jueves, 2 de febrero de 2012

¡ESE REPROCHE EN TUS OJOS!

Federico García Lorca se enfada


A pesar del dolor de espalda, de esta espalda que me acompaña como un mal amigo, no podré acostarme hasta que tu mirada y la mía se hayan reconciliado.
Todos hemos disfrutado con las visitas y sufrido con las despedidas. Ya sé que la casa queda sonámbula entre la realidad y el sueño. Un ruido cualquiera nos evoca una voz, las sombras de la persianas que se mueven con el viento transportan sonidos familiares. Ni el frigorífico perdona las ausencias... ¿esos dátiles?... ¿quién compró zumo de frutas tropicales?... ¿quién trajo la mermelada?
Es verdad que no faltó la conversación y nuestra cocina era de día gineceo y a la hora del almuerzo y la cena, ágora o mercado. Es verdad que no faltó el vino y que surgieron los olores de antaño: ajo blanco con albahaca, almendras fritas, el cordero macerando con orégano y vinagre de Jerez. El aceite de oliva con olor a manzana corrió a raudales, cebolletas asadas con espárragos tiernos de la Vega, peces de colores que bailan en la sartén, cebada en forma de oro líquido, habitas tiernas de Granada hermanadas con el aceite de Alcalá la Real. Han aparecido nuevos libros que leeremos juntos cada noche. Alguien, incluso, trajo su tierno amor prendido de un jardín de enredaderas. Ya sufro de ver los tomos abandonados esperando que les toque el turno. Mientras tú, con tus manos pensadas sólo para acariciar las páginas, padeces en silencio la angustiosa espera. Para ti resulta todo muy fácil, acostumbrado a pedir y ser complacido como niño mimado. Siguiéndome incansable, crítico casi siempre, pedigüeño siempre, como si el único corazón de terciopelo fuera el tuyo, seguro de que siempre despierto,  siempre regreso y nunca te abandono. Complacido hasta la saciedad de una persecución en la que no existe rival pues me sabes rendida de antemano. Como un juego trucado. Siempre ganas.
Me ganas con los sinónimos,  los antónimos, en amaneceres y
crepúsculos. Yo sigo dejando el postigo de la ventana abierto para que puedas contemplar a solas los semblantes de la luna.
De acuerdo contigo en que el tiempo no acompañó para superar las nostalgias. Hace tan sólo dos días corrimos a la calle espantados a comprobar si era cierto que  Sierra Nevada volvió a despertar cubierta de nieve. Nadie daba crédito a lo que veía.
Algunos afirmaban que sólo eran nubes perezosas agarradas a los picos más altos... pero no, era nieve disputando en la cara norte el espacio a la calima africana procedente del sur. Hubiésemos querido protegerla con una sombrilla para convencerla de que nos siguiera bendiciendo; su mirada solicitando ayuda se clavaba como dardo certero en nuestros corazones incapacitados para ir a su encuentro. Entrar y salir doloroso de la casa a la calle, como familiares de un enfermo agonizante que no se atreven a dejar la sala de espera. A media tarde, su cortejo fúnebre abandonaba los neveros y en vez de lágrimas iban gritando canciones las piedras de los riachuelos ambiciosos.
Hoy, de nuevo, nos morimos del calor y bajamos persianas y atrancamos puertas y maldecimos la llegada del verano que toca insistente en la aldaba y al que no queremos reconocer aunque estemos obligados a rendirle pleitesía y postrarnos a sus pies. Todos los años la misma historia de violencia sin posibilidad de una paz pactada. Sólo claudicaciones.
De acuerdo: el tiempo nos tiene locos pero no justifica el reproche de tus ojos. Me voy a México, sí, ¿y qué?. La casa quedará cerrada pero a la noche Fina vendrá a regar las plantas y dejará el postigo de la ventana abierto a la luna. Además conmigo te vienes como estrella invitada, siempre el primero en la cartelera del espectáculo. Conmigo viajan también tus dibujos, tus cojines y decorados de tus obras de teatro, tus canciones populares, tus, tus, tu, tu...
¡Un guiñito, por favor!, ¡anda, no te hagas de rogar!...

Mariana a punto de marcharse para México (Junio del 2000)

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