidad de la patria y su grandeza expansionista vuelven a tomar impulso.

De los nuevos mitos que este revisionismo histórico está produciendo, resaltan por su tremenda maldad:

-La visión de que la guerra civil española fue un error histórico. Lo que nos quieren decir es que la identidad republicana no debió existir pues ella fue la partera del fascismo y la guerra fratricida.

-Que la Transición Política fue un proceso modélico. Tan modélico que ha podido ser exportado para los casos de las dictaduras militares de América Latina.

El revisionismo histórico es la cara ideológica de Telefónica, Endesa, BBVA, BSCH, etc. Y de un nuevo eurocentrismo.

Es por eso tan importante y estratégica la tarea que tenemos por delante y que no es otra que la construcción de una nueva identidad que tenga como pilares básicos la superación del eurocentrismo y del fetichismo. Una nueva identidad que pueda capitalizar para los pueblos y naciones de ambos lados del Atlántico Nuestro Patrimonio Común en toda su complejidad y diversidad.

La globalización –entendida ésta como el proceso de socialización de la Humanidad-, es una tendencia histórica imparable. Pero nuestro referente último no puede ser una Humanidad globalizada por elementos uniformes sino por el contrario caracterizada por el desarrollo libre de la experiencia acumulada por los pueblos en el devenir histórico.

6.- Una última reflexión en relación a la fecha de 1931. A partir de la irrupción del Nuevo Orden Internacional mucho se ha debatido sobre el carácter del autoritarismo que lo acompaña. Algunos sectores no tardaron en calificarlo como neofascismo. Siempre me he opuesto a esta caracterización. El fascismo histórico, que surge en la Europa de entreguerras y que más tarde aparece en otros continentes, estuvo marcado por una coyuntura de crisis económica y ascenso del movimiento obrero y popular; tuvo como uno de sus elementos más característicos su carácter de masas y su voluntad de organizar y movilizar a amplios sectores sociales. Modestamente opino que el autoritarismo de nuestros días tiene otras características aunque éstas no lo hacen ni más ni menos peligroso, devastador o cruel que al fascismo histórico.

Sin embargo he podido encontrar su huella, como si se tratara de un resto arqueológico que cobrara repentinamente vida, en la realidad actual de la República Bolivariana de Venezuela. Allí, la contrarrevolución ha adoptado la matriz ideológica del fascismo histórico. Me niego a pensar que pueda tratarse de una expresión de “patrimonio común”.

En una coyuntura de quiebra del modelo de dominación (lo que los propios venezolanos califican como “puntofijismo”) y de ascenso de la lucha popular articulada alrededor de un referente emancipador,  los sectores oligárquicos aupados por sectores de las clases medias (acobardadas ante el peso aplastante de una crisis económica que amenaza desde los años 80 con la desaparición del estatus de vida conseguido en las décadas del boom petrolero), han retomado el ideario del fascismo como estrategia desestabilizadora al servicio de un plan genocida contra el pueblo bolivariano.

El impacto emocional de esta realidad es fuerte para aquellos que conocimos el rostro del fascismo histórico y no pudimos olvidar su hedor. Masas organizadas y movilizadas alrededor de un proyecto fanatizado, racista y xenófobo; en el que se hace presente la ideología del nacionalcatolicismo, no sólo como referente sino como articulación a través del púlpito de las iglesias y el pupitre de colegios privados. Proyecto de un clasismo transparente como el agua, sin colorantes ni edulcorantes, que transciende odio de clase por todos sus poros y proclama sin vergüenza ni complejos la idiotez, incapacidad y fealdad del pueblo. Proyecto de mensajes ideológicos devastadores y simples, convertidos en verdades absolutas gracias al aparato propagandístico de los medios de comunicación sin excepción. Proyecto que ha pretendido, incluso, la uniformidad de una vestimenta identificatoria, el negro; que organiza verdaderas campañas de terror psicológico de masas de consecuencias duraderas y en muchos casos impredecibles; que pinta esvásticas en las puertas de los vecinos “enemigos” y organiza planes de “autodefensa” para hacer frente a la “chusma” que ellos inventaron bajará de los cerros para aniquilarlos y quedarse con sus propiedades. Proyecto que está utilizando el sabotaje, el asesinato y el terrorismo como táctica desestabilizadora, etc.

Nada de esto es retórica, pueden estar convencidos. Baste recordar las acciones desarrolladas por los fascistas venezolanos en las breves horas en que pudieron mantenerse en el Palacio de Miraflores.

La gran satisfacción histórica fue comprobar que en esta nueva Venezuela Bolivariana, el pueblo convertido en sujeto histórico del cambio demostró que sí es posible derrotar al fascismo. La gran pena fue comprobar la actitud diletante de la izquierda europea, tan contagiada de eurocentrismo castrador que fue incapaz de sumar su voz a la de millones de hombres y mujeres que en aquellos días dieron lecciones de Historia imperecederas.

Roete Rojo

Bibliografía comentada:
El Libertador. Mijares, Augusto. Academia Nacional de la Historia. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas. 1987.
Historia de España. Vilar, Pierre. Libraire Espagnole. París. 1963.
Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX. Ariel. Barcelona. 1973.

1 comentario:

  1. Extraordinario análisis.
    ¿Por qué ahora no se estudia Historia?
    Abrazos
    Un librepensador.

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